17. Metal

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Desde que habían llegado a la escuela de hechicería, Jin había tenido pesadillas

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Desde que habían llegado a la escuela de hechicería, Jin había tenido pesadillas. No quiso decirle nada a Nobara, pensó que podría ella sola, pero llegó un punto donde decidió pararlo.

En sus sueños aparecía la maldición y le hablaba. Le decía cosas terroríficas que decidía ignorar, hasta que un día decidió lanzar varias amenazas y la pelinegra pensó que era hora de ponerle fin.

Deja de ignorarme.

—¿Qué quieres?

Jin apretó sus párpados y visualizó a aquella maldición en su mente.

Quiero acabar lo que empecé y no puedo entrar en la escuela de hechicería por segunda vez. Si no vienes a esta dirección encontraré la forma y mataré a esa chica que tanto te importa.

No quiso arriesgarse. No iba a permitir que aquel ser dañase a Nobara ni a ninguno de sus amigos. Esa maldición era su problema y ella personalmente iba a acabar con ella.

Le dolió irse sin decir nada, especialmente porque le había prometido a Nobara que no iba a hacerlo, pero debía hacerlo.

Por la mañana la joven había llegado al lugar acordado. Era una especie de fábrica abandonada en las afueras de la ciudad. Un lugar perfecto para maldiciones, sin duda.

Vaya, has venido.

—Sal y afronta las cosas, cobarde.

La maldición salió de detrás de una tubería y le dedicó una sonrisa afilada.

Hoy estoy de buen humor, así que te dejaré que escoger.

Jin la miró desconcertada, a medida que empezaba a crear una larga cadena.

Opción número uno: matarte rápidamente para que no sientas dolor.

La pelinegra estaba cada vez más tensa. Su voz le daba escalofríos, pero no iba a dejar de ninguna de las maneras que sus anteriores trucos volvieran a afectarla. Ahora conocía a esa maldición.

O la opción número dos: matarte lentamente para que sufras ¿Cuál eliges?

La de ojos verdes soltó una sonora carcajada que sorprendió al ser.

—Elijo la opción número tres: matarte de la forma más dolorosa posible.

Prefiero la dos, es la forma en la que maté a tus padres.

La joven hechicera apretó los puños con fuerza y se lanzó hacia ella. Sus cadenas consiguieron rodearla en pocos segundos, estas estaban llenas de energía maldita que ahogaba la maldición. Por desgracia, no fue suficiente para detenerla.

¿Crees que con unas simples cadenas vas a matarme?

La maldición consiguió romperlas y empujar a la joven haciendo que chocara con una viga de metal.

Cadenas | Nobara Kugisaki x Ocजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें