Hogar

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Cuando Jerez llegó a su palacio, llevó a Goten a una habitación lujosa y lo dejó descansar. El pequeño estaba inconsciente, aún bajo los efectos del desmayo proporcionado por Vegeta.

—Este será nuestro hogar, pequeño mon amour. Seremos una familia feliz por el resto de la eternidad —susurró Jerez con satisfacción.

Goku observó el palacio con los brazos cruzados. Su mirada era distinta, su expresión relajada pero vacía, como si algo dentro de él estuviera ausente.

—Es extraño... Pensar que antes estaba atado a una vida que nunca elegí. Ahora todo parece... más claro —murmuró el saiyajin, casi hablándose a sí mismo.

Jerez sonrió y deslizó sus dedos por el rostro de Goku.

—No pienses más en el pasado, mon amour. Mañana al atardecer sellaremos nuestro destino. Nos casaremos.

—¿Tan rápido? —preguntó Goku, arqueando una ceja.

—¿Acaso no deseas estar conmigo? —respondió Jerez, con un deje de tristeza en su voz.

El saiyajin desvió la mirada. Había un conflicto interno en él, algo que no lograba comprender del todo. Su mente le decía que esto era lo correcto, pero en lo más profundo de su ser, algo se sentía... roto.

—Sí, claro que quiero... Solo que dudo que mis amigos acepten la invitación. Parece que ya no soy parte de sus vidas. —Su voz no sonaba resentida, solo indiferente.

Jerez ocultó su sonrisa de satisfacción y negó suavemente con la cabeza.

—No necesito invitados. Prefiero una ceremonia privada. Solo tú, yo, el pequeño Goten y Sour.

Antes de que Goku pudiera responder, una presencia abrumadora llenó el palacio. El aire se volvió pesado y la temperatura descendió.

—Y yo, por supuesto —anunció el Gran Sacerdote, apareciendo detrás de ellos.

Jerez y Goku hicieron una reverencia inmediata.

—Gran Sacerdote —murmuró Jerez con respeto.

—Gusto en verlo —agregó, intentando mantener la compostura.

El Gran Sacerdote sonrió con amabilidad, aunque sus ojos afilados analizaban cada detalle de la escena.

—Me alegra ver que conseguiste lo que deseabas, Jerez. Pero antes de tu boda, debemos hablar.

La diosa asintió y miró a Goku con dulzura fingida.

—Mon amour, te veré mañana. Descansa.

Goku no protestó. Se retiró sin más preguntas, como si su voluntad estuviera sometida a una fuerza mayor.

Cuando él desapareció en los pasillos del palacio, Daishinkan bajó la mirada hacia Jerez.

—Estoy al tanto de lo que hiciste. Me aseguré de que el universo 7 no interfiera en este asunto, pero no puedo permitir que esto se salga de control. Lo que ocurrió hoy fue peligroso.

Jerez entrelazó sus dedos con aparente calma.

—No pasará de nuevo, Gran Sacerdote. Solo pido que Bills y los mortales dejen a Son Goku en paz. Él ya no les pertenece.

—¿Seguiste las instrucciones del hechizo que te di? —preguntó Daishinkan con seriedad.

Jerez dudó un instante.

—Usé todo el frasco —admitió.

Un silencio helado se apoderó del ambiente.

—Eso... podría ser problemático —susurró Daishinkan, su voz carente de emoción.

—Él sigue conmigo, no veo el problema —dijo Jerez con un deje de impaciencia.

—No entiendes los riesgos. Goku no es un mortal ordinario. Si su esencia comienza a fracturarse, incluso el hechizo más fuerte podría desmoronarse... o peor aún, mutar en algo impredecible.

La diosa frunció el ceño, pero mantuvo la compostura.

—No dejaré que nada lo aleje de mí.

El Gran Sacerdote la observó en silencio, como si analizara las posibles consecuencias. Finalmente, exhaló suavemente.

—Muy bien. Si ese es tu deseo, así será. Oficiare la ceremonia mañana al atardecer. Después de eso, Son Goku será reconocido oficialmente como el Dios Destructor del Universo 2.

Jerez sonrió, satisfecha.

—Gracias, Gran Sacerdote.

Daishinkan inclinó ligeramente la cabeza, pero antes de retirarse, le lanzó una última advertencia:

—Pero recuerda esto, Jerez... No importa cuánto intentes moldearlo a tu voluntad. Si un alma como la de Son Goku encuentra una grieta en sus cadenas... intentará romperlas.

Con esas palabras, desapareció en un destello de luz azulada.

Jerez permaneció en su trono, con una sonrisa confiada.

—No habrá grietas, Gran Sacerdote. No en esto.

Su mirada se dirigió al pasillo donde Goku se había marchado.

—Él es mío. Para siempre.

Esclavo de una diosa: Goku x Jerez (Yandere)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora