Capítulo 16: Laila

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DOS AÑOS DESPUES…

 

Doy un respingo y caigo de la cama cuando mi sueño se ve interrumpido por la fuerte música que se oye.

Acaricio mi cabeza  y me siento en el borde de la cama, luego de un par de minutos salgo de mi habitación y me meto en el baño, lavo mis dientes, mi cara y luego me hago una coleta alta.

Vuelvo a entrar a mi cuarto y me pongo un pantalón de chándal negro junto con mi vieja camiseta de Deep Purple. Salgo al pasillo y entro en la habitación que se encuentra frente al baño. La música ahí adentro está dos veces más alta de lo que se oye en el resto de la casa.

—¡Ryder!—le grito desde la entrada pero la música está tan fuerte que es imposible que logre escucharme.

Le grito su nombre un par de veces más pero él sigue muy concentrado en el saco de boxeo, camino a sus espaldas hacia el reproductor de música mientras él sigue lanzando golpes.

—¿Qué haces?—pregunta girándose inmediatamente una vez que hago que la casa quede en completo silencio nuevamente.

—Intento no quedar sorda antes de los veinte.—le muestro una sonrisa falsa.

Se acerca amenazante hacia mí hasta quedar a tan solo un par de centímetros de distancia. Me observa fijamente, desafiándome y comienza a acercar su rostro lentamente al mío al ver que yo lo miro de igual forma.

La intensidad con la que me observa es tal, que no soy capaz de mantener mi mirada y finalmente desvío mi vista hacia un lado, mientras, puedo sentir sus ojos fijos aún en mí, inspeccionando mi rostro mientras siento como la sangre sube hasta mis pómulos. Soy conciente de la sonrisa de satisfacción que hay en su rostro por haber ganado esta “batalla”.

—¿Vamos a entrenar o qué?—digo mientras me acerco al saco de boxeo.

Se me queda mirando un par de segundos con esa estúpida sonrisa aún en su rostro y antes de hablar humedece sus labios—Hagámoslo aquí.

Comienzo a dirigirme hasta una de las caminadoras pero él me detiene antes de que pueda subirme a ésta, indicándome que comience haciendo sentadillas. Obedezco su orden y él vuelve a encender el reproductor pero esta vez baja el volumen y toma asiento en la banca ubicada junto a las pesas.

Cuando estoy a la mitad de mi rutina, gracias al enorme espejo que abarca completamente una de las paredes, puedo notar sus ojos puestos en mí pero no le doy importancia y sigo con lo que estoy haciendo.

—¿Ocurre algo?—pregunto luego de haberlo atrapado mirándome más de tres veces.

Ryder simplemente se limita a negar en silencio y vuelve su atención a la pesa que levanta con su brazo derecho. De un momento a otro la puerta se abre y Maddison asoma su cabeza.

—Por favor díganme que no han estado todo el día aquí dentro.—dice acercándose a nosotros.

Pagaran por lo que hicieronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora