—Solo quiero—ella frunce los labios—, un abrazo estaría bien.

Era un avance.

Se deja envolver por los brazos de Hunter, verlos enredados, me reconforta a mí de cierta manera.

—¿Qué día es la fecha de parto?—cuestiona él, sin liberarla.

Es gracioso el espacio entre los dos, parezca ocupado por una luna llena.

—Cuando él lo decida—suspira, alejándose de Hunter.

¿Ya? ¿Tan pronto? Nos enteramos del embarazo, parpadeamos, y ya esperamos conocerlo. No me ha dado tiempo de sentarme a reflexionar que Hera, la muchacha delgada de estatura baja, ha estado... cocinando un bebé dentro de ella.

Por alguna extraña razón, no me daba cuenta de que después del parto, ella lo llevará a casa, no es como si fuese una enfermedad, un tumor que le extirparían, ¡es un bebé, y es suyo! ¿Cómo no lo pensé antes? Un bebé en el grupo, un bebé nuestro.

Reposo una mano en el pecho, encima del corazón. Es hermoso, y terrorífico, pero definitivamente hermoso.

—Estoy tan emocionado que comienzo a sentir yo las contracciones—explota Hunter emocionado—. Traer una vida a la vida es lo más hermoso de este mundo, ¿no lo creen?

No. De hecho, es bastante horrendo, lo he visto montones de veces, pero solo bastó una para traumarme.

Con solo recordar una episiotomía, la piel se me eriza. Toda esa sangre y viscosidad, los aullidos de dolor que te rompen los tímpanos cuando la criatura tiene la cabeza afuera y la mujer puja y sigue pujando con toda la fuerza que puede para sacar lo más doloroso, los hombros. Padecimiento que puede aliviarse con una epidural, pero que muchas creen que son más mujeres y mejores madres por no pedir la inyección... yo lo llamo un acto barbárico, pero quién soy yo para decir que es lo mejor y que no, solo sé que de mi vagina no saldrá nada, prefiero que me corten cinco capas de tejido que atravesar esa tortura.

Y si me tachan de cobarde, tomaría el título con la frente en alto y el vientre cocido, pero con la columna felizmente anestesiada y un bebé en brazos.

El pensamiento me genera un río de escalofríos. Me he aventurado demasiado lejos.

—Supongo que sí, te respondo cuando ocurra—Hera voltea a verme—. Ve a mojarte el cabello, vamos a darle forma a tus bigotes.

Como siguiendo la burla, un mechón me pica un ojo. Me lo rasco, observando por el otro, la pronta variación en la actitud de Hera.

Se rasca la cabeza con exagerada fuerza, se muerde la boca y aplasta las uñas. Mira de un lado a otro, no se detiene en un punto fijo, arregla las almohadas y cojines, sacude la cama, cambia de lugar la vela aromática y la foto de todos juntos en la última navidad.

Parece que quiere hacer todo a la vez, pero no termina ninguna tarea y eso la exaspera.

—Hera—le llama Lulú, su voz un suave tintineo.

Ella no hace caso, se acerca al vanity y comienza a reacomodar las cremas, brochas de maquillaje, labiales y joyas que estén a la vista.

—También hay que dejar todo preparado—habla, monótona—. Mañana solo quiero maquillarme y vestirme sin retrasos, detesto la impuntualidad, es de mal gusto.

—Hera...

—Deberían quedarse aquí, ustedes—nos señala a Hunter y a mí sin mirarnos—, así no perdemos tiempo y evitamos a posibles inconvenientes, ¿sí? Eso me gustaría. Creo que si...

—Hera—Hunter la toma de los hombros, cortando su retahíla—. Respira un segundo y siéntate por favor, me estás alterando los nervios.

Ella se sacude las manos, negando con la cabeza nerviosamente.

The Right Way #2 Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora