Epílogo.

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Dian Laurice.

Siempre que pienso en libertad se me viene a la mente la idea de aire fresco, sol y césped. Y sé que está mal. Sé que la libertad abarca aspectos más emocionales y menos físicos. Pero debido a los hechos en mi vida desde que fui enviada al Fuerte, no puedo relacionarlo con algo más.

Cuando viví en el Fuerte, todo lo que vi por un año completo fueron aburridas paredes grises. Entonces, al llegar a la Tierra me sorprendió tanto verde. Mi mente registró eso, asociándolo con la libertad. Después, cuando vivía en el Refugio y vivía bajo tierra, apenas si veía el sol en aquellas ligeras ocasiones cuando salía a misiones. Eso hizo que mi mente relacionara la sensación del sol en mi piel con la libertad. Y cuando viví por meses en el desierto, el clima era tan caluroso y seco que olvidé por completo cómo se sentía la brisa en mi rostro. Por lo que también lo asocié con la libertad.

Todo esto no es nada más que recuerdos, a veces dolorosos y a veces no. Pero es por eso que a veces, cuando siento que estos recuerdos me aprisionan, necesito tomar un descanso de todo e ir en busca de mi propia libertad en el bosque. Donde puedo observar todo el hermoso follaje, sentir el aire fresco y el sol en mi piel.

Pero eso no me impide alejar los recuerdos, porque simplemente no quiero que desparezcan. Siento que estos son parte de mi formación como una persona nueva. Y ha sido tan largo el camino que he transcurrido desde mi yo antigua hasta mi yo nueva que hasta yo me sorprendo. Mi yo antigua nunca imaginó que pasaría de los 18 años. Mi yo nueva tiene 21.

Mi psicólogo dice que es bueno todo este asunto del paseo para liberarme, pero no pued evitar pensar que es algo infantil. Él piensa que todavía es normal tener pesadillas pero yo no. Estoy cansada de gritar y de ver a Elena y a Dohran cada noche.

Se sentía temporalmente reconfortante estos pequeños paseos. Regularmente el sol me calmaba pero hoy el sol estaba escondido entre las nubes y cuando salía no brillaba por mucho tiempo.

Como yo.

― ¡Dian! ―giré de inmediato y vi a Claire correr hacia mí.

― ¿Cómo me encontraste? ―le pregunté.

― Todo mundo sabe a dónde vienes ―respondió como si le faltara el aire. ― Eso no importa. Es Dially.

Apenas dijo su nombre, empecé a correr de regreso a mi casa.

― ¡Espera! ¡Ni siquiera te he dicho nada! ―escuché detrás de mi pero no me detuve.

Mi casa antes fue una enorme cueva, por lo que al entrar lo primero que veías era un enorme jardín rústico con un árbol en medio. Aquí antes era el patio principal de la Aldea.

Divisé desde la entrada a Niall en cuclillas con los brazos ocupados, y en el suelo recostada estaba la pequeña niña rubia. Caminé hasta ella.

― Dially, ya te curé la rodilla. Mi amor, ¿por qué sigues llorando? ―Niall levantó la vista hasta mí cuando estuve a su lado. ― Por fin llegaste. No deja de llorar. La hubiera abrazado pero tengo los brazos ocupados.

Recostado en sus brazos estaba un pequeño bebé castaño dormido.

― Está bien ―le dije dedicándole una sonrisa. Me puse de cuclillas a su lado. ― Dially, ¿qué pasó?

Sus ojos café claro me miraron cristalinos por sus pequeñas lágrimas. ― Me caí, mami.

Miré su rodilla y noté una pequeña bandita en ella. ― Pero ya está vendada.

― Sí ―asintió. ― Papi me curó.

― ¿Y cuál es el problema entonces? ―la niña curvó su labio y restregó su manita en su mejilla, deshaciéndose de las lágrimas.

― Que... que... quería que esuvieras aquí.

Sonreí llena de ternura y abrí los brazos. Ella saltó de inmediato hacia ellos abrazándome y yo me puse de pie mientras le acariciaba su cabello rubio.

― Está bien, hermosa. Ya no llores que me haces sentir mal.

Después de unos cuantos sollozos más, guardo silencio.

― Gracias mami ―dijo mirándome de lado.

― Está bien. ¿Qué quieres hacer ahora? ―pregunté.

― ¡Dian Roman Laurice! ¡Te dije que me esperaras! ―todos giramos a la puerta y ahí estaba Claire. Su cabello rubio ahora largo aparecía algo alborotado.

― ¡Madrina Claire! ―gritó Dially y yo la bajé para que pudiera ir corriendo hasta ella, quien inmediatamente se puso a jugar con la niña.

― Tiene demasiada energía para tener apenas 2 años ―comentó Niall a mi lado.

― Gracias por cuidar de ambos aunque sea por una hora ―suspiré.

― No hay problema. ¿Te sientes mejor? ―me preguntó acomodando al bebé en su brazo derecho y tomando mi mano con su mano libre.

― Sí ―admití. ― ¿Lleva mucho dormido? ―pregunté.

― Algo ―musitó. ― ¿Quieres cargarlo ahora?

Asentí y Niall me pasó con cuidado al bebé a mis brazos. Al tenerlo bien sostenido, el bebé despertó un poco y abrió sus pequeños ojos azules como el cielo, mirándome.

― Hola, Dohran. Siempre tan dormilón ―le di un beso en la frente y el niño volvió a dormir después de dar un pequeño bostezo.

A pesar de que dudé por mucho siquiera sugerirle el nombre a mi esposo, Niall no se mostró molesto por la decisión. Pensó que era una gran idea y entonces, mi segundo hijo fue nombrado en honor a Dohran Eryx. Quien dio su vida por salvarme.

Y por alguna casualidad del destino, había nacido castaño y con sus ojos azules.

― Duerme tanto como tú ―mencionó Niall.

― ¿Sí? ―pregunté divertida. ― Pues Dially come tanto como tú. Estoy segura que tu fortuna terminará en la comida con la que tú y ella necesitarán.

― Muy graciosa ―dijo con un tono de burla. ― Todavía.... ¿todavía piensas que no fue una buena idea?

Me quedé congelada.

Cuando descubrí que estaba embarazada de la niña y se lo dije a Niall, no lo pensé mucho. Pero después, al sentirla entré en completo pánico. Le dije a Niall que no pensaba que sería una buena idea tener hijos mientras yo seguía tan transtornada, pero él con toda la paciencia del mundo me apoyo en cada etapa hasta que nació. Y aún cuando me embaracé de Dohran un año y meses después, seguía pensando que no era buena idea.

Y no era por ellos, yo amaba a mis hijos pero no quería que ellos crecieran teniendo como modelo a seguir a una mujer que todavía necesitaba ayuda psicológica para vivir.

Niall insistía en que yo era una madre estupenda y en que ambos los criaríamos bien.

― No ―respondí al final. ― Son lo mejor que me ha pasado en la vida. Tú también lo eres.

― Lo mismo pienso. Son hermosos, como tú.

Me sonrojé de inmediato.

Sí. Niall todavía podía hacerme sonrojar y hacerme sentir nerviosa como la primera vez que me besó, sólo con palabras.

― Gracias por eso.

― ¿Por el cumplido o por amarte? ―lo miré y esbocé una enorme sonrisa.

― Por los dos.

― Te amo demasiado, mi vida ―contestó.

― Lo sé. Yo también te amo. Siempre lo voy a hacer.

Y aunque eran palabras que probablemente nos habíamos dicho ya un millón de veces, seguían siendo tan sinceras como la primera vez que las dije.

Restore. | Niall Horan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora