¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Niall
Las extremidades las siento entumecidas, el cuerpo me pesa y la cabeza me duele. He empezado el día con el siervo entre las bolas, Elijah no para de joder con las juntas innecesarias a las seis de la mañana, cada día.
Sin embargo, no es eso lo que me priva del sueño reparador en el que me encontraba inmerso, es la erección que se me dibuja bajo la sábana y que debo sobar evitando el dolor que me provoca.
El reloj marca las tres de la madrugada, los mellizos no están y la mujer que duerme a mi lado es una jodida tentación a la que no puedo resistirme.
La abuela los quería cuidar esta noche y la oposición de Grace no fue muy bienvenida. Terminó cediendo y terminó dándole a mi polla una noche de entera felicidad. «Lo necesito»
Me le pego a la espalda desnuda que acaricio, metiendo las manos bajo la sábana mientras le beso el cuello y aparto el cabello que le cae tendido a lo largo de la almohada. Posee una que otra cicatriz en la piel, como líneas rosadas inmersas que no hacen más que hacerla lucir todavía más sensual de lo que ya es.
Se queja entre sueños cuando mi mano acapara las preciosuras que le adornan el pecho. Le estrujo las tetas tanto como me place y ella se vuelve a quejar llevando su mano hacia mi cadera en busca de lo que más le gusta. Sonríe manteniendo los ojos cerrados sujetando mi miembro el cual masturba con destreza mientras le corro el rostro y la beso con vehemencia.
Intenta girarse para tenerme de frente pero la detengo. Su cuerpo de lado, ofreciéndome el culo de esa manera y las manos maestras que me engordan la verga con cada masaje, son el pecado que estoy dispuesto a disfrutar.
Le levanto la pierna hasta donde su flexibilidad me lo permite y llevo mis dedos a explorar el valle entre sus pliegues. La tengo goteando, jadeando y respirando mal. Juego con ella sin tocar directamente la perla roja que yace rígida y ansiosa porque la toque. La unto con los propios jugos que destila y acaricio los labios empapados introduciendo lentamente los dos dedos del centro. El mero gemido que suelta es vitamina para mis ganas, le chupeteo el cuello como un animal hambriento que no acepta la palabra "no" por respuesta. Hunde los dedos en mi cabello acariciandose los pechos así misma y... «¡Bendita imagen!».
Mis dedos la penetran mientras el talón de mi mano le estimula el clítoris hinchado. En esta casa el eco es increíblemente fastidioso, por lo que me veo en la necesidad de taparle la boca ya que me fascina escucharla gemir pero no correr el riesgo de que nos escuchen y nos corten el rollo con estupideces que en este momento no me interesan.
Magrea la pelvis en busca de más estimulando la corona del miembro que no deja de destilar jugos teniéndola entre sus glúteos. Se retuerce bajo mi toque arqueando la espalda y abriendo más las piernas. Está completamente dilatada, lista y jodidamente deliciosa.