Capítulo VI.

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La dieta de Ricitos.

El temporizador se detuvo, y anunció que ya habían pasado los cinco minutos del reto.
Todos estaban tan deleitados por lo excelente que era Ricitos en el piano, sus dedos hacían magia al tocar las teclas y la expresión de su rostro reflejaba tranquilidad, pasión y alegría. Parecía que tocar el piano traía placer a su ser.

—Señorita, su novio toca tan profesionalmente —dijo una anciana que estaba cerca del piano.

—Es la primera vez que lo escucho tocar... —respondí y la dulce anciana sonrió de una forma tierna.

Duró tres minutos más tocando otra sonata que no reconocí. Yo me acerqué está vez, sentándome junto a él en el banco del piano.
Él tenía los ojos cerrados disfrutando de sus melodías, hasta que sintió mi presencia y se recargó en mi hombro con delicadeza.

—Ojitos, yo toco y tú cantas, ¿Está bien? —dijo abriendo los ojos y dando una pausa.

—Bien, veré sí me sé la canción.

Tan pronto como afirmé, comenzó a tocar la canción Snowman de Sia. En ese momento intuí porqué él tenía idea de que era una de mis canciones preferidas.

Me levanté a un lado de él para poder cantar y ver como toca el piano.
Canté sin tener pena para nada. Mi voz la sentí tan delicada, como sí pudiera cantar con facilidad.

Los comensales me escuchaban atentamente y los meseros tarareaban la canción, hasta que por fin terminó con una ovación por parte de todos los presentes.

—Wow... me rompiste los tímpanos —comentó Ricitos con un tono irónico.

—Te regresé el favor. Hace rato hiciste sangrar mis oídos por tú interpretación de Beethoven —dije compartiendo la ironía.

—Lo sé, soy tan genial.

Después de aquella colaboración entre mi voz y sus notas, ambos nos sentamos en una mesa para por fin comer.

Pasó un minuto cuando llegó un mesero sosteniendo una carta de menú.

—Su premio señor —. El mesero le entregó a Ricitos el menú, pero el lo rechazó cordialmente.

—Temo decir que estoy a dieta, denle el premio a la fea que tengo en frente —. Me señaló y el mesero asintió por aquella respuesta.

Mis ojos contemplaron el menú de premios que la cafetería ofrecía. Tenía tantos platillos dulces que sentía la boca hecha agua.

—¿De cuánto es el premio? —pregunté emocionada viendo el menú, deleitando mis ojos con las apetecibles imágenes de la comida.

El mesero pelirrojo sonrió y me señaló las recetas especiales. Habían frappé, bebidas especiales, licuados, rebanadas de pastel, cupcakes, pancakes, waffles, pays, cubiletes, entre otras cosas deliciosas.

Me decidí por un pay de queso y esperé como una niña pequeña. Aunque me sentía rara por ver qué Ricitos había rechazado su premio. Fue lindo que me lo diera, pero una parte de mí pensaba que sí no podíamos comer juntos, entonces no deberíamos de haber venido.

—Dices que estás a dieta, ¿Por qué venimos aquí si no puedes comer cosas con muchas calorías? —pregunté haciendo énfasis en lo que había dicho.

En mi Corazón.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن