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X. Amargo

 Amargo

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Grace

Suspiro pesadamente, teniendo ahora sobre los hombros el peso que conlleva la culpabilidad. Mi mejilla siente la calidez de la piel del pecho de Negan, mi mano reposa en el extremo donde se sitúa su corazón y los latidos esporádicos me indican que esta tranquilo.

Sus dedos me acarician las costillas, nuestras piernas yacen enredadas y ambos tenemos las sábanas hasta la cadera.

Ninguno dice absolutamente nada y la tensión en el aire podría cortarse con una tijera afilada si lo ves desde mi punto de vista.

Sus dedos me levantan el mentón, esta casi amaneciendo y las piernas prácticamente no me responden. Estoy tan cómoda... y tan... no lo sé.

Cuando la claridad me comienza a pegar directo, cubro mi cuerpo hasta arriba. Dejar que vea todas esas espantosas y asquerosas cicatrices no es una buena opción. Por ello, cuando intenta refutar, debo inclinarme y besar sus labios despacio, así como lo haría la Grace del pasado...

Esa descarada que lo único que anhelaba era tener a su profesor y al otro licenciado en una misma cama.

Le pasó una mano por el pecho descubierto y la suya me sostiene la nuca mientras nuestros labios se devoran entre sí. Avivan las ganas, pero henos tenido bastante de esto ya. Por ende, lo aparto medio empujándolo suavemente del hombro. Rozo sus labios una vez más antes de cubrirme, alejarme y darme vuelta para comenzar a vestirme.

—¿Te vas? —refunfuña.

—Mi hermano debe estar buscándome. —declaro al colocarme la sudadera.

—¿Shane? —asiento. Negan guarda silencio el tiempo que me tomo poniéndome las bragas y los pantalones de chándal.

Suelto un chillido y una risita cuando tira de mi brazo y me deja de nuevo bajo su cuerpo, aprisionado el mío.

Bilek —susurra mientras besa mi cuello y sus manos se introducen dentro de la sudadera hasta llegar a mis pechos, los cuales estruja ante la falta del sujetador—, vamos, quédate...

Intenta sacarme la prenda de nuevo pero yo desisto y detengo sus manos acariciandole la mejilla.

—Iré a ver a los mellizos —le comento como puedo ya que se ha metido a atacar mi boca con besos algo subidos de tono.

Lo aparto de nuevo. —Será después.

—¿Lo prometes? —hace un puchero como niño pequeño.

—No lo sé...

—Grace... —río al notar la incandescente expresión.

—¡Vale, vale!

𝐃𝐎𝐌𝐈𝐍𝐈𝐎 #𝟐 |njh| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora