—Nikko tiene una enfermedad autoinmune —revela Jakod.
Da la impresión de que eso es suficiente para entender el tema.
Pero me le quedo mirando a la espera de más detalles.
Entonces, él echa un vistazo a las cortinas con cierta duda y luego hace un gesto de «bueno, ¿qué más da?», y se acerca más a la camilla para soltar la información como un chismecito de la tarde.
—Son varias cosas —sigue explicando. Ya capto que es muy expresivo cuando habla—. Artritis reumatoide, que se la diagnosticaron hace un año y medio, y síndrome de Sjögren. Ese casi lo mata hace poco.
—¿Casi lo mata? —Alzo las cejas, sorprendida.
Jakod asiente, y su expresión de pronto se torna desanimada, lo que demuestra que los recuerdos asociados a lo que va a contar son difíciles y algo dolorosos:
—Tuvo una vasculitis cerebral por culpa del síndrome de Sjögren. Estuvo hospitalizado por un par de meses, tenía mucha inflamación en los vasos y mucho dolor. Estaba todo el tiempo dormido, y cuando despertaba le era difícil hablar o decir lo que pensaba. Es... Fue... no lo sé, no le digas que te conté porque no le gusta hablar de eso, pero la doctora Cline le salvó la vida. Fue la única que detectó lo que en verdad le sucedía, porque al ser tan joven era difícil de diagnosticar. De hecho, pasamos un mes entero sin diagnóstico, solo yendo a distintos médicos, y Nikko sufrió mucho dolor porque nada de lo que le recetaban lo ayudaba. Él decía que era como si su cerebro estuviera a punto de reventar su cráneo. Hasta que un día lo vi tirado en la cama sin moverse, me asusté mucho, lo traje aquí y ella nos atendió. El punto es que ahora debe seguir un tratamiento fuerte para que su sistema inmune no lo mate y no le deforme los dedos, y eso también hace que sus defensas sean bajas. Por eso nos alteramos bastante cuando se cortó, y también porque jugar ya es doloroso para él. Cualquier cosa que implique usar sus dedos hace que luego le duelan las manos, las articulaciones, casi todo. Sin contar que sus ojos se resecan de una forma extrema que a veces le impide mirar pantallas, y que todo el tiempo está muy fatigado a pesar de que no lo demuestra.
Al terminar de hablar, los ojos de Jakod están algo humedecidos. Pero lo disimula y se recupera con un carraspeo en la garganta y con una sonrisa de esas de que ya todo está bien.
—Uno creería que no es nada, pero el dolor puede ser realmente intenso —dice Olive con suavidad—. He escuchado un poco sobre ello. Cuando tienes una enfermedad autoinmune, tu sistema inmunológico en lugar de protegerte, te ataca. Es tu mayor enemigo dentro de tu cuerpo. Tu propio sistema te causa enfermedades peligrosas y deben suprimirlo con tratamientos para evitar eso, así que las defensas son aún más bajas.
—Sí, y la artritis no es solo una enfermedad de viejitos —suspira Jakod—. Es decir, es un poco raro en alguien tan joven, y creo que eso es lo peor...
Se hace un pequeño silencio de esos posteriores a una anécdota triste.
No sé qué piensa Olive, pero yo me quedo procesándolo.
Así que la forma en la que vi que Nikko se frotaba los dedos no solo era un gesto de ansiedad, ¿era también un gesto de dolor? Dedos inquietos por... ¿necesidad de alivio?
Admito que no sé mucho de estas enfermedades, pero por como lo ha contado Jakod, le creo que ha sido algo difícil.
—Jakod, disculpa, pero ¿podrías dejarme a solas con Saskia un momento? —le pide Olive de repente con amabilidad.
—Claro —acepta él sin problemas. Se encamina con la cesta hacia la salida, pero se detiene—. ¿Puedo dejar a la bebé aquí? Me da miedo que si la muevo mucho podría despertarse y lo que menos necesitamos es otra explosión de caca.

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El caos que somos
Teen Fiction"Hola, soy Saskia y me enamoré de alguien por internet." "Hola, soy Nikko y engañé a alguien por internet."