CAPÍTULO 62 - La Fiesta en Casa de Simón

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asunto, comenzó a susurrar a sus compañeros más próximos críticas contra

Cristo porque toleraba tal desperdicio. Astutamente, hizo sugestiones

tendientes a provocar descontento.

Judas era el tesorero de los discípulos, y de su pequeño depósito había

extraído secretamente para su propio uso, reduciendo así sus recursos a

una escasa pitanza. Estaba ansioso de poner en su bolsa todo lo que

pudiera obtener. A menudo había que sacar dinero de la bolsa para

aliviar a los pobres; y cuando se compraba alguna cosa que Judas no

consideraba esencial, él solía decir: ¿Por qué se hace este despilfarro?

¿Por qué no se coloca el costo de esto en la bolsa que yo llevo para los

pobres? Ahora el acto de María contrastaba tanto con su egoísmo que él

quedaba expuesto a la vergüenza; y de acuerdo con su costumbre trató de

dar un motivo digno a su crítica en cuanto a la dádiva de ella.

Dirigiéndose a los discípulos, preguntó: "¿Por qué no se ha vendido este

ungüento por trescientos dineros, y se dio a los pobres? Mas dijo esto,

no por el cuidado que él tenía de los pobres; sino porque era ladrón, y

tenía la bolsa, y traía lo que se echaba en ella." Judas no tenía amor

a los pobres. Si el ungüento de María se hubiese vendido y el importe

hubiera caído en su poder, los pobres no habrían recibido beneficio. 

Judas tenía un elevado concepto de su propia capacidad administrativa.

Se consideraba muy superior a sus condiscípulos como hombre de finanzas,

y los había inducido a ellos a considerarlo de la misma manera. Había

ganado su confianza y tenía gran influencia sobre ellos. La simpatía

que profesaba a los pobres los engañaba, y su artera insinuación los

indujo a mirar con desagrado la devoción de María. El murmullo circuyó

la mesa: "¿Por qué se pierde esto? Porque esto se podía vender por gran

precio, y darse a los pobres."

María oyó las palabras de crítica. Su corazón temblaba en su interior.

Temía que su hermana la reprendiera como derrochadora. El Maestro

también podía considerarla impróvida. Estaba por ausentarse sin ser

elogiada ni excusada, cuando oyó la voz de su Señor: "Dejadla; ¿por qué

la fatigáis?" El vio que estaba turbada y apenada. Sabía que mediante

este acto de servicio había expresado su gratitud por el perdón de sus

pecados, e impartió alivio a su espíritu. Elevando su voz por encima del

murmullo de censuras, dijo: "Buena obra me ha hecho; que siempre

tendréis los pobres con vosotros, y cuando quisiereis les podréis hacer

bien; mas a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho lo que podía;

porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura."

El deseado de todas las gentesTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang