—No se sabe. Tú has hecho muchas cosas este año, mereces tu reconocimiento y méritos.

—Gracias.

Se adentra en el apartamento y cierro la puerta detrás de mí a medida que caminamos por el corredor.

—¿Rebecca no ha hablado contigo? —interroga mientras se vuelve hacia mí.

—De momento, no. Quizá mañana me hable, hoy tuvimos una discusión. 

—Deberías botarla.

—Me encantaría, pero tengo que esperar por cuatro años o de lo contrario, tendré que llevar esta situación a la corte y no tengo tiempo para ello.

—Entiendo.

Se deja caer sobre el sofá y noto que su mirada recae sobre algo del apartamento.

—Bonito cuadro, Guernica —pronuncia, haciendo que la mire—. ¿Lo has comprado? Cuesta millones.

—No lo he comprado, fue un regalo.

Arquea una ceja ante lo que digo.

—¿Quién?

—Edward.

—Eso es... interesante. Creí que ustedes ya tenían unos términos, según me habías contado. ¿Acaso están iniciando algo?

—En lo absoluto. Solo fue un regalo, estoy segura de que no significó nada para él. Además, yo tengo claro cuáles son nuestros términos.

—Yo no diría lo mismo. ¿Desde cuándo un hombre le regala un cuadro a una mujer que se supone que es solo sexo? Debe saber que te gusta el arte.

—Eso sucede desde que Edward es un multimillonario y puede gastar un dineral en lo que sea. Segundo, Edward sabe que me gusta el arte porque se lo comenté en una mascarada. 

—¿Te has dado cuenta de que te tensas cuando hablas de ese sujeto? —interroga al cabo de unos minutos.

—¿Me tenso?

—Te pones a la defensiva de manera espontánea. Es solo un detalle que he notado últimamente.

—Un detalle un poco erróneo, diría yo.

—Bien, como tú digas. 

Pasó parte de la tarde con Emma y cenamos juntas. Más tarde, se marcha y al ser tarde, me voy a dormir. Al día siguiente, nos reunimos en una cafetería un poco aislada del centro de la ciudad con Rebecca.

No me apetece verle la cara a esa mujer, pero soy consciente de que tenemos que hablar de los Fashion Awards.

Doy unos pasos hasta detenerme en la mesa del fondo y tomo asiento frente a Rebecca, quien de inmediato me mira.

—Buenos días —me saluda.

—Buenos días —le devuelvo el saludo con un tono de voz neutral.

Antes de que alguna de las dos pueda formular alguna otra palabra, la camarera se acerca a tomarnos el pedido y luego se retira en silencio.

—Entonces, supongo que ya te habrás enterado —empieza Rebecca—. Has sido nominada a los Fashion Awards.

—Sí.

—Tendrás que viajar a Londres porque allí es donde el evento toma lugar, ya me encargué de preparar el jet y yo también estaré all...

—¿Estarás allí? —la interrumpo.

—Sí.

—¿Por qué?

—Soy tu representante, Leanne. Debo ir asistir, no puedes llegar sola al evento.

Caricias ProhibidasWhere stories live. Discover now