❝katsuki en las orillas del amor❞
𝓤n factor importante dentro de su día a día iba a convertirse en despertar con calidez, no precisamente la que le regalaban las sábanas, sino él, que dormía con placidez a su costado. Enredado entre las mantas, su respiración tan calmada se volvía un suspiro muy lento sobre su cara, y había veces —no tantas— en las que, despertando antes que él, se ponía a descubrir cuántas pestañas en sus ojos tenía. Contaba, y se perdía cerca del diez antes de cubrirse el rostro con las manos.
Bakugo despertó —ya lo había hecho hacía rato— y las corrió, hundiendo las yemas entre sus dedos, ejerciendo una mínima presión, y aguantando las ganas de besarla en lo más hondo de su pecho.
Poco tiempo después de empezar a salir, ser, quizá, lo que llamaban "delicado" era un reto. Resultó que sí había algo que le costaba más que los entrenamientos de su profesor. Pero la práctica hacía al maestro. Sus manos eran naturalmente ásperas y no combinaban muy bien con la piel tan suave de ella. A veces temía acariciarla con tanta fuerza como para hacerle daño. No obstante, solo era una preocupación. Bakugo disfrutaba ser suave, amaba que ella bromeara sobre su antigua máscara de chico malo y, sobre todo, adoraba rogar por amor en sus brazos.
Daba igual que el cuarto estuviese un poco oscuro, que las ventanas cuyas cortinas habían sido corridas antes de acostarse no permitieran una deslumbrante iluminación. Ahí estaba, en la cama, un sol ardiente que podía tocar con las manos. Su momento se resumía en el silencio, y no era malo, de vez en cuando, guardarse las palabras.
—Roncas como un jodido cocodrilo —le dijo con su sonrisa ladeada. Cada mechón de cabello despeinado, revoltoso, caía por su frente, y sus ojos a penas se veían. El colchón rozó la punta de su nariz, pero Bakugo lo corrió debajo de su axila.
—Yo no ronco, mentiroso —refunfuñó.
Sin embargo, no contestó. La miró con paciencia. Ella era la cámara y él el actor al que le sudaban las reglas y miraba al lente con atención. Saltarse esas reglas era divertido. Si en su guion hubiese estado escrito que no debía besarla, hubiese hecho lo contrario —habiendo obtenido su consentimiento—. Thyra lo quería; lo suponía de esa sonrisa arrebatadora.
—No estaría tan seguro de eso, rayitos —bromeó. La tenía apresada entre sus brazos y ella carcajeó por ese apodo que de vez en cuando aparecía por sus labios.
Su mirada, encendida de afecto, le hizo pensar sobre lo cortas que eran las mañanas si estaban juntos. El tiempo pasaba volando, lo quisieran o no. Pero no había nada de lo que preocuparse; todo se repetirá al día siguiente: se levantarían tras el cariño matutino, se vestirían con sus uniformes y, a lo largo del día, se verían pasar por los pupitres de la clase. Antes hubiese odiado ese tipo de rutina, y en el momento la anheló. El hecho de pensar en sí mismo teniendo asegurado ese cariño mañanero al lado de quien más adoraba, le provocó un temblor.
Thyra buscó sus ojos. Se le hacía fascinante su capacidad de transmitir un sentimiento tan fuerte e inexplicable. La viva llamarada roja en el centro de sus ojos destilaba amor. Entonces, Bakugo suspiró de nuevo, y acercó sus labios a los suyos después de remojárselos con la punta de la lengua. Dejó varios a lo largo de su rostro, mientras compartían risas y se despedían por un par de horas de la comodidad de la cama.
Antes de cerrar los ojos y dar un beso más largo, advirtió que el cuarto, aunque las cortinas seguían tapando las ventanas, se iluminó más de lo común.
𝐍𝐎𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐀𝐔𝐓𝐎𝐑𝐀
¿Qué haces acá refugiándote del final de Taxidermia, huh?
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𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 𝐒𝐇𝐀𝐏𝐄𝐃 𝐁𝐄𝐃 | 𝗸𝗮𝘁𝘀𝘂𝗸𝗶 𝗯𝗮𝗸𝘂𝗴𝗼
Fanfiction𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 𝐒𝐇𝐀𝐏𝐄𝐃 𝐁𝐄𝐃 | Un olor, dulce olor del amor, fugaz y eterno. Una canción. Un hombre que se acerca y que sonríe. Apenas un puñado de gestos, unas pocas palabras arañadas sobre un muro, y la llovizna, la miseria, el polvo. ;Piedad B...