XXI: Entre fuego y lagrimas

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La primera vez que John vio a Amelia no le pareció una mujer ni guapa o interesante, de hecho la mujer que había cautivado los sentidos del hombre desde el primer momento, fue Katie.

Ambas eran los opuestos de la otra y eso John lo sabía muy bien, Katie era más fácil de manipular que Amelia, eso estaba claro, sin embargo, cuando quiso hacer su movimiento...las cosas no salieron como él planeaba desde un inicio y eso era algo que está la fecha el hombre no podía entender.

¿Cuando su objetivo cambió tan drásticamente? Amelia no era lo que quería, pero una parte de su mente estaba aferrada a no dejar ir a la mujer, tanto que una pequeña parte de John sentía lástima, razón por la cual se negó a tener lazos con el niño de su esposa aparte de otras razones.

Henry no era suyo, no lo sentía como tal, lo había intentado, pero no sentía ni el más mínimo sentimiento por él; era como si su existencia pasara desapercibida y eso, al contrario de enojarlo lo llenaba de alivio, pero había algo que si le molestaba y era que aún con todo lo que había hecho para que Amelia olvidara a Liam...ese tipo siempre estuvo en sus pensamientos: al dormir, al tener sexo ¡hasta en un maldito tatuaje!

John no amaba a Amelia, pero no soportaba compartir ni ser relegado por el recuerdo de algo que a sus ojos, nunca había existido.

(...)

Rebecca Dagger creía tener un temple de acero en cuanto a las crisis, pues como abogada tener la mente fría era crucial. También la estricta educación impartida por su madre había calado hondo en ella; pero ahora su mente era un caos total al ver la puerta de la casa de Amelia abierta de par en par.

Ignorando a sus amigos, Rebecca comenzó a dar pasos hacia la puerta con un mal presentimiento que tenía desde que Liam había caído en coma. Entró con paso lento de manera cautelosa notando algunos detalles que cuando se llevó a los niños a jugar con su primo: el celular de su hija tirado bajo el sillón y el olor a una colonia de hombre.

—¿Becca? —Ambrose, después de pedirle a su hijo y nuera que cuidarán a Henry y Lucia, el padre de Amelia regresó a la casa de su hija con la sorpresa de que Rebecca había entrado sin esperar a la policía o a él.

—Se la llevaron, Ambrose. —Volteó a verlo con lágrimas en los ojos—. Alguien secuestró a nuestra hija ¿por que nos está pasando esto?

Sin poder evitarlo más, Rebecca cayó en los brazos de su esposo, llorando. Desde la puerta Emilie y Keith veían todo sin intervenir, pero con la resolución de querer hacer algo y la mujer rubia supo a quien recurrir.

Karl Andreas cooperaría de una forma u otra.

(...)
Ajeno a las promesas de dolor y sufrimiento que Emilie Jones le prometía, Karl Andreas, mejor conocido como Enma-O estaba en su palacio celestial que le permitía ver todo de manera más amplia y sin interrupciones de molestos humanos con sus problemas aún más mundanos que ellos mismos, el espectáculo que daban sus queridas marionetas: Amelia, Liam, John y esa mujer que comenzó todo.

—Y todo por celos. —Enma-O soltó una carcajada, pero su diversión se vio terminada cuando su hermana entró.

—En lugar de seguir ese drama ¡ponte a trabajar! Tenemos peticiones y almas que ajusticiar, mucho tengo que soportar al hacer tu trabajo y el mío solo para que te diviertas. —El dios la interrumpió.

—¡Hago mi trabajo! Debo asegurarme de que esos humanos entiendan que conmigo no se deben de meter, pero ahora que lo dices ¿cómo está mi pequeño encargo?

—Es tan idiota que no sabe que el mismo es la solución para salir —dice Enya aburrida—, aunque me preocupa el niño.

—¿Niño? —Enma-O no recordaba a ningún niño menos a algún con el poder suficiente para romper la prisión mental de Liam.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora