Capítulo I

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Anya nunca se había sentido tan sola, tan perdida, no quería volver a casa, toda la superficialidad que la rodeaba era inaguantable. En colonias como la Colonia Diamante solo se veía lo que la opulencia podía hacer, la gente vivía conectada a toda hora simplemente satisfaciendo sus diferentes necesidades, o lo que el sistema les decía que necesitaban, la exageración en el no tener que hacer nada, simplemente vivir y gozar era algo que no iba con ella. Sus padres jamás lo habían entendido y la habían hecho pensar que toda su vida era únicamente para disfrutar, pero «¿qué era disfrutar?», pensaba constantemente. Los paseos a la Luna cada cierto tiempo hacían que se quedara viendo a la tierra como ese minúsculo lugar azul, verde y blanco, al cual pertenecía, pero con el cual no se sentía conectada.

Después de una terrible pelea con su madre, donde dijeron todo lo que sentían mutuamente en el calor de la discusión (o eso creía Anya); decidió aceptar la invitación de uno de sus amigos que estaba en comunidades de desconectados, personas que querían volver a la realidad y abandonar toda conexión a la red por siempre. En la Colonia Diamante, había realmente muy pocos, pero había un bar muy famoso por no contar con ninguna conexión a la red y apegarse a la vida del pasado, ese pasado donde Anya siempre quiso vivir.

Afuera del bar las calles estaban desoladas, todas las personas del mundo deberían estar en ese momento en su casa, o mejor aún, en su mansión conectadas. Realmente no podían vivir de otra manera y era lo que más atormentaba a Anya. Revisó en la pantalla de su muñeca la dirección y pensó en cuán hipócrita era al pensar que podía vivir desconectada y aún así revisaba una simple dirección en su pulso de última tecnología.

Era una casa que no tenía nada de diferente a otras del lugar, todo estaba integrado con la naturaleza, aunque observando a detalle, notó que no había ventanas por ningún lado.

—¿Buscas algo? —preguntó este hombre vestido con un traje de paño negro como los que se veía en las antiguas películas, su peculiar barba en forma de candado y su pelo engominado hacia atrás le daban un aspecto un poco intimidante.

—Me dijeron que preguntara por Luc —dijo Anya un poco intimidada, mientras este hombre la miraba de arriba abajo.

—¿Código de quién te envía? —preguntó el hombre de manera cortante.

—Me envió B687432-008765X3D —leyó Anya de su muñeca nuevamente.

—Tendrás que apagar eso al entrar...

—Anya.

—Muy bien Anya, dentro de esta casa no hay conexión alguna, espero disfrutes tu estancia —dijo dándole paso por en medio de un túnel bastante angosto donde varias varillas de metal lo rodeaban.

Sentía como sus pocas modificaciones se apagaban, siempre había sentido repugnancia por algunos olores, así que desde muy niña su madre había hecho que le pusieran modificadores de sensación de olores en su nariz, así que por primera vez sentía el verdadero olor de las cosas, era extraño pero emocionante.

El lugar estaba atestado de personas vestidas de negro, tomando y bailando música incomprensible para sus oídos. Tímidamente, se sentó en la barra y ordenó un Bloody Mary. Muchas personas la miraban con extrañeza, seguía siendo poco común ver una persona albina, por más modificaciones corporales que habían propuesto sus padres, ella adoraba lo que la genética había hecho, afortunadamente su albinismo solo había influido en su pigmentación y había afectado realmente poco sus ojos.

—¿Buscabas a Luc? —preguntó a Anya un hombre tremendamente alto, superaba la media de todos, pero no era musculoso, tampoco delgado, era rubio, extremadamente pálido como ella, de ojos azules y facciones no muy usuales en el mundo de hoy...

Sangre de DiamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora