22: Ríos de fuego

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Para sorpresa de ambos, Namael no opuso resistencia. Lo condujeron entre burlas, provocaciones y empujones hasta otra habitación, donde Dae Young se encontraba esperando pacientemente a que llegaran. El sitio estaba bien iluminado, había una mesa con dos sillas en un lado, cerca de la puerta. En el centro había una gran roca circular que se alzaba sobre el resto de la superficie. No se veía el techo o ventanas, pero había una luz que casi parecía natural en día tranquilo de primavera.

"Pueden irse".

No era una sugerencia, era una orden antes de que cualquiera de los dos, sobre todo RK, dijera algo. Los demonios fruncieron el ceño e intercambiaron miradas, Chira fue el primero en asentir y marcharse con la cabeza bien en alto, como si tratar con el ángel fuese una tarea vil y de poca clase para él.

"¿Pasa algo, Ryota?"

"No, señor".

RK le dio una última mirada llena de odio antes de dar la vuelta y salió, todavía desfilando con su espada. Al quedarse a solas, Dae Young señaló las sillas e invitó a Namael a tomar asiento. Podría parecer un día casual de día de campo, de no ser porque la situación era demasiado tensa y complicada como para ello.

"Debo confesar que me has sorprendido", comenzó a hablar. Cruzó una pierna sobre la otra y observó al ángel con suma atención. "Eres fuerte, Namael. Me vendría bien alguien como tú de mi lado, ¿por qué no te unes a nosotros?"

Namael dirigió sus pies hasta la silla y dos tazas humeantes llenas de un increíble olor, aparecieron sobre la mesa. Si alguien que no fuese Dios le hubiera dicho que un día se sentaría a tomar un café con el mismísimo gobernante del infierno, le hubiera costado muchísimo creerlo.

"Los ángeles no tenemos alma, lo sabes mejor que nadie. No puedes usarme".

Dae Young rio entre dientes. Quizás solo a él aquella situación le parecería graciosa. Un simple ángel subestimándolo, ah... no aprendían.

"Pero puedo usar a un ángel caído. Puedo hacerte caer y serás mío. No es como que tengas muchas opciones de todos modos, estás ante mí y allá afuera hay alguien ansioso de saldar cuentas contigo".

"Eso no pasará".

"¿Crees que no dejaré a nuestro querido Jungkook cobrar tantas esperanzas y promesas rotas? Mira lo que pasó porque te entrometiste cuando no te llamaban. Fallaste dos veces, es lo mínimo que puedo permitirle al muchacho hacer para que se libere del dolor que le dejaste".

Dolor. Culpa. Namael no tenía alma, pero sentía esas dos emociones, sobre todo cuando se trataba del más joven de los cobradores.

Negó en silencio.

"No tengo miedo de enfrentarme a Kusakabe Ryota y su sed de venganza. Estaba lastimado, te aprovechaste de él, por eso ahora es lo que es".

"Oh, no. No fui yo quien alimentó sus esperanzas, yo le di lo que ansiaba. Yo le di lo que quería. Tú fuiste quien se metió por voluntad propia donde no lo llamaban, y fuiste tú quien confundió su mente. Mis cláusulas eran claras, no tenías por qué salvarlo. Míralo, es fuerte y prácticamente inmortal. Hice más por él de lo que tú pudieras haber logrado".

Agachó la cabeza. Todo era sobre aquel momento en que terminó usando el libre albedrío, algo a lo que un ángel, técnicamente, no podía aspirar. Ahora comenzaba a entenderlo todo poco a poco.

Dae Young tomó la taza y la acercó a sus labios con calma. En esta ocasión no llevaba uno de sus trajes a la medida, parecía simplemente que había salido con un amigo en un paseo casual. Hubo un silencio en el que no cruzaron miradas, Namael ni siquiera tomó la taza, tan solo cerró los ojos de nuevo, como en la celda.

