Los demás miraron la escena pasmados, segundos antes de acercarse a socorrerlo. El chico se levantó tocándose el pecho con el ceño fruncido, miró a Hekapoo y exclamó casi dando una orden:

—Quiero esos malditos cuernos colgados en mi pared. ¡Tras ella!

Los demás dudaron. Sus caras de terror y confusión lo decían todo. Y en eso, el flacucho del grupo abrió la boca.

—Devin, esta chica es... Bueno.... no es normal —comentó mirándola con los ojos ensanchados.

—¡No me importa quién demonios sea! ¡Atrápenla!

Ante el arranque de todos, Hekapoo analizó la situación. Se sentía tan débil que correr no era una opción, y tampoco quería enfrentarlos. Pero en lo que demoró pensando ya los tenía casi en frente. «Ya qué», se dijo, tensando dientes y músculos y adoptando su postura de karate.

Sin embargo los chicos se detuvieron de golpe, literalmente, puesto que parecerían una manada furiosa estrellada unos contra otros, algo los había frenado, como si hubiera una pared invisible. Hekapoo arrugó las cejas y ladeó la cabeza, luego se miró las manos confundida, pero no le costó determinar que no había sido ella. 

Justo a sus espaldas apareció una chica, quién sin cruzar mirada con ella se acercó hasta los chicos y, conforme avanzaba, ellos retrocedían. Sin embargo Hekapoo notó algo extraño, y es que los chicos no estaban retrocediendo a voluntad. No sabía cómo explicarlo, pero era como si algo los estuviera empujando.

—¡Mierda, es ella! —exclamó el grandullón con los ojos bien abiertos —. ¡La chica rara.. la bruja!

—Vaya, muchas gracias —dijo ella sonriendo con amplitud.

—¿Q-qué demonios quieres, fenómeno? —preguntó el de ojos azules.

Los demás la identificaron, parecían conocerla y no de buena manera, puesto que sus miradas eran de miedo y el temblor de sus piernas los hizo irse de espaldas. La chica se detuvo.

—Chicos, es de mala educación ser tan hostil con la gente, y más aún con un par de damas —comentó cruzándose de brazos, con una tranquilidad desbordante—. Oh por cierto, creo que hay algo por allá que debería preocuparles.

Apuntó hacia unos arbustos en las sombras, de los cuales emergió un gruñido grave y escalofriante, mismo al que le siguió una enorme silueta canina y un par de ojos amenazantes. Ante aquello los chicos se sobresaltaron y comenzaron a moverse con torpeza chocando entre ellos. Hekapoo por su parte observaba alelada lo que sería el perro más grande que alguna vez haya visto.

—Digo, yo también estaría preocupada si me hubiera robado su cena — Agregó la chica. Esta vez señaló hacia ellos, y los chicos vieron con horror el trozo de carne que de repente colgaba de una cuerda amarrada a sus muñecas.

El ladrido del perro fue lo que los hizo salir despavoridos y muertos de miedo, mientras gritaban y maldecían con cualquier cantidad de improperios. Cuando se alejaron lo suficiente, la chica sacó de su bolsillo una grabadora retro y presionando un botón hizo detener los ladridos. Aunado a eso, aquella silueta canina más allá, se desplomó cual pedazo de papel reciclable, y es que resultó ser solo eso, una figura de cartón.

Hekapoo observó la escena con el ceño fruncido combinado con una sonrisa de extrañeza, pues tal cosa era lo más extravagante que le había pasado en toda la semana. Pero ¿Quién era esa chica? Aquello no pudo haber sido un simple truco barato, de ninguna manera, además, no sabía qué era, pero esa desconocida tenía algo peculiar. Por esa razón se decidió a preguntar.

—Ellos te llamaron bruja —dijo, y la chica se volvió hacia ella—. ¿Por qué?

La chica sonrió.

Dimensión en llamasOnde histórias criam vida. Descubra agora