– Es mi marido–

– Marido que te engaña conmigo–sonrió con arrogancia, suspiré mirando a otro lado sintiendo una opresión en el pecho– Deberías largarte, no haces nada aquí–

– Mucho cuidado como le hablas a Daniela, no me importa olvidarme que estoy en un hospital y arrastrarte por todos los pasillos–siseo furiosa Julia poniéndose de pie con aire intimidante, la sujete rápidamente por la muñeca haciendo que me mirase

– No merece la pena–dije también poniéndome de pie– Tiene razón, no hago nada aquí, vamos a casa–Julia me miró confundida, suspiró asintiendo, en silencio bajo su atenta mirada burlona, recogimos nuestras pertenencias y fuimos hacia el ascensor.

– Dani... ¿Qué estás haciendo?–preguntó desconcertada

– Ir a casa–

– Es tu marido, tú debes estar a su lado, no ella–suspiré mirándola hasta que se cerraron las puertas

– Es mi marido, pero ella su amante–me apoyé en la pared mirando hacia el espejo

– Dijiste que él te ama–

– Eso fue lo que dijo, pero para que yo le crea, debe comenzar por deshacerse de esa mujer–vi como asentía, se colocó a mi lado sin comentar nada más

El trayecto a casa fue muy silencioso, estaba tan sumida en mis pensamientos que no me di cuenta cuando llegamos, al entrar en el apartamento mi móvil comenzó a sonar, miré la pantalla, era él, suspiré rechazando la llamada, puse el móvil en silencio mientras entraba en mi habitación.

Al día siguiente desperté con un fuerte dolor de cabeza, apenas había podido dormir algo, mi cabeza no dejaba de recordarme la escena del disparo, luego a Octavia en el hospital, para finalmente acabar en el despacho de Enzo con él diciendo que me amaba.

Cuando cogí mi móvil me sorprendí ante el gran número de llamadas de Fabrizio, suspiré dejándolo a un lado, me levanté de la cama, salí de la habitación metiéndome al baño, tenía que ir a trabajar.

Al llegar a la oficina, muchos me miraban y cuchicheaban, la noticia de que era la mujer de Fabrizio Bendetti se había extendido rápidamente, dejé mis pertenencias en mi mesa, miré hacia el despacho sorprendiéndome de ver a Enzo, me acerqué a su puerta, toqué mirándolo a través de unos de los cristales, me hizo una seña de que pasara.

– ¿Qué haces tú aquí?–pregunté mirándolo confusa

– Esa misma pregunta te hago yo, me entere de lo sucedido con Benedetti ¿está bien?–preguntó a lo que asentí

– Está estable, gracias, ¿y el parto, cómo fue?–

– Todo bien, es hermosa me da miedo tocarla de lo frágil que se ve–dijo con una sonrisa bobalicona

– Me pasaré a hacerle una visita–

– Se alegrara de verte, pero no me cambies el tema, ¿Por qué no estás haciendo compañía a tu marido?–

– Él, ya tiene compañía–comenté suspirando sintiendo como se iba formando la opresión en mi pecho

– Entiendo, en caso de que necesites irte para estar a su lado, vete sin problemas–asentí sonriendo levemente

– Iré a trabajar–dije saliendo de su despacho.

Pasé la mañana concentrada en mi trabajo, Enzo se había marchado al hospital, mi móvil había sonado varias veces, pero ni siquiera le di la vuelta para saber de quién se trataba.

– Aquí estas–me sobresalte al escuchar la voz de Carlo

– ¿Qué haces aquí?–cuestioné sorprendida de verlo

– Buscarte, Fabrizio esta como un loco porque te marchaste y no contestas sus llamadas, ni mensajes–

– Él estaba bien, no tenía nada más que hacer ahí–dije volviendo mi vista a los documentos que tenía delante

– Quiere que vayas–

– Lástima, no trabajo para el como para cumplirse sus caprichos–escuché como suspiraba, me quito los documentos, levanté la vista chocando con sus ojos

– Te lo suplico vamos, no lo hagas por él–lo miré sin entender– Hazlo por mí, está más insoportable de lo habitual–

– Lo siento, pero no soy su perro, dile que tendrá que aguantarse las ganas–dije con firmeza, el suspiro enderezándose

– Te lo ruego, sabes bien que es capaz de salir del hospital para venir a buscarte, está recién operado, si hace eso, su situación será peor–llevé mi mano a la frente, sabía que decía la verdad, era un maldito terco, suspiré asintiendo

– Eso es manipulación–dije mirándolo, se encogió de hombros con una pequeña sonrisa haciendo que suspirase poniéndome de pie– Está bien, iré, pero solo porque sé que es capaz de hacerlo–agarré mis cosas caminando hacia el ascensor seguida de él.

Al salir del edificio me quedé mirando el sitio donde ocurrió todo, la mancha de sangre no estaba, eso me aliviaba, pero... No dejaba de verlo tirado con la sangre saliendo sin parar, un nudo se formó en mi garganta, sentía mis ojos humedecerse, aparte la mirada caminando hacia el coche de Carlo.

– Lo siento–dije mirándolo avergonzada– Por lo de ayer, tenías razón, yo no sé nada, pero tú tampoco sabes–

– Fabrizio te contó sobre mi infancia–

– Más o menos, pero me alegro de que lo hiciera, ahora puedo entenderte un poco–comenté jugando con el borde de mi abrigo

– No tiene importancia, pero ¿Qué es lo que no sé?–preguntó mirándome aprovechado que estábamos delante de un semáforo

– Sobre la infancia de Julia, la suya... También fue complicada–respiré hondo mirando hacia el frente, comencé a relatarle la historia– Ella teme las relaciones por miedo al abandono y teme... Ser como su madre si tiene hijos–

– ¿Entonces por qué sigue embarazada?–fruncí el ceño ante esa pregunta

– Porque a pesar del miedo, sé que quiere ser madre, la conozco tanto, veo como mira a los bebés, como sonríe, como se acaricia el vientre y cuando lo hace, una sonrisa asoma en sus labios–me quedé callada unos instantes– Ella jamás...será como esa mujer, solo necesita a alguien a su lado, que la ayude, que la quiera, y si tu no quieres ser ese alguien, está bien, nadie puede obligarte a asumir algo, que no quieres–nos quedamos en silencio el resto del camino, el cual no duro mucho.

Entre tus Manos [Versión antigua]Where stories live. Discover now