"¿Sabes lo que me pasó a mí cuando caí?", Dae Young retomó la conversación y luego señaló las alas del ángel. "Las perdí. Me las quitaron y me echaron. Caí todo el camino hasta la Tierra. Era innecesario, ¿sabes? Ser un ángel caído se refiere a caer de la gracia de Dios, pero nuestros hermanos y hermanas lo tomaron de forma literal, pensaron que sería divertido. No tienen alma, eso no significa que sean imparciales. Una justicia ciega... Al menos ya no estoy ciego. Ahora veo lo que ellos no ven desde arriba, y tú también puedes verlo. No era necesario que perdiera mis alas, pero si te dejo mantenerlas, no podré hacerte mío. Necesitamos ese dolor".

Namael mantuvo su posición, una meditación en el lugar más peculiar de todos. No quería aquello, no quería perder sus alas ni ser un ángel caído, había sido un buen soldado por milenios y estuvo tan cerca de salvar a Louis en esa ocasión. Tampoco podía permitirse perder la fe, a pesar de las palabras de Dae Young. Había un debate en su interior, dos corrientes que peleaban y empezaban a formar un tornado.

"¿Es esto parte del plan?"

"En un inicio no lo era, hasta que apareciste de nuevo. Una oportunidad única en la vida".

"No te preguntaba a ti", le respondió todavía con los ojos cerrados.

El diablo sonrió de lado.

"Ah, claro. ¿Nuestro padre te habla? ¿Así que eres su favorito ahora? Curioso, deja caer a sus ángeles más amados. Tendré que agradecerle por el regalo más tarde."

Se acercó a Namael, la camisa no eran más que harapos en ese momento, los músculos de sus brazos y su abdomen quedaban perfectamente marcados gracias a la posición que el ángel mantenía, perfectamente erguido sobre la silla. Suspiró como si fuera una lástima pensar en desperdiciar aquel tipo de poder y cuerpo.

"No te preocupes, te aseguro que valdrá la pena después".

Namael respiró profundo, abrió los ojos y se topó con aquella oscuridad infinita en la mirada de Dae Young. Sintió un duro escalofrío recorrer su cuerpo.

"Yo también tengo un buen plan para ti. Algo superior a lo que habrías aspirado en alguna ocasión y mira, nuestro querido RK por fin cumplirá uno de sus mayores anhelos".

Al decir aquello, el joven demonio entró de nuevo en la habitación con la espada en mano, le dio un par de vueltas jugueteando desde el mango. Miró a Namael como un depredador lo haría con su presa, aunque el ángel no tenía la actitud ni la apariencia de un animalillo tembloroso e indefenso.

"No estoy siguiendo tu plan".

"No importa quién ha hecho el plan, Namael. Solo importa que ahora eres parte de él".

Las palabras del diablo no tenían mucho sentido, no después de todo cuanto estuvo hablando antes, de tantas molestias hablando sobre su plan aquí y allá. Sin embargo, no importó mucho. Con un chasquido, dos torres de piedra oscura se alzaron sobre el círculo de piedra, tenían sigils y otros símbolos similares grabados en toda su superficie, y había cuatro cadenas, dos en lo alto y dos al nivel de la superficie.

Namael las observó, por un momento sí sintió el miedo apoderarse de su interior y sus alas hormiguearon buscando una salida, pero las contuvo. Respiró hondo una vez más y dejó que RK lo condujera hasta esa parte. Volvió a sumirse en un estado de oración como en lo hizo en la celda. Ni siquiera fue consciente del momento en que Jungkook lo ató de brazos y piernas sin la menor delicadeza, ni de los otros dos postes que salieron de la piedra y a los que ató sus alas extendidas, sin el menor cuidado ante las heridas.

Ese dolor no importó mucho, tampoco los insultos y la rabia de las palabras del demonio que buscaban golpearlo como azotes. Sintió el frío del metal quemar su piel cada vez que RK usaba la espada para acariciarlo y hacerle algunos cortes en los hombros. Ardía, su piel bronceada se llenaba de quemaduras y llagas, mientras la tela se desmoronaba cada vez más sobre su cuerpo.

No supo cuánto tiempo jugó con él. Eso era lo de menos, el tiempo podía no tener significado para ángeles y demonios. Entonces sintió el filo en su espalda, en el nacimiento de sus alas. Contuvo el aliento. RK soltó un grito de guerra y victoria al blandir la espada por encima de su cabeza y, con un movimiento limpio, desprendió el ala derecha de Namael.

El llanto del ángel estremeció la tierra.


El diablo está en los detallesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora