Capítulo 1: Berlín

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—Brandon, abre la puerta, por favor —su voz sonaba furiosa, pero yo lo estaba más.

—¡Déjame solo de una vez! —grité con fuerza para que no se notara que tenía la voz rota y que estaba a punto de llorar.

—Está bien, me voy. Recuerda que mañana a las siete de la mañana cojo el avión, me gustaría verte... —dijo eso último mientras se iba.


Fleur era una chica genial, le gustaban las mismas cosas que a mí y siempre estaba con una sonrisa en la cara. Por eso me enamoré de ella, por eso perdí peso y cuidé mi imagen. Incluso me atreví a dar el paso de presentarme a concursos de televisión con mi banda. Y ella siempre estaba allí para oírme cantar y tocar la guitarra.


Mis canciones hablaban del amor imposible, del amor no correspondido, del amor en general... Ella sabía que las escribo porque estoy enamorado, pero lo que no tenía claro hasta hoy era si sabía o no que la chica de la que estaba enamorado, mi musa, era ella. 


Pero sí que lo sabía, siempre lo supo y eso es lo que más me duele.


Tenía a mano mi libreta donde componía cada una de esas canciones y, ese podía ser un momento perfecto para ello porque tenía el corazón roto, pero componer canciones me lleva horas y horas y, en ese momento, precisaba de calma para pensar en si Fleur merece o no mi amistad, a pesar de todo.


Necesitaba tiempo porque al día siguiente no la tendría en la puerta de mi casa con galletas de chocolate preguntándome si había compuesto algo nuevo. Así que abrí la puerta que segundos antes Fleur había aporreado y me dirigí al garaje donde ensayaba con mi grupo, tomé aire y lo fui soltando poco a poco antes de llamar a mis amigos para decirles que hoy no ensayábamos.


Subí luego a mi habitación y hablé con la única persona que me entendía en el mundo, y eso que no la conocía en persona. Solo sabía que se llamaba Charlotte y que tenía mi misma edad: veintiuno.


—¿Qué te ha pasado?, ¿por qué no estás ensayando con tu encantadora Fleur?

—Fleur se marcha, Charlotte. Se va con sus padres a París mañana por la mañana.

—¿Y te ha avisado hoy?

—Sí, ha venido a mi casa y me ha dicho que lo sentía pero que no iba a volver a verme en una larga temporada.

—¡Maldita sea! Justo ahora que estabas reuniendo fuerzas para declararte.

—Lo sé, por eso pensé que si dejaba escapar esta oportunidad... no volvería a sentir el valor de decirle que la quería.

—¿Y se lo dijiste?

—Maldita la hora que lo hice, ¿sabes qué me respondió?

—No, ¿qué dijo?

—Que lo sabía desde un principio y lo peor de todo... que ella también me quiere.

—Entonces, ¿dónde está el problema?

—En que se va a París con sus padres, es más, quiere irse con ellos. No quiere ni nunca ha querido luchar por lo nuestro. Yo soy tímido, extremadamente tímido, y por eso nunca me atreví a decirle lo que sentía por ella, pero... de haberlo hecho no hubiera solucionado nada porque también me confesó que sabía que tenía que irse a París desde hace un mes.

—Vaya mierda, Brad... ¿y qué vas a hacer?

—Creo que iré a despedirla al aeropuerto mañana y, luego, volveré a casa y seguiré con mi vida.

—Brandon, tengo algo que decirte antes de que cuelgues... —la voz de Charlotte sonó seria.

—Dime, ¿qué pasa?

—Yo vivo en París —cuando pronunció esas palabras sentí un escalofrío. Cuando digo que no sé nada de Charlotte, es que no sé nada de ella. Solo que es la chica más graciosa que conozco y que siempre logra sacarme una sonrisa aunque sea el peor día de mi vida. Pero esto me dejó frío—. ¿Sigues ahí, Brad?

—Sí, perdona... Charlotte tengo que colgar, lo siento.


Colgué sin darle tiempo a despedirse y corrí hasta la casa de Fleur. Era grande y acogedora, digna de una familia adinerada del centro de Berlín. Me acerqué a la puerta y llamé al timbre. La casa tiene un jardín y siempre suele estar Fleur tumbada sobre el césped leyendo algún libro y la vi. No sé qué leía, pero dejó el libro sobre el césped y salió corriendo a abrirme.


—¿Qué haces aquí? —preguntó mientras me examinaba con sus ojos verdes.

—¿Por qué nos has hecho esto, Fleur? Podíamos haber sido felices... muy felices.

—¡Lo sé! Pero no estaba segura de lo que sentía por ti hasta hace muy poco y luego mis padres me dijeron que habían aceptado mi traslado de universidad a La Sorbona, ¿lo entiendes? Eso para mí es muy importante.

—Pues entonces me voy contigo, a París y a donde sea.

—¿Estás loco? ¿y dónde vas a vivir? ¿cómo te mantendrás?

—Por eso no te preocupes, soy independiente desde el mismo día que cumplí los dieciocho, sabré buscarme la vida.

—Ahora pinta muy bonito, Brandon, pero piensa en la banda, tus amigos, tu trabajo... lo perderás todo.

—Prefiero perder todo eso a perderte a ti.


El olor a miel de mis musasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora