Un cuento al revés.

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Un cuento al revés.

 El día era caluroso, a pesar de ser enero. El hombre escribía en un cuaderno sin parar. A diez metros a su derecha había una inglesa tomando el sol.

 Ella había llegado el día anterior de Inglaterra. Había roto con su novio. Este era piloto, y cada vez recalaba menos en Manchester, donde ella vivía. Por eso había roto con él. Ahora quería ver España, y si era posible, disfrutar de un latin lover.

 Al piloto lo había conocido dos años antes. Aún recordaba el último amor que le hizo. No fue tan apasionado como al principio, había recordado ella con tristeza. Sí, había llegado ella dos veces. Pero cuando la conoció por primera vez la había hecho feliz siete veces seguidas en una sola noche. No parecía cansarse nunca: William era un amante magnífico. Dos años antes.

 Le había conocido cuando había ido al aeropuerto a despedir a su marido. En aquel vuelo que se perdió en el Atlántico. William había sido muy atento y la había invitado a tomar café. Cuando se supo la tragedia, él la llamó a su casa. Le había dado mucho consuelo, y lo uno llevo a lo otro.

 Porque el suyo no había sido un matrimonio feliz. Se había casado en cuanto terminó la universidad. Pero el matrimonio no fue lo que ella había estado soñando durante tantos años...

 ¡Ah, aquellos días de escuela primaria! Entonces ella sí que había sido feliz. Aquello sí que había sido felicidad.

 La inglesa se levantó y se fue al ascensor con su padre, un vejete encantador que se llamaba Sam... Él recordaba aún el momento en que nació su Telma, el sostén de su vejez, cuarenta años antes...

Benidorm, 28 de enero de 2013.

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