7.¡Hay que huir!

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Umbridge:¡Ah, hola, Mafalda, hola Susan! Las ha enviado Travers, ¿verdad?

Hermione:¡S... sí!

Yo:Por supuesto.

Umbridge:Bien, creo que servirán. -Y se dirigió al mago de la túnica negra y dorada-: Ya tenemos un problema solucionado, señor ministro. Si Mafalda y Susan se encargan de llevar el registro, podemos empezar. -Consultó sus anotaciones y añadió-: Para hoy están previstas diez personas, y una de ellas es la esposa de un empleado de la casa. ¡Vaya, vaya! ¡También aquí, en el mismísimo ministerio! -Subió al ascensor y se situó cerca de mi; subieron los dos magos que habían estado escuchando la conversación de la bruja con el ministro-. Vamos directamente abajo, Susan, Mafalda; en la sala del tribunal encontrarán todo lo que necesiten. Buenos días, Albert. ¿No bajas?

Harry:Sí, claro -dijo Harry con la grave voz de Runcorn.

Harry salió del ascensor y las rejas doradas se cerraron detrás de él con un traqueteo. Al volver la cabeza, nos miró con preocupación y angustia y nosotras también lo hicimos, luego, él desapareció.

Umbridge:¿Como va el matrimonio, Susan?

Yo:¿Eh?-Hermione medio un codazo-¡Ah, si, el matrimonio, claro, bien, bien!

Umbridge:Me alegro, Albert debe estar muy contento.

Hermione:¿Albert?-se sobresaltó.

Umbridge:El que acaba de bajarse claro, si tu fuiste la dama de honor, Mafalda.

¿¡Era la esposa de mi hermano?! ¡Que raro y asco! Aunque bueno, estos no eran nuestros cuerpos así que no hay de que preocuparse.

Cuando el ascensor se paró de nuevo, salimos a un pasillo de suelo de piedra iluminado con antorchas, muy diferente de los corredores de los pisos superiores, revestidos con paneles de madera y alfombrados. Cuando el ascensor se marchó traqueteando, me estremecí un poco y miré hacia la lejana puerta negra por la que se accedía al Departamento de Misterios.
Así que yo y Hermione seguimos a Umbridge y a esos dos hombres, nuestro destino no era esa puerta, sino la que, fuimos a la izquierda que conducía a la escalera por la que se llegaba a las salas del tribunal.

Bajábamos los peldaños, tardé un poco en percatarme del intenso frío que empezaba a envolvernos, como si estuviéramos adentrándonos en la niebla. A cada paso que daba hacía más frío, un frío que se me metía por la garganta y me lastimaba los pulmones. Y entonces sentí que una gradual sensación de desilusión y desesperanza se propagaba por mi interior...
«Dementores», pensé.
Cuando llegamos al pie de la escalera y torcimos a la derecha, apareció ante nosotros una escena espeluznante: la sala era pequeña, aunque de techo muy alto, y producía una desagradable claustrofobia, pues se tenía la impresión de estar atrapada en el fondo de un profundo pozo.
Efectivamente eran dementores, se alzaban como centinelas sin rostro en los rincones más alejados de una tarima bastante elevada. Umbridge se dirigió a ésta, yo y Hermione la seguimos. Se subió a la tarima y Hermione me señaló que teníamos que estar al lado de ella, una en cada extremo.

«Combate a los dementores», me dije, aunque sabía que no podía hacer aparecer un patronus aquí mismo.

Umbridge:¡Mary Cattermole! -anunció Umbridge.

Entró por una puerta, temblando de pies a cabeza, una mujer menuda, pálida como la cera, de cabello castaño oscuro recogido en un moño y ataviado, llevaba una sencilla túnica larga.

Umbridge:Siéntese.

La señora Cattermole fue tambaleándose hasta el único asiento que había en medio de la sala, bajo la tarima. En cuanto se hubo sentado, unas cadenas surgieron de los brazos de la silla y la sujetaron a ella.

La hermana de Harry Potter 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora