Capítulo V.

21 4 0
                                    

Cinco minutos más.

No tenía mucho tiempo para escuchar la historia de Sami, así que me levanté para prepararme para el instituto.

—Más tarde me cuentas. Debo de irme al exámen —comenté dirigiendo mis pasos como una bala a mi habitación, donde solo agarré mi mochila.

Samira se despidió y prometió después contarme cómo se habían conocido.

Bajé y tomé mi bicicleta para ir con rapidez hacia el instituto porque al ser más temprano está vez, mi madre no podría llevarme.
Solo esperaba que los 6 minutos que tenía de retraso sean suficientes para llegar al edificio que estaba situado a 30 minutos de mi casa.

—Debí despertarme temprano... —. Me murmuré a mí misma.

Un grito a la lejanía me hizo desconectarme de mis pensamientos y volver a la realidad, era Ricitos quien también se le había hecho tarde.

—Hey Ojitos, veo que también te quedaste dormida.

Acercó su bicicleta a la mía, su semblante era serio pero tenía cierta sonrisa burlesca que me contagió de la divertida expresión.

—¿También? Ahora entiendo que tus sexys ojeras están ahí por no dormir.

—¿"Sexys"?, ¿Otra vez halagando mis ojos? —respondió.

Solo reí e intenté seguirle el ritmo con la bicicleta. No podía ir a la misma velocidad que él y se me notaba lo suficiente como para darse cuenta de que me estaba agotando en cada pedaleo.

—No te rías... —expresé mirándolo fijamente. Aunque para él sonó como un «Ríete más fuerte para que todos escuchen».

—No estoy riéndome, solo estoy sacando aire con sonido. En serio eres graciosa hasta como pedaleas —contestó haciéndose a una orilla y parando en un estacionamiento libre de bicicletas no tardó en sacar su cadena y un candado para atar mi bicicleta.

Eso me desconcertó, hasta que él me dijo:

—Si seguimos con este ritmo vergonzoso no llegaremos ni para barrer, así que agárrate del asiento y pobre de ti que me abraces. —mencionó.

Entendí lo que trataba de hacer así que bajé de mi asiento y esperé a que él se acomodara para poder subirnos juntos en una sola bicicleta.

—Yo no abrazo a emos con cara de drogadictos, no te preocupes.

—Y yo no dejo que me abracen chicas de cabello color zanahoria.

Dejé que terminara  ahí la conversación y me aferré al asiento.

Durante el recorrido solo esperaba que no pasará algo muy cliché como pasar un bache y tener la necesidad de abrazarlo. Ricitos parecía del tipo de persona que si se lo proponía, podía golpear hasta a una abuelita. No quería saber si estaría dispuesto a golpear a una chica, tampoco iba a averiguarlo.

—Si no subo la velocidad probablemente no llegaremos al instituto —dijo conduciendo sin manos y esquivando todo lo que se atravesara en su camino.

Luego tomó mis muñecas y fijó mis manos en su torso.

—Dijiste que no dejabas que chicas cobrizas te abrazaran. —comenté viendo la situación.

—También dije que salvaría a un bebé en el examen de ciencias humanas; vivimos en un mundo de mentiras. Gorda.

—¡No soy gorda! Drogadicto emo.

—Y yo no soy emo —respondió frenando repentinamente, haciendo que me golpeara con su espalda.

En mi Corazón.Where stories live. Discover now