Las miradas dicen más que mil palabras.
Midoriya y Bakugou eran la prueba de ello...
Desde que lo salvo hace años de unos perros, Midoriya ha estado enamorado en secreto de Bakugou, su mejor amigo de la infancia. Nunca se había atrevido a confesarse...
Me despierto por el sonido del despertador. Agarro el móvil, mirando la hora.
Iba a gruñir al ver lo temprano que era, pero inmediatamente sonrío al ver el mensaje de mi peliverde.
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No puedo evitar sonreír, era tan tierno y lo amaba. Obviamente nos veríamos. Necesitaba tenerlo entre mis brazos.
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Me levanto, me cambio de ropa y salgo de la habitación.
Mientras voy bajando las escaleras, escucho voces. Suspiro, reconociéndolas. Entro a la cocina y todos dirigen la mirada hacia mi.
—Buenos días Katsuki, feliz navidad— me habla mi tía.
—Si, hola.— musito. Me siento y empiezo a desayunar.
—Ya veo que no has cambiado nada, sigues con la misma actitud que siempre.
Si, he cambiado, pero con vosotros nunca voy a cambiar. El único que se merece mis sonrisas es mi peliverde.
—No, no ha cambiado nada, sigue siendo el mismo malcriado de siempre.
En ese momento veo como en la televisión sale una pareja gay agarrados de la mano y dándose un beso.
Se viene.
—Que asco— murmura la bruja.
—Si, ¿Quiénes se creen que son para hacer eso? Se creerán iguales que nosotros, pero no lo son.— musita el que debería llamar padre con asco.
—Totalmente de acuerdo, no deberían ni de existir.— expresa mi tía.
—Deberían matarlos a todos.
Pongo los ojos en blanco.
Esta era mi “maravillosa familia”. Unos homofóbicos de mierda. Por estas cosas jamás les he contado ni les contare sobre mi amor por el peliverde. Y por eso no quería que Deku se involucrara. No quería que lo despreciaran.
No digo nada. Prefería no decir nada a decir un montón de barbaridades contra ellos.
—Oye Katsuki, ¿y tu tienes novia?— me pregunta mi primo.
