Capítulo 26

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Al despertar, nada de lo que había a mi alrededor se me hacía familiar, ni la cama, mucho menos el olor que desprendían las sábanas, tampoco su textura o el aroma que predominaba dentro de aquellas paredes de madera.

Olía a naturaleza, podía percibir el frío, la sensación de que me encontraba completamente sola a excepción del vampiro que, de pie, se mantenía a mi lado.

Me enderecé sobre la cama; vestía un camisón de seda un poco largo, mi cabello estaba suelto, pero parecía que alguien lo cepilló además de limpiar de mi cuerpo todo rastro de sangre y plata que pudo llegar a quedar sobre él.

—¿Dónde estoy? —Mi voz sonó extraña.

—En Rumanía. —Fruncí el ceño. Pensé que iríamos a Inglaterra—. Quise traerte aquí para que estés tranquila —explicó; se volvió a verme apartando la vista de la ventana.

—¿Desde cuándo te importa el cómo me sienta? —Apremié sin mala intención.

—¿Necesitas algo? —Ignoró mi comentario. Suspiré innecesariamente.

—No —respondí, cruzando las manos sobre mis muslos sin mirarlo a la cara. Huía de su mirada.

—Entonces hablemos —dijo. Y supe a dónde se dirigía.

—¿De qué? —Pregunté con fingida incredulidad.

—Tú bien sabes de qué o, mejor dicho, de quién —espetó en tono tosco, dejando entrever que aún seguía molesto, aunque más que eso, sonaba herido.

—No entiendo —murmuré sin levantar la vista. Parecía una niña a la que su padre se encuentra riñendo.

—¿Por qué defendiste así a ese humano? ¿Por qué me desafiaste frente a él? —Me bombardeó con preguntas. Levanté el rostro abruptamente y lo enfrenté.

—¿Le has contado al consejo sobre él? —Indagué deseando escuchar un no. La seguridad de Brent era lo único que me importaba ahora.

—No, Gabrielle, no lo he hecho —confesó; me sentí tranquila—, primero necesitaba hablar contigo y espero la verdad, porque si no yo mismo me encargaré de matarlo.

Lo miré asustada, entendiendo de sobra que esa amenaza iba muy enserio. Él no dudaría en acabarlo, después de todo para Hadrien, mi humano era eso: Un simple e insignificante humano. Sin saber que con causarle algún tipo de daño me rompería el corazón en pedazos... Más de lo que ya lo había hecho.

—Sabes que no me gusta que lastimes a las personas, más cuando son humanos...

—No me mientas, Gabrielle. Quiero la verdad —me interrumpió sin creer una sola de mis palabras; me le quedé mirando sin saber que hacer o decir, un error y mataría a Brent—. Estoy esperando.

—Cuando salí al bosque... —comencé a hablar en voz baja, pensando con rapidez—, escuché al oso y después al humano, entendí que corría peligro, no pensé en las consecuencias y simplemente le salvé la vida. Fue un impulso, lo que haría por cualquier persona.

—Te dejaste expuesta —aseveró serio mirándome con recriminación en sus ojos.

—Lo siento, Hadrien, tenía que salvarlo —me defendí. Él negó.

—Era su hora de morir, no debiste intervenir —refutó; asentí en un modo de darle la razón para que dejara el tema de Brent de una vez por todas.

—Déjalo vivir por favor, él no dirá nada —le pedí, mirándolo suplicante.

—De eso estoy seguro —dijo y me sorprendí de oír su respuesta—. Ahora contéstame esto: ¿Por qué lo besaste? —Tragué saliva y cada músculo de mi cuerpo entro en tensión.

A tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora