Bienvenido a casa, Simon.

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"Creo  que  deberíamos  tener  un  funeral",  George  Lovelace,  dijo,  la  voz  le  tembló  en  la  última palabra. "Uno adecuado."

Simon Lewis hizo una pausa en sus labores y miró hacia su compañero de cuarto. George era el tipo de chico que Simón hubiera odiado a primera vista, con ese brillo de bronce, los abdominales, y  que  según  algunas  chicas  y  chicos  su  enloquecedor  acento  escocés  sexy,  debería  tener  un cerebro del tamaño de una rata y una personalidad nada atractiva. Pero George volvió su cabeza hacia Simón. En ese mismo momento estaba limpiando algo que se parecía sospechosamente a una lágrima.

"¿Estas. . . llorando?"Preguntó Simón, incrédulo.

"Por supuesto que no." George limpio sus ojos furioso. "Bueno, en mi defensa" añadió, sonando ligeramente avergonzado, "la muerte es una cosa terrible."

"Es una rata muerta," Simon señaló. "Una rata muerta en tu zapato, debo añadir." Simon y George habían descubierto que la clave para una relación feliz  entre compañeros de cuarto era una clara división del trabajo. Así que George estaba a cargo de la eliminación de todas las criaturas, ratas, lagartos, cucarachas. Simón se encarga de todo lo que se había arrastrado dentro de los artículos de ropa y se estremeció al recordar el momento en que se dieron cuenta de esta mano de obra incluía  buscar  bajo  las  almohadas.

"Además,  para  que  conste,  sólo  uno  de  nosotros  ha  sido realmente una rata, y él no es exactamente el que esta llorando".

"Podría  ser  la  última  rata  muerta  que  encontramos!"  George  sollozó.  "Piensa  en  ello,  Si.  Esta podría ser la última rata muerta que compartiremos en toda la vida".

Simón  suspiró.  Al  acercarse  el  Día  de  la  Ascensión,  el  día  en  que  dejarían oficialmente  de  ser estudiantes y empezar a ser cazadores de sombras, George había recordado eso tristemente hasta que ya no dijo nada. Ahora, mientras la luna se elevó sobre su última noche en la Academia, él aparentemente perdió su mente. Un poco de nostalgia tenía sentido a Simón: mañana seria su última  sesión  de  calentamiento  con  Scarsbury, lo  había llamado  spaghetti-armado,  cuatro  ojos, arco de patas, merienda de demonios y el casi había dicho gracias.

Pero volverse loco sobre una rata, eso ya sería tomar las cosas demasiado lejos.

Utilizando la cubierta arrancada de su antiguo libro de texto sobre demonología, Simón logró sacar la rata  del zapato sin tocarla. La dejó caer en una  de las  bolsas  de plástico  que le había traído Isabelle  para  este  propósito,  ató  la  bolsa  herméticamente,  y  tarareo  mientras  lo  dejaba  en  la basura.

"RIP, Jon Cartwright la trigésima cuarta," dijo George solemnemente.

Llamaron  a  todas  sus  ratas  Jon  Cartwright,  un  hecho  que  llevó  volverse  loco  al  original  Jon Cartwright. Simón sonrió al pensar en ello, la frente de su compañero de clase engreído al ras de la ira, mientras que las venas de su musculoso cuello empezaban a palpitar.

Tal vez George tenía razón. Tal vez, algún día, podrían incluso extrañar a las ratas.

Simon nunca antes había puesto demasiado esfuerzo  en imaginar su graduación, y mucho menos la noche anterior. Así como bailes escolares estos eventos parecían pertenecer a otra especie de adolescente – aquellos que tenían espirito escolar, los deportistas y las líderