Capítulo 26

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Al carajo, su hermano Yibo tenía razón. Jimin debía ser sincero con sus sentimientos, por más extraños que le parecieran.  Ya no quería seguir ideando estrategias para que Jeon Jungkook dejara de ser tan obtuso y se diera cuenta de lo que sentía.  La mejor opción, pensó, era decírselo directamente.

¿O no?

—Solo llegas y lo dices, Jimin, no es tan complicado—, se dijo a sí mismo, sonriendo con una mezcla de nerviosismo y determinación.  La sonrisa se desvaneció rápidamente. —Aunque seguro que para él sí lo será… el pobre es tan tonto—.

Soltó un pesado suspiro antes de entrar en el ascensor. Juntó sus manos, cerró los ojos y se preparó mentalmente.  Estaba a punto de pedir un milagro.

—Dios, soy yo de nuevo… tu hijo favorito, Jimin Park, Park Jimin, Minie, llámame como quieras—, rezó en voz baja—. Sé que cuando hablamos por última vez, hace dos años, te dije que cuando volviéramos a tener esta conversación… tendría todo lo que quería y estaría rodeado de personas inteligentes — hizo una mueca de autocrítica—. Siento que te he fallado… pero entiende, uno no elige en este tipo de cosas, así que no me culpes. En todo caso, la culpa es tuya por crearnos así de débiles… Ah, iré al punto. Solo por esta vez, señor, haz que su cerebro funcione—.

Cuando abrió los ojos, las puertas del ascensor se abrieron. Jimin salió y caminó hasta la puerta del departamento de Jungkook, un edificio moderno con amplias ventanas que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. Iba a tocar, pero recordó que Jungkook, en su costumbre de tenerlo entrando y saliendo de su departamento a todas horas, le había dado una copia de sus llaves.

—Aquí vamos—, murmuró, respirando hondo antes de introducir la llave en la cerradura. El sonido metálico del giro de la llave resonó en el silencio del pasillo. Al abrir la puerta, el aroma a la colonia del pelinegro lo envolvió. El apartamento era espacioso y moderno, con una decoración minimalista pero cálida.  La luz tenue de la tarde se filtraba a través de las cortinas, creando una atmósfera íntima y acogedora.

El corazón de Jimin latía con fuerza en su pecho. Se adentró en el departamento, listo para enfrentarse a lo desconocido, con la esperanza de que su confesión fuera recibida con la misma intensidad de sus sentimientos.

Decir que no estaba emocionado sería mentir, todo su cuerpo temblaba, pero se forzó a lucir estable como siempre.

—¿Kook?— susurró. El pelinegro parecía no estar en casa, y eso descolocó a Jimin, pues él solía encontrarse allí a esas horas.

—Donde carajos los dejaste…— calló al ver al rubio.

Fue entonces cuando la sonrisa en los labios de Park Jimin se borró por completo. Frente a él se encontraba una linda pelirroja en ropa interior, vistiendo una de las camisas de Jungkook, la cual abotonó rápidamente y con torpeza.

—Hola— sonrió avergonzada Nayeon.

—Hola…— susurró Jimin sorprendido.

—Siento esto, recién despierto y…

—No te preocupes— negó lentamente Jimin—. En todo caso, yo me disculpo, llegué en mal momento y sin avisar— dio un paso atrás—. Lo siento, me iré ahora— se disculpó y salió rápidamente del departamento del pelinegro.

Nunca antes había experimentado esa misma sensación: sentirse estúpido y tonto por haber ido hasta allí… las ganas de llorar lo superaban.

—¿Eh?— susurró confusa Nayeon.

—Tu ropa ya seca estorba— avisó Jungkook—. Por cierto, fue mi error, creí que había terminado el trabajo, pero no fue así, no te preocupes, lo terminaré para mañana— dijo ingresando a la sala—. ¿Quién era?

—No lo sé… era un lindo chico rubio— sonrió Nayeon.

—¿Rubio?— frunció el ceño Jungkook—. ¡Jimin!— susurró sorprendido, y sin más salió de su departamento, encontrando al rubio esperando el elevador—. ¡Park!

Jimin tragó en seco e hizo puños con sus manos a los costados para no ceder ante el llanto antes de voltearse, enfrentando a Jungkook.

¿Por qué al verlo se sintió tan decepcionado?
¿Por qué sentía que si seguía mirándolo lloraría?

—Hola…— susurró apenas audible, con un nudo en su garganta.

—Hey… ¿qué hacías aquí?— preguntó Jungkook.

Jimin lo observó. Sus cabellos estaban en todas direcciones, como si acabara de despertar; vestía una gran sudadera sin mangas de color negra, al igual que unos pantalones de deporte grises. No parecía afectado en lo más mínimo, no parecía avergonzado, ni siquiera se explicó.

A esas alturas, Jimin rió internamente. Era obvio que no se explicaría por lo ocurrido; Jungkook tenía todo el derecho de estar con otras personas, pues ellos no eran ni serían nada.

Pero…

¿Qué se suponía que debía hacer o decir ahora?

SOY TU CITA|• KOOKMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora