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Cheongsan abrió la puerta con lentitud y asomo su cabeza para verificar que era seguro, luego salió por completo y tomo mi mano para empezar a caminar con lentitud.
— cuidado.
— de acuerdo.
Un trueno me hizo temblar, y Cheongsan me miró al instante: — Si sientes que no puedes-
— sigamos, salgamos de aquí.
Algo no me daba buena espina, pero de todas formas, todos nosotros merecíamos un final feliz.
Mi hermano suspiro, y asintió: — no me sueltes la mano.
Empezamos a bajar lentamente las escaleras, Cheongsan analizaba el lugar para saber si había o no zombies. Mordí mi dedo en el instante que otro trueno cayó e iluminó el lugar, mostrándonos el cuerpo de alguien a la mitad.
— ¿estas bien? —me pregunto Cheongsan, y yo negué. — Muévanse conmigo.
Mientras seguimos bajando las escaleras mire hacia atrás, para verificar que Suhyeok venia cerca. Al mirar en su dirección él ya me estaba mirando. Sonrió lentamente, e hizo con su cabeza una seña de que mirara el camino.
Nuestro paso se hizo más apresurado, pero paramos en el momento que Cheongsan se detuvo.
— ¿que pasa? ¿Están ahí?
Un trueno nuevamente cayo, y tape con mi mano libre mi boca para evitar gritar de lo cerca que lo había sentido.
— vamos.
Bajamos un poco más, Woojin casi se cae y Junyeong rápidamente lo detuvo con todas sus fuerzas para evitar que se hiciera mucho ruido.
Cheongsan miro en la dirección que se habían ido los zombies, y luego me miró a mí. Corrimos un poco y todos empezaron pasar con rapidez hacia el otro lado.
Logramos llegar al primer piso, y salimos a la puerta principal de la escuela, directo al jardín. Nos agachamos detrás de un muro para cubrirnos de los zombies que por allí pasaban, y también para idear un plan para pasar.
Cheongsan me miro: — atraeré a ese zombi e iré por allí. Usa ese tiempo para salir.
Yo me negué rápidamente apretando su mano: — sigamos hasta el muro y crucemos.
El me miró dudoso, pero asintió.
— vamos juntos a la pared. —le dijo Cheongsan a Junyeong y el asintió.
— A lo largo de esa pared. —transmitió el mensaje.
Cheongsan suspiro, y miro detrás de nosotros.
El asintió y rápidamente saltamos el muro para empezar a correr apegados a este. Con cada trueno que sonaba yo apretaba más la mano de mi hermano, y podía sentirlo a él tensarse por no poder ayudarme a calmar mi dolor.