𝐌𝐞𝐥𝐨𝐝𝐢́𝐚𝐬

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﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏;;📍 Mᴇʟᴏᴅɪ́ᴀs

Sus dedos presionaban con fuerza las teclas del piano a su paso, creando las melodías más melancólicas que los oyentes del club de música hayan escuchado antes.

Las gotas de lluvia golpeaban con fuerza los ventanales del lugar, trazando así un largo recorrido hasta acumularse una tras otra sobre el borde, para después, desplomarse y caer al suelo.

Todos los ojos de la habitación estaban enfocados en él, todas las bocas de la habitación nombraban su nombre.

A pesar de eso, él sólo estaba enfocado en una sola cosa, su mente solamente tenía presente a una sola persona.

A ella, su querida amada, su pequeña.

Las melodías provenientes del piano eran un vago recuerdo de lo que fue su amor, o más bien, de lo que sentía ahora que ya no la tenía a su lado.

Solamente eso, recuerdos.

El semblante en su rostro era totalmente inexpresivo, pero aún así, aún con aquella expresión sombría, dentro de aquellos ojos verdes, de aquellas pupilas deslumbrantes podían leerse sus sentimientos, podía proyectarse su alma, el dolor que existía ahí adentro.

Las puertas del club se abrieron de par en par, dejando ver a un hombre esbelto, blanco, algo mayor de edad pero bien conservado.

Todos aquellos ojos que veían al chico tocando el piano dieron a parar en aquel hombre trajeado, todos murmuraban entre sí.

Al parecer, aquel hombre era alguien reconocido en la ciudad de New York, ya que tenía un gran poder en la industria musical.

Dicho hombre no emitió ni una sola palabra, simplemente se dispuso a tomar asiento en una de las mesas. Roxanne se acercó ofreciéndole algo de beber, trago el cuál rechazó de inmediato de forma educada, para después aclarar su garganta y hablar.

— ¿Es usted dueña del club?

— No, mi mejor amiga lo es, desgraciadamente tuvo que salir, pero soy trabajadora del lugar, estoy encargada por ahora.

— ¿Aquel chico es parte del club? – preguntó alzando su mirada un poco, dirigiendo su vista al chico que tocaba el piano sin siquiera percatarse de nada a su alrededor.

— Así es. Aidan Gallagher, es hijo de la dueña del club, es un apasionado por la música. Toca la guitarra y el piano, pero además de eso, tiene una voz preciosa. – respondió intentando parecer lo más contenta posible, pero a pesar de eso, lo miraba con algo de pesadumbre, el chico lucía abatido, y sin querer demostrarlo, ella también.

El hombre se paró de su asiento y se aproximó al chico. Colocó una de sus manos sobre la tapa superior del piano, sin parar de admirar aquella hermosa melodía.

— Tocas precioso. Además, me contaron que cantas. ¿Puedo escuchar?

Aidan dejó de tocar el piano por un momento, elevó su mirada y vió a aquel hombre frente a él. Dejó de verlo durante unos segundos para dirigir su mirar a Roxanne, quién estaba algunos centímetros alejada, ella sólo sonrió.

— Ésta es una canción que compuse yo mismo. – dijo dirigiendo nuevamente su atención al hombre, sus manos volvieron a postrarse sobre las teclas del piano. — Se llama "For You".

Dicho esto, comenzó a tocar una vez más el instrumento frente a él, así como a cantar, dejando impresionado a aquel productor de música, su voz era demasiado angelical, además de la preciosa forma en la que tocaba el piano.

— ¡Maravilloso! – exclamó dando un pequeño aplauso, todos en el club miraban la escena contentos por el ojiverde. — ¿Te gustaría trabajar con nosotros?

Aidan permaneció en silencio por unos largos segundos, miró a Roxanne con tristeza, ella sabía lo que ocurría, debía apoyarlo.

— ¿Me permite unos minutitos con el chico? Necesita pensarlo bien.

Aidan se puso de pie y se retiró con la mayor a un lugar un poco más privado de la gente. Estaba frente a ella, él miraba el suelo, ella lo miraba a él.

— ¿Qué sucede, cariño?

— No sé si realmente este hecho para esto, siento que, mis sueños se han ido, así como la razón de mi existir.

— Levanta la cabeza, quiero verte a los ojos.

Aidan alzó la mirada, en sus ojos se acumulaban las primeras lágrimas.

— Quiero que me repitas quién eres y cuáles son tus más grandes sueños.

Aidan apartó la mirada.

— Esto es una ridiculez.

— Hazlo, Aidan, y mírame a los ojos.

Roxanne colocó ambas manos sobre los hombros del chico, Aidan volvió a mirarla.

— Soy Aidan Gallagher. Mis sueños más grandes son la música, y... ella.

— Exacto, eres Aidan Gallagher, ese pequeño revoltoso que conozco desde los primeros segundos de su vida, ese pequeño que desde que tiene memoria me ha hablado de lo genial que es la música o lo mucho que la ama. – la voz comenzó a quebrársele, ella entendía a la perfección a Aidan, incluso un poco más de lo que le gustaría. — Te entiendo perfectamente, perdí a mi alma gemela, ella... falleció. Pero sé que nada la haría más feliz que verme triunfar, ser feliz.

Aidan la miró directo a los ojos, sus lágrimas salían ahora sin intentar contenerlas, con una expresión seria.

— A pesar de tomar distintos caminos la tengo presente en mi vida y la conozco mejor que nadie. – musitó. — Así como a mí me gustaría verla triunfar, sé que ella espera lo mismo de mí.

Roxanne limpió con la manga de su blusa las primeras lágrimas que rodaban por sus mejillas.

— Está es la oportunidad de tu vida Aidan Gallagher, no la desperdicies.

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Nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora