73 | Madison

166K 7.5K 1.7K
                                    

Erika abre la puerta principal y me deja pasar a mí primero en el piso. La sigo por el pasillo y nos detenemos delante de la puerta de la que supongo que es mi nueva habitación. Pasamos al interior pero hasta que Erika no abre las cortinas no puedo verla con claridad.

Mi habitación da a la calle, por eso es tan luminosa. Me fijo en el resto de muebles que hay en la habitación. La cama se encuentra debajo de la ventana y parece bastante acogedora. El escritorio y el armario están al lado de la puerta, y son lo suficientemente grandes para poder colocar toda mi ropa y mis cosas.

—¿Te gusta? —Me mira esperando mi aprobación—. Intentamos decorarla a tu gusto para que estuvieras lo más cómoda posible.

—¡Claro que me gusta!—Dejo las maletas en el suelo y me tumbo en la cama—. No tendríais que haberos molestado tanto.

Erika se quita las zapatillas y se tumba a mi lado.

—Gracias por recogerme del aeropuerto y por permitirme quedarme aquí.

—No tienes por qué darlas. Mi madre y yo estamos encantadas de tenerte aquí. —Erika se incorpora y golpea mi hombro para que le haga caso—. No tenemos nada en la nevera, así que he hecho una reserva en un restaurante de aquí cerca. También tengo una sorpresa para ti, va a venir tu prima Samantha.

—Me parece bien.

—Genial. —Me muestra una amplia sonrisa—. En cuanto te acomodes nos vamos. Te espero en el salón.

Erika cierra la puerta y me deja sola para que me instale. Me agacho delante de una de las maletas y abro la cremallera. Saco toda la ropa y la organizo en el armario. Reparto el resto de mis cosas entre la mesilla y el escritorio.

Una vez que está todo listo salgo de la habitación y me reúno con Erika en el salón.

—¿Nos vamos?

Coge el bolso de la entrada y bajamos rápidamente las escaleras hasta la calle. Mientras caminamos hacia el restaurante, que se encuentra a tres manzanas de aquí, Erika me comenta cómo ha sido su estancia en Nueva York desde que se marchó de Seattle.

Me paro de repente cuando veo que en la puerta del restaurante nos espera mi prima Sam. Le da una última calada al cigarrillo que tiene entre los labios y lo tira al suelo.

—¡Sam! —grita Erika para llamar su atención.

Mi prima levanta la mirada del suelo y sonríe cuando nos ve. Nos acercamos rápidamente a ella. Me abraza primero a mí y después a Erika.

—No quiero romper este momento tan bonito pero tenemos una reserva y no podemos llegar tarde.

Las dos miramos a Erika y asentimos. La seguimos hasta el interior del restaurante y la camarera nos acompaña hasta nuestra mesa. Sam se sienta conmigo y Erika enfrente de nosotras.

Pedimos cada una un plato y mientras los preparan hablamos sobre los últimos acontecimientos que hemos vivido. Erika me pregunta sobre lo que ocurrió en la fiesta con Will y obviamente tengo que contárselo todo a Sam.

—No conozco mucho a Will como para juzgarlo pero... ¿No se pasó un poco con su hijo?

—Sí.

—Aunque la actitud de la tía Margaret tampoco se queda corta, ¿de verdad quería que estudiaras algo que no te gusta con tal de que te quedes a su lado?

Asiento y bebo un poco de agua antes de continuar.

—Tendría que habérselo contado antes, sé que cometí un error, pero no iba a dejar que ella eligiera mi futuro.

—Bueno lo importante es que estas aquí, ¿no?

Mi respuesta se ve cortada por el camarero que empieza a servir los platos. Las tres comemos en silencio pero Sam lo rompe para hablar de Dylan.

—Nunca pensé que volverías a estar con tu amor de la adolescencia.

Siento como me sonrojo rápidamente e intento desviar el tema, pero ella no me lo permite.

—¿Te hace feliz?

—Sí.

—Entonces, ¿por qué te dejó sin darte explicaciones?

—Es complicado. Dylan estaba pasando un mal momento. Tenía catorce años y no sabía cómo controlar la situación. Se cerró en sí mismo y dejo todo lo que le hacía feliz a un lado.

—Ya entiendo. —Mueve la copa de vino entre sus dedos—. Quiero que me lo presentes.

Me río ante su comentario. Se conocieron en la boda pero no se acuerda porque no intercambiaron ninguna palabra esa noche. A pesar de eso, ya le había hablado antes de Dylan, lo que pasa es que mi opinión sobre él era muy diferente antes que ahora.

Terminamos de comer y llamamos a un taxi para que nos lleve hasta Manhattan. Decidimos dar una vuelta por Broadway desde la cual divisamos levemente Times Square. Entramos en la Séptima Avenida y nos detenemos delante de la fachada de un hotel. Sam aprovecha el momento para contarnos una anécdota que vivió en la azotea de este edificio.

—Conocí a un chico unos días después de empezar la carrera. Me invitó a cenar y me sorprendió con una habitación en este hotel. En la azotea prepararon una mesa y cenamos a la luz de la luna. Regresamos a la habitación y me hizo sentir la persona más especial del mundo. Cuando me desperté al día siguiente no estaba, pero siempre me acordaré de lo bien que me lo hizo pasar. —Nos giña el ojo y nosotras nos reímos a carcajadas—. Y enfrente de este hotel termina nuestra visita de hoy, espero que lo hayáis pasado bien pero ya es hora de volver a nuestras casas.

Llamamos a un taxi y Sam es la primera en bajar. Nos despedimos de ella y nos volvemos a incorporar en la carretera. Cuando llegamos, pagamos el taxi y subimos con un poco de dificultad las escaleras.

—Menos mal que no llevábamos tacones —dice Erika tumbándose en el sofá—. Creo que voy a dormir aquí esta noche, me duelen mucho los pies.

Me río y le doy un beso antes de encerrarme en mi habitación. Me pongo ropa más cómoda y enciendo el móvil. Tengo varios mensajes de Dylan y los leo todos con una sonrisa en los labios.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora