Day 2

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El barco surcaba entre las olas del mar abierto, un mundo completamente azul del que todavía quedaba mucho por navegar. Las tripulación se entretenía trabajando, algunos haciendo inventario, otros limpieza y demás labores necesarias.

Beelzebumon se encontraba mirando el horizonte en la proa con cierto aire de desagrado, la conversación anterior con el capitán lo había puesto a pensar, cosa que no le gustaba. Repentinamente se acercó Gankoomon con un poco de reserva ya que seguía sin superar totalmente el miedo a ahogarse en caso de caer al mar.

—Se nota desde lejos que algo traes pinche güero, ¿todo bien?— preguntó el caballero recargando su espalda mirando al cielo.

—¿Has pensado en qué harás después de todo esto?—

—Sí hay algo que he aprendido es que pensar no es tan inteligente como muchos creen... Así que negativo, en su momento lo sabré—

—Parece que pensar no es lo nuestro— respondió el demonio mientras miraba sonriente a Bancho Leomon acostado a lo lejos tomando el sol tranquilamente.

—Y nosotros aquí hablando de estupideces— agregó el Gankoomon burlonamente.

La ligereza en las palabras, tan pocas pero tan sabias del caballero hicieron espabilar al demonio haciéndole recuperar esa media sonrisa retadora que siempre le ha caracterizado. Momentos después, el silencio de la plática fue interrumpido por una señal de alerta dada por un Gomamon tuerto en tripulación situado en la punta más alta del mástil. Recién había retirado de su único ojo el catalejo con el que había divisado la amenaza.

—¡Todos rápido, tapones para los oídos!— Exclamó el pequeño tuerto tres veces hasta cerciorarse de que todos sus compañeros estuvieran —listos.

Con mucha tranquilidad, Captain Hookmon que había salido de su camarote, se acercó a Beelzebumon y Gankoomon acompañado por el felino que ya tenía puestos sus tapones y difícilmente podía escuchar algo.

—Estamos a minutos de tener un encuentro con un grupo de Mermaimon en el próximo arrecife, les recomiendo usar estos— comentó el capitán, mientras Beelzebumon miraba extrañado el objeto ya que en verdad no tenía idea de su utilidad.

—¡Ya sé para qué son, hombre!— exclamó indignado Gankoomon —Ni madres, no los voy a usar, alguna vez escuché que el cantó de las Mermaimon es único, quiero escucharlas.

—¿Estás consciente de que enloquece a quien lo escucha?— preguntó el marinero.

—Pues claro... pero no hay nadie más loco que este vato loco— respondió con orgullo Gankoomon señalándose a sí mismo.

—¡No seas necio y ya póntelos que nos queda poco tiempo!— dijo irritado Bancho Leomon quien se había quitado momentáneamente los suyos para escuchar la plática y arremetió con un golpe de palma abierta en la nuca de su amigo.

—¡No me los voy a poner, quiero escuchar a las sirenas!—

—Ni siquiera sabes nadar, vas a morir ahogado por querer ir con ellas—

Beelzebumon chasqueó los dientes y se colocó los suyos, la discusión le parecía bastante tonta y no quiso formar parte de ella.

El capitán se había unido a Bancho Leomon para convencer a Gankoomon de usar los tapones pues el tiempo se estaba acabando. Lidiar con las Mermaimon parecía algo recurrente entre los marineros ya que toda la tripulación aparentaba mucha tranquilidad con sus oídos tapados mientras seguían con sus labores.

Finalmente el león dejó de discutir con el caballero y se dispuso a taparse los oídos mientras Gankoomon sonreía complacido de haber ganado.

—¿Y tú por qué no te los pones?— preguntó al capitán.

Demon Lord Where stories live. Discover now