𝐯𝐢. atrapada

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—Ivar puede ser bastante... impredecible.

—El no sabe que vengo aquí —la chica murmura en respuesta, sabiendo que sería reprendida—. El principe es un amo ausente.

Helga se vuelve lentamente hacia ella, llevándose una mano a la cadera mientras hace un ruido de reprobación.

—Estas buscando un regaño. ¿Edda no te busca?

—Si no puede encontrarme, no puede molestarme. Ella tampoco me quiere mucho.

—¿Y te preguntas porque? —pregunta Helga.

Artemis aparta la mirada de su severa mirada, sin esperar a ver la decepción en sus ojos. En su lugar, se pone de pie y estira sus huesos doloridos por otra noche de insomnio plagada de los pensamientos habituales, excepto que ahora incluían a Ivar.

—Artemis, ¿porque aún no has entendido cuál es tu lugar aquí? —Helga comenzó con un suspiro—. Eres una esclava. Puedo mostrarte mi favor, pero eso no significa que el resto lo hará. Ocúpate, muéstrate obediente y, tal vez puedas ganarte el favor, incluso el favor de Ivar.

La mujer de cabello rubio se acerca a la pequeña mesa de su cocina, dejando a un lado un trozo de pan y queso en un paño. Se lo ofrece a la chica, ahora de pie junto al fuego.

—Aquí —insta Helga, agarrando más delgado y dándole lo poco que le dan de comer a los monjes.

—¿Que es esto? —Artemis observa el bulto.

—Para ti. Estas adelgazando dando lo poco que te dan de comer a los monjes.

—¿Como sabe eso? —ella le pregunta, las cejas arqueadas en genuina confusión.

—Porque te he visto, niña tonta.

Generalmente es temprano en la mañana cuando Artemis se iba corriendo, repartiendo la poca comida que podía adquirir a los monjes, a menudo vistos construyendo las fortificaciones alrededor de Kattegat que la reina Lagertha había implementado.

Ella hizo lo que pudo, y a cambio, añadieron su nombre a sus oraciones con la esperanza de que dios los oyera.

—No merezco tu ayuda, Helga —le dice a la mujer mayor, con una tristeza en sus palabras.

Eran momentos como estos en los que Artemis sabía que debería ser más amable con Helga. Le reprocho a dios por haberle mandado a una mujer amable entre los paganos.

—Tonterías —responde la mujer mayor con su habitual sonrisa. Los ojos de Artemis brillaron, pero antes de que pudiera expresar palabras de gratitud, la puerta fue abierta con un traqueteo, revelando a Floki y a su amo lisiado.

Ivar y Artemis inmediatamente se miran a los ojos, una batalla silenciosa entre sus mares embravecidos y sus interminables charcos oscuros. El estaba listo para ladrarle, sus labios ya moldeándose en un ceño fruncido de desaprobación, pero Floki lo interrumpió con un fuerte suspiro, quitándose el cinturón de herramientas y arrojándola a un lado.

—Helga, querida esposa ¿Que te he dicho acerca de traer a esta chica a nuestro lecho?

El parecía cansado de decirlo, como si hubieran discutido este tema muchas veces antes. El mira a Artemis antes de caminar hacia la pequeña mesa, sentándose en una silla con un gruñido mientras Helga le servía una taza de cerveza.

—Ella solo vino a visitarme, Floki. No seas tan horrible —se defiende ella estando pendiente de Ivar todo el tiempo. Era como si le suplicara con la mirada que no lastimara a la chica.

—Así que Helga —Ivar comienza—. Parece que mi esclava disfruta de tu compañía. Espero que no sea una carga para ti.

El observa a Artemis por encima de la copa de cerveza que le ofrecieron. El mira sus trenzas, pero no hace nada más.

𝐅𝐎𝐑𝐆𝐈𝐍𝐆 𝐀 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ━ 𝐢𝐯𝐚𝐫 𝐭𝐡𝐞 𝐛𝐨𝐧𝐞𝐥𝐞𝐬𝐬  Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora