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Septiembre 13, 2018.
Grace
—¿Pero que pasa? Necesitas relucir, hoy más que nunca, cariño. —Lena se sienta a mi lado al borde de la cama sosteniendo a la bebé.
—Estás conciente de lo que pasará, ¿Cierto? —asiente— Y también que no me hace para nada feliz el hecho de tener que casarme a la fuerza.
—Pero tu lo amas...
—Eso no importa. Ahora, ¿Cómo daré la cara? ¿Qué debo hacer? No sirvo para comportarme como una esposa sumisa y obediente, no va conmigo.
—Lo sé, estaría igua de cabreada que tú. ¿Has hablado con tu papá? —niego—, ya pasaron tres días.
—Y los que siguen. Que ponga a competir su orgullo con el mío, va a terminar perdiendo. —suspira.
—Tengo el vestido perfecto para ti. —Trae la prenda dentro de una bolsa protectora de tela con el nombre de la marca.
Data de un vestido de tirantes con fruncido de cordones en los hombros y de los costados. Negro, ajustado, sensual.
—Es lindo. —confieso tocando el material cuando me lo acerca.
—Muy tú. Quiero que dejes atrás todo estrés y todo resentimiento, Grace. Seamos como antes, cuando salíamos de fiesta los fines de semana con vestidos para morirse.
—Ahora nada es como antes...
—Podemos reescribir la historia. Solo ten paciencia.
Sigue mostrándome el suyo que también es lindo. Sabe cuáles son mis gustos y aunque me guste mucho el que escogió para mi, hace mucho que no uso una prenda tan descubierta.
La espalda es descubierta, el vestido me llegaría a los muslos y el escote se sostiene de dos tiras que se sujetan a los hombros. La tela es de satén negro.
Suspiro.
Bien, si quieren tomarme como la muñeca a la que gustan manejar a su antojo pues comenzaré por tomar las riendas de esto.
A final de cuentas no me queda opción.
Debo sacar a relucir a la perra que vive en mi interior.
No he vuelto a hablar con el irlandés como lo supuse después de nuestra conversación hace unos días. Me mira pero no me dirige la palabra, como si estuviese desilusionado.
Y no lo culpo, yo también lo estoy.
Me evade, no me habla y para ser sincera, tampoco deseo hablar con él ahora.