– Mi amor, te recuerdo que yo tuve el mismo tropiezo a las dos semanas de trabajar para ti, me gritaste muchas cosas feas, pero no me despediste–comenté abotonándola

– Era diferente–

– ¿En qué sentido?–me agarró por la cintura pegándome a él

– Que a ti, te quería devorar, no podía permitir que te alejaras–reí negando con la cabeza, pasé mis manos por su cuello

– No puedes despedir a todas las secretarias mi amor–

– Estoy en mi derecho de despedir a una persona inepta–suspiré alejándome de él, agarré la camisa manchada guardándola

– Fabrizio, como marido eres maravilloso, pero como jefe... Eres un ogro–comenté haciendo que me mirase impresionado, sonreí sentándome en el sillón– Mira, yo comprendo que no puedes ser amigo de tus empleados, pero tampoco debes comportarte como un dictador–

– No soy un dictador–dijo frunciendo el ceño

– Lo eres, por ejemplo aquello de los tres errores, te hace trabajar bajo presión y mucho estrés–

– Intento motivar a que trabajen bien–

– Pues mi amor, así no motivas nada, muchas veces me plante dejar de trabajar para ti, porque era muy duro–sonreí con nostalgia recordando cómo era todo antes en mi vida

– Pero no lo hiciste–

– Cierto, no sé cómo aguante tanto la verdad–suspiró sentándose en el otro sillón

– ¿Y qué puedo hacer?–

– Ser más tolerante, todos cometemos errores, deja los Strikes–

– ¿Strikes?–cuestionó mirándome confuso

– Así llamábamos a las tres faltas antes del despido–él sonrió asintiendo– También estaría bien si felicitaras a algún trabajador que haya hecho algo bien–

– Se supone que es su trabajo, ¿Por qué debo felicitarlo?–cuestionó con el ceño fruncido, suspiré masajeándome el puente de la nariz

– Porque nos hace sentir que nuestro trabajo y esfuerzo es valorado–

– Comprendo–

– Bueno, puedo ayudarte en lo que pueda hasta que encuentras una nueva secretaria–

– No hace falta, bastante tienes con Mancini, además no es bueno que te esfuerces de más, debes cuidarte–se estiró tocando mi vientre aun plano, sonreí con ternura por esa acción

– Está bien, pero si llegas a necesitar mi ayuda–

–Te la pediré, no te preocupes– dijo interrumpiéndome, suspiré sabiendo que mentía– Por cierto ¿Qué te trajo por aquí?–cuestionó poniéndose en pie, rodeo el escritorio hasta su silla

– Pues invitar a mi marido a comer–

– ¿Ya es la hora?–miró su reloj de muñeca impresionado– Se me ha pasado la mañana prácticamente volando–agarró su americana colocándosela– Pues vamos a comer–dijo con una sonrisa, se acercó a mí tendiéndome la mano, reír aceptándola levantándome.

El tiempo comenzó a pasar demasiado deprisa a mi parecer, ya tenía cinco meses de embarazo, Fabrizio se había convertido en un sobre protector, sus exagerados cuidados me abrumaban, había contratado personal de servicio que se quedaban en casa para que no tuviera que hacer nada, hablo con Enzo para que me diera la baja, a pesar de mis negativas, el acepto alegando que si yo fuera su mujer, haría lo mismo, traslado su despacho a casa para estar conmigo en todo momento.

– De verdad que puedo quedarme–

– Fabrizio, como no te largues a esa reunión en este instante, te juro que duermes en el salón un maldito mes–dije mirándolo irritada, el suspiro asintiendo, besó mis labios marchándose

– Solo se preocupa–comentó Julia riendo, la miré con los ojos entrecerrados

– Lo sé–dije suspirando recostándome en el sofá– Es solo que me va a volver loca, ¿Carlo también era así?–cuestioné mirando a la pequeña dormir plácidamente en el sofá

– Se preocupaba mucho, pero no era tan intenso–volví a suspirar, me llevé la mano al vientre al sentir como comenzaba a darme pequeñas patadas– ¿Estás bien?–

– Sí, solo está jugando futbol–dije con algo de incomodidad

– De acuerdo, volviendo a lo de Fabrizio, relájate y disfruta de su atención–

– Es demasiada atención–comenté haciendo una mueca

– Veamos un poco la televisión para que te relajes–dijo cogiendo el mando de esta y encendiéndola, comenzó a pasar hasta que hice que se detuviera en las noticias

– El ex comisario Franco Santoro, acusado hace unos meses de diversos crímenes ha sido asesinado anoche en prisión durante un motín–pusieron conexión con las afuera de la cárcel, miraba sorprendida la noticia.

Los meses siguieron pasando ya tenía siete meses, Fabrizio se había relajado debido a una discusión, hoy por fin haríamos la fiesta del bebé, donde se revelaría a nuestras familias y amigos una gran sorpresa, teníamos el jardín decorado con colores azules y rosas.

– Tenemos que revelar un secreto antes de saber el sexo de bebé–dije llamando la atención de todos, Fabrizio paso su mano por mi cintura pegándome a él– ¿Quién lo dice?–cuestioné mirándolo

– Yo mismo–besó mi frente con dulzura– En la ecografía, la ginecóloga notó algo extraño–

– ¿Él bebé está bien?–cuestionó mi madre con preocupación

– Mamá no te preocupes, no es nada malo–dije con una sonrisa tranquilizándola– Cariño para ser un gran empresario, te expresas mal–le di un pequeño golpe en el hombro haciendo reír a todos– Vamos a tener mellizos–todos exclamaron con alegría, hicimos que trajeran las dos tartas blancas, juntos partimos el primero, el color que salía era azul y la segunda era de color rosa.

La fiesta había acabado, los regalos que recibimos fueron muchos, los guardamos todos en la habitación que habíamos decidido que sería para cuando nacieran los bebés.

Fabrizio decidió tomarse unos días libres, decidimos comprar todo lo necesario, también pintamos la habitación de color gris claro, pegamos en las paredes una luna llena gigante, junto a estrellas las cuales brillaban en la oscuridad, los muebles en color blanco.

– Me encanta–dije mirando la habitación con una sonrisa

– A mí también–me abrazo por la espalda, colocó sus manos en mi vientre acariciándolo con suavidad– ¿Crees que seré un buen padre?–cuestionó con algo de preocupación en su voz, me alejé de él, me giré mirándolo con una sonrisa

– Quizás serás uno celoso cuando nuestra hija crezca, pero... Serás un padre excelente, no tengo duda de eso–dije pasando mis manos por su cuello

– ¿Cómo estás tan segura de eso?–

– Porque lo siento aquí–comenté colocando una mano justo, donde se encontraba el corazón, él sonrío inclinándose hacia mí, junto nuestras narices jugueteando con ellas, reí levemente al sentir un poco de cosquillas.

El 1 de septiembre nacieron Dante y Alessia Benedetti, ambos nacieron sanos y fuertes, a mis ojos eran preciosos, ambos tenían el cabello negro Alessia saco los ojos de Fabrizio mientras que Dante saco los míos.

Era complicado cuidar de ambos porque cuando lloraba uno, lo hacía el otro, pero con la ayuda de Fabrizio se me hacía todo más ameno, dejé mi trabajo con Enzo, por uno que amaba mucho más, ser madre y esposa.

Entre tus Manos [Versión antigua]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum