—Sabes que no haría tal cosa.

—No sé.

—¿Por qué te cuesta tanto confiar en mí? —dijo empezando a cabrearse. No contesté, sabía lo que venía ahora. —¿Por qué me ves como el malo aquí? ¿Acaso he tratado mal a alguien ahí abajo? —dijo empezando a arder. De pronto, su rostro se relajó. Su mirada se convirtió en una de arrepentimiento. —Nunca te haría daño.

Y ahí exploté.

—¿¡Qué acabas de decir!? —grité fuera de mí. Ya me había hartado. —¿¡Que nunca me harías daño!? ¡Déjame que te recuerde lo que has hecho en tu preciado castillo, Señor del Inframundo! ¡Tú, —dije señalándole con el dedo. —tú me estampaste contra la pared! ¡Casi me dejas inconsciente! ¡Podrías haberme matado si me hubieras dado más fuerte, joder!

Se quedó callado. Su mirada me confundió. Estaba arrepentido, eso lo sabía. Pero no sabía que pensar sobre él. Sí, me ha defendido de unos matones. Ha encerrado a cuatro personas que querían acosarme, violarme. Me ha enseñado a mis seres queridos fallecidos, a los cuales extrañaba muchísimo. Mi respiración se volvió agitada. Hades no dijo nada más, se dio la vuelta y empezó a convertirse en humo. En ese momento, le cogí de la mano, evitando que se fuera. Me miró confundido.

—No sé que me ha pasado. —le dije.

—Entiendo que estes enfadada. Entiendo que no fue lógico lo que te hice. Pero soy así, no puedo controlar mi ira cuando alguien me enfada tanto. Nunca nadie había hecho que me enfadase tanto como lo hizo Zeus. —dijo arrepentido. —Excepto una persona. —susurró.

Comprendí perfectamente de quién se trataba. No me hizo falta decir nada más para saber de quién estaba hablando. Asentí con la cabeza.

—Lo siento.

Me miró extrañado, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura.

—¿Por qué?

—Porque no quise escucharte. Sí, estoy enfadada por lo del castillo, pero... Has hecho mucho por mí. Y te lo agradezco, de verdad.

—No importa. —dijo con la intención de soltarme.

—No te vayas. —dije envolviendo mis brazos alrededor de su cuello. Hades suspiró.

—Sinceramente... no te entiendo, Ángela. —suspiré sonoramente. —Al principio estabas muy cabreada, no querías ni verme. Te enseñé a tus padres, a tu abuelo... ¿Quizá me utilizaste después? —abrí los ojos, sorprendida.

—No he deseado a alguien tanto como lo hice contigo en ese momento.


WHITE

He de admitir que Ángela me volvía loco, en todos los sentidos. Mental, física e incluso sexualmente. Ángela era todo un enigma, había veces que no podía leerle la mente, y otras veces era todo un cristal. En el momento en que me dijo que me deseaba mi cuerpo me traicionó de la peor manera, y ella lo notó.

—Lo siento. —dijo avergonzanda.

Sacudí la cabeza un poco aturdido.

—No te preocupes. Es normal. —dije.

La miré y se sonrojó. Vi un brillo en sus ojos. Esa chica se había colado en mi mente de una manera que no sabía ni explicar. Era algo único. Algo que no sentía desde hacía mucho tiempo. Algo que sentí cuando conocí a Perséfone, y ahora a ella. Perdí esa esperanza en el momento en el que me enteré de que Perséfone me había puesto los cuernos. No quise escuchar a nadie y me sumí en una oscuridad eterna de la que pensé que no iba a salir jamás. Excepto Pos. Mi querido hermano pequeño. Ese que venía a intentar sacarme de mi habitación del castillo para que dejase de beber y dormir. Perdí la noción del tiempo en esa época, porque el Inframundo se convirtió en el mundo oscuro y tenebroso que es ahora, cuando antes las almas podían habitar por el Inframundo, tenían sus propios hogares, y las más malvadas se sumían en la oscuridad de las catacumbas o, incluso, del Tártaro. Dónde está mi padre.

INFERNUS ©Where stories live. Discover now