Capítulo 13

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Salta, salta, y pide un deseo.
Salta, salta, un deseo se te concederá.
Cántico infantil.

Búsqueda

—Bruja —escupí.

Marián se las había ingeniado para torturarme con su lista sin sentido. ¡Ni muerta podía descansar en paz! ¿Cómo si tuviera todo el tiempo del mundo? Bueno, lo tenía, pero no para perderlo en andar girando como una noria.

—Busca la prenda ofrecida con amor —imite burlona. ¿No podía ser más directa?

Respiré profundo. Vale, la primera pieza del rompecabezas la tenía: El manto. Faltaban cinco más.

Lo siguiente en la lista: Algo que salva y destruye y el sueño que no pudo ser. De lo primero tenía una idea. No se me ocurría otro objeto que pudiera encajar tanto a la perfección con la descripción.

La moneda cumplía con todos los requisitos. Le fue otorgada a Alba por su amiga Bertha para ayudarla en su camino. Un pequeño tesoro reunido con el objetivo de salvarla. Un tesoro que causó su muerte a manos de avaros hombres. Salva y Destruye.

En mi historia, la moneda también jugaba un papel doble. Lancé un día una moneda al agua en un deseo de salvación. Tiempo después, extraje la de la profecía, condenándome a romperla.

Alcé la vista a una solitaria nube en el cielo. Una mota semi circular salpicada en un fondo azul celeste. Una señal.

Asentí al viento. Estaba en el camino correcto.

—El sueño que no pudo ser —continué en voz alta.

Alba quería vivir con Mario lejos de las exigencias de la sociedad y formar una familia juntos. Fruncí el ceño. No tenía forma de representar eso. Lo único que tenía en mi poder era el diario y dudaba que sirviera con ese fin.

¿Y yo? ¿Cuál era mi sueño?

Vivía al día, sin hacer planes en vista al futuro. Nadie conoce el momento exacto en que el reloj se avería y deja de funcionar. Mucho menos podía imaginar que mi tiempo finalizará antes de poder llegar incluso a la mitad de la carrera. Mi único objetivo era vivir en paz con mi familia e ir a la universidad.

Abrí los ojos. ¡La universidad! Encontré el sobre de aceptación encima de mi cama. Cuando mi madre enfermó, tome la decisión de estudiar medicina para ayudarla a ella y a otras mujeres en su condición. Un sueño que no pudo ser, mi sueño.

Palpé el bolsillo del vestido, sintiendo la dureza del sobre a través de la tela. Conservarlo había sido una buena idea.

—¡He conseguido tres, Alba! —grité desde el borde del muelle. Tres de seis, la mitad de mi búsqueda.

La deidad envió un viento cálido que levantó los bordes de mi cabello, despeinándome. Proyectarse en una forma física la drenaba de energía, aún no se recuperaba de nuestra última conversación.

—He perdido toda la mañana, pero ha valido la pena.

Busque en mi cerebro el próximo trabalenguas.

—Un objeto mágico que me represente —murmuré, ajustándome los lentes. ¿Objeto? ¿Magia? Esos dos no deberían estar en una misma oración conjugada conmigo como sujeto—. ¿Tiene usted alguna idea, oh deidad mística de las profundidades?

El viento de Alba me hizo caer de bruces contra la madera.

—Ya sé, ya sé. Es tarea de la elegida. Igual siempre se agradece alguna ayudita.

Esperé pacientemente a que la deidad cambiara de opinión y decidiera echarme una mano con mi tarea. Al cabo de unos minutos me rendí, tenía que continuar por mis medios.

Masajeé mi cráneo con la yema de los dedos, obligándome a concentrarme. No era portadora de ningún objeto mágico a menos que contará con el collar de mariposa en mi cuello. Mi abuela Carmen me lleno la cabeza desde niña con sus historias de espíritus mágicos protectores. En cada visita, me narraba la historia de la bisabuela Elisa y su encuentro con un extraño hombre que la visitaba en ocasiones. La última vez que la vio se despidió de ella con un colgante de una libélula posada en una azucena, tallado por el mismo en zirconio. Desde entonces, Elisa lo cuidó como un tesoro alegando que el objeto tenía poderes especiales y la protegía de todo mal. Una tradición que comenzó por su madre, la esposa del alcaide, que según cuentan, portaba un collar de esmeralda en el cuello.

—Uno menos —sonreí—. Solo restaba un elemento que nos uniera a ambas y la representación del amor perdido.

¿Elemento? Podía ser la sangre, ya que ambas procedemos de dos líneas de sangre en conflicto. Sonaba lógico. También podía ser el viento, nuestra forma de comunicarnos o la luz de la luna, ya que ambas fuimos asesinadas durante la noche.

—¿Qué crees, Al...? —Un ruido me hizo detenerme—. ¿Quién anda ahí? —pregunté asustada. Marián no era la única persona viva con la capacidad de verme.

Mi corazón se encogió al ver un ramo de rosas blancas encima del muelle. Lo tome en mis manos y me lo llevé al pecho. Alex.

—Es hoy —susurré.

Cada aniversario encontraba uno en el muelle y lo llevaba a los pies de la estatua. Era la mejor forma de conservar el recuerdo.

Debía apurarme. El hechizo tomaría más fuerza al realizarlo a la misma hora en que mi reloj se detuvo. Marián había esperado hasta hoy con ese objetivo.

—Un ramo para mí, y para ti, Alba, buscaré a Mario.

Corrí al pueblo en busca del último objeto, no tenía tiempo de detenerme en la casa por la bicicleta.

La mejor parte de ser un espectro es que podías recorrer grandes distancias sin fatigarte. También, te convertía en una ladrona experta.

Me colé por la ventana del Museo Postal y Telegráfico de los Álamos, tarareando la banda sonora de Misión Imposible. Deseé haberme puesto las mayas negras y el abrigo de lana del mismo color que mi madre tejió, le daría más realismo a mi interpretación. Sacudí mi cabeza, ahora mismo tenía cosas más importantes por las que preocuparme.

—¿Cómo voy a romperte? —indagué. No conté con que el objeto estuviera protegido. Intenté atravesarlo pero no funcionó. ¿Quién roba en un museo así?

Le pegué un puñetazo al cristal de la vitrina. No cedió bajo mi golpe. Intenté nuevamente hasta que me convencí de que necesitaría algo sólido.

Recorrí la sala en busca de un objeto contundente. Agarré uno de los Telégrafos en exposición y lo estrellé contra el cristal, agrietándolo. Repetí la acción, quebrándolo por completo.

—¡Ana, te has ganado una visita a la prisión del más allá! —grité entusiasmada.

Tomé lo que vine a buscar y regresé al lago por lo demás. 

***🦋***

Del otro lado del lagoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum