Fin

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Me duele el cuerpo de no sentir nada de nada.

Era el final de la historia, Ahlien era prisionera de Terrífica, yo había sucumbido ante ella, tenía todo el universo bajo su control, ¿qué opciones teníamos? Ninguna. Lo mejor era dejarse hacer, quedarme tumbada en la cama durante días no me pareció tan mala idea, dormir durante horas y horas, mirar el techo de la habitación, observar el mundo cambiar por la ventana, las estaciones pasar; tomarme la medicación, cada vez más y más, tener tres visitas a la semana: los miércoles mi enemiga, los jueves mi familia, los viernes la mujer que amaba a Ahlien tanto como yo.

Era domingo. Era de noche. Las nubes se habían marchado, las estrellas habían aparecido, la luna estaba oculta en algún lugar del universo. Las veía desde mi ventana del hospital, parpadeaban tímidas en la distancia, o igual se reían porque hablaban entre ellas, o igual estaban celebrando la victoria de Terrífica.

La libreta de Ahlien reposaba en mi regazo con su portada estelar, morada, azul, oscura y unas letras en blanco bien grandes: Las estrellas solo brillan cuando el cielo está oscuro.

Dentro sólo había una página escrita con una canción y miles de maldiciones invisibles, escritas con un pincel sin tinta. Se habían ido multiplicando con los días, con las semanas, con los meses, con los años pero nadie podía verlas.

Una última vez abrí la libreta con rabia y cogí mi pincel sin pintura, dispuesta a aumentar la lista de maldiciones. Pero no lo hice, algo me frenó, yo me frené. Así que escribí: Ahlien, te quiero. Lo siento. Voy contigo. Mis palabras se reflejaron en el color más puro, el color del universo, salieron de la libreta y escaparon por la ventana.

Me giré hacia mi mesita de noche, dónde había dejado mi medicación. Debía tomarme las pastillas poco a poco pero no lo hice. Decidí no hacerlo, decidí tomármelas todas de golpe. Con mala suerte mi plan no funcionaría. Con buena suerte lograría mi propósito.

Sonó el teléfono de mi habitación pero no lo cogí. Me tumbé en la cama y cerré los ojos. Y desaparecí.

El universo, el espacio exterior, era un lugar maravilloso, caótico y ordenado al mismo tiempo. Veía los planetas girar lentamente, veía la vida moverse, las naves espaciales que no detectaban nuestros radares, los satélites artificiales rodeando los planetas, el cinturón de asteroides con su continuo ir y venir y su ajetreado comercio, la estación espacial de Saturno.

A lo lejos vi a Ahlien; su pelo platino, sus ojos azules, sus pestañas largas, su traje dorado.

Ahlien se comió a las niñas de Plutón y Caronte.

Ahlien se comió al señor barrendero de Urano.

Ahlien se comió al señor pintor de Saturno.

Ahlien se comió a la mujer que me había entregado su libreta de Júpiter.

Ahlien se comió a la mujer mayor que tanto me había contado, de Marte.

Y cuando llegó hasta mí, cuando llegó hasta la Tierra, se comió mi corazón.

Era veintidós de abril.

Terrífica ascendió hasta nosotras, estaba enfadada.

Ahlien me cogió la mano, me la apretó.

Yo me giré hacia Ahlien, le besé.

Y las ganas de vivir regresaron a mi cuerpo. Y yo regresé a la Tierra.

En el hospital había mucho escándalo: yo estaba en una silla de ruedas, me habían pinchado una vena y tenía un cable que subía hasta un suero, que entraba poco a poco en mi cuerpo. Estaba sentada en una sala blanca, completamente blanca. Tenía cincuenta paneles blancos en el techo, cincuenta paneles blancos en el suelo, diez butacas, veinte patas, la única puerta que se veía estaba entreabierta, tenía cuatro presillas, ocho tornillos.

Terrífica entró en la habitación y yo cerré los ojos. Me preguntó porqué lo hacía. Le respondí ojos que no ven, corazón que no siente. Se marchó enfadada y minutos después entró otra mujer.

Laprimera vez que la vi tenía el pelo oscuro y largo, los ojos castaños ynormales, imperfecciones en la piel, no poseía un aura especial; era humanacomo yo. Me preguntó porqué lo había hecho. Le respondí que tenía que vencer aTerrífica. Ella me sonrió y me tendió la mano: vamos a vencerla juntas.

AhlienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora