30⛥Reality

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Ya no enviamos mensajes por el grupo desde lo de Oliver. Paso a recogerte en 20 minutos.               Alexanderx

Elevé las cejas y solté un suspiro. ¿Y no me pudieron avisar de eso cuando fui la otra noche? Decidí dejarlo estar y sentarme en la mesa de la cocina. 

-Mmm... ¿una receta nueva?- ronroneé ante el delicioso olor que salía del horno. 

Mi abuela, quien me daba la espalda mientras preparaba algo, asintió. 

-Ésta noche nos acompañará alguien a cenar.- me informó cuando decidí ponerme de pie y empezar a colocar los platos y cubiertos en la mesa.

Fruncí el ceño, mirándola de reojo.

-¿Puede preguntar qui-

El timbre de la puerta de casa me interrumpió. 

Dejé mi vaso de agua lentamente en la mesa, para después caminar hacia la puerta. Al abrirla, mi ceño se frunció a la vez que el del hombre vestido de blanco que tenía en frente de mí. 

-Tu debes de ser Kimberly.

Su voz raspada por la edad, su tez oscura y su barba blanca, me hicieron fruncir aún más el ceño ya que yo conocía todos los amigos de mi abuela. ¿Desde cuándo mi abuela conocía a hombres mayores? Si no me equivocaba, solamente tenía dos amigas en todo Salem, con quienes se veía de vez en cuando. 

-Steve, es un placer verte.

La voz de mi abuela a mis espaldas me hizo hacerme a un lado y observar cómo se daban un largo abrazo. 

Me encontraba un poco descolocada. 

-Veo que ya has conocido a Kimberly- sonrió mi abuela, acariciándome el brazo- Kimberly, él es Steve. Es un viejo amigo.

-E venido a visitar a mi nieta y decidí pasarme para veros- explicó Steve, sonriendo sin mostrar los dientes.

Me tendió la mano derecha y pude observar de reojo que no disponía de la mano izquierda. Al estrecharle la mano, apreté la mandíbula ante el escalofrío que recorrió mi espina dorsal. La sonrisa de él me pareció tensarse. 

Dejó ir delicadamente mi mano para después aceptar la invitación de mi abuela para que se uniera a nosotros en la cena. Me quedé unos breves segundos en la puerta, sin saber porqué no me transmitía nada bueno ésta situación. 

Ya lo descubrirás.

Exactamente. Ya lo descubriré. 









Todas las ganas que tenía de cenar, desaparecieron.

Mi abuela y el tal Steve hablaban de sus vidas y de cosas que yo desconocía. Y que tampoco me interesaba saber o debatir. Empecé a desear que Alexander apareciera de una vez y me sacara de ésta situación que no estaba siendo para nada cómoda. 

Los ojos oscuros de Steve se posaron sobre mí. Le sostuve la mirada mientras bebía de mi vaso de agua.

-¿Y qué hay de ti, Kimberly? ¿Tienes amigos en Salem?

Mastiqué lentamente el trozo de pasta a la carbonara de mi boca. Para nada acelerada por responder.

Asentí como única respuesta, sin apartar mi mirada de él.

-Tiene amigos que no la convienen en lo absoluto- respondió mi abuela por mí.

La miré de reojo.

-¿Y a qué se debe eso?- preguntó curioso, comiendo con ganas su plato de pasta.

Yo miré a mi abuela, esperando a que volviera a responder por mí de nuevo.

-Entre unos que la incitan a hacer cosas y otros que la apoyan...

-Nunca nadie me incita a nada, abuela- respondí con tono de voz serio- Lo que ocurre en mi vida ocurre porque yo así lo decido.

Mi abuela y su amigo intercambiaron una mirada.

-Cada quien peca de forma distinta- murmuró mi abuela encogiéndose de hombros. 

-Me comentó tu abuela que estuviste en un retiro espiritual- habló de nuevo Steve- ¿Cómo te fue por allí?

¿Porqué demonios mi abuela habló de ese tema con él? ¿Qué estaba pasando? 

Carraspeé, irguiéndome en mi asiento con postura segura. No iba a permitir que supieran por mis gestos lo descolocada que me tenía ésta situación.

-Bastante bien, a decir verdad- murmuré asintiendo para mí misma.- Al principio era bastante débil. Pero cuando me cansé, me dije a mi misma que debía de agarrar seguridad, porque tanta inocencia perjudica.

Ambos dejaron de comer para observarme con miradas confusas.

-Una verdadera bruja nunca elimina su inocencia.- respondió Steve seguro de sí mismo.

Medio sonreí, apoyando mis codos sobre la mesa y mirándole fijamente.

-¿Y quién a dicho que yo sea una bruja, Steve?

Escuché la respiración honda de mi abuela. 

-¿Y qué eres, Kimberly?- preguntó éste adoptando mi postura- Porque estoy hablando con Kimberly, ¿cierto?

Entonces, una gran carcajada salió de mi boca. 

-Así que de eso se trata...- susurré realmente disfrutando de la situación- Abuela, ¿has traído a un brujo para averiguar si estoy... poseída?- terminé por decir, sin poder aguantar la risa.

-Chamán. No brujo.- me corrigió Steve.

Ésta vez devolví mi atención a él cuando no obtuve respuesta de la actitud cabizbaja de mi abuela.

-Te diré una cosa, Steve- enfaticé su nombre, poniéndome de pie y apoyando mis manos sobre la mesa- Hay personas que niegan la realidad. Y luego quienes la temen. Hace no mucho yo era de los últimos, pero ahora, ahora enfrento la realidad- siseé sintiendo cómo ésta situación empezaba a cabrearme poco a poco- Siento que mi abuela te haya hecho perder el tiempo y haberte hecho venir hasta aquí por creer que su nieta es un demonio- siseé mirando de reojo a mi abuela.

-¿Entonces me equivoco?- me sorprendió ésta levantándose para encararme- Desde que has vuelto noto algo en tu mirada que me provoca escalofríos. Ya no tienes la mirada de mi nieta- dijo con la voz inestable por las lágrimas en sus ojos.

Apreté la mandíbula.

-Me prometí encontrarme y así lo hice abuela- contesté encarándola y haciendo caso omiso al pitido del coche de Alexander- Me e encontrado y ahora parece que todos me rechazan. ¿Tan acostumbrados estabais a mi debilidad?- dije con el familiar ardor en mis muñecas empezando a intensificarse.

Las lágrimas de mi abuela me hicieron apretar a tal grado la mandíbula que empecé a sentir dolor en la zona.

-¿Vas a echarme agua bendita?- le pregunté a su amigo, con una sonrisa burlona- ¿O vais a leerme algunos versos en latín para... exorcizarme?

-¿Te a visitado alguien, Kimberly?- preguntó Steve, levantándose lentamente- ¿Has recibido o interactuado con alguna entidad?

Di unos pasos atrás, sin poder creerme la situación en la que mi abuela me había metido. Y tranquilizando mi respiración, les miré a ambos fijamente.

-Algún día de éstos haré lo que mi mente ordene y será un desastre celestial- siseé dando un puñetazo a la mesa para después apartar la silla con brusquedad de mi camino.

Los pasos de Steve y mi abuela se hicieron notorios detrás mía, pero yo los ignoré y me dirigí con rapidez al coche de Alexander.

Al subir al asiento de copiloto noté cómo miraba confundido a Steve.

-Arranca- le ordené, apoyando mi cabeza contra el asiento y respirando hondo.

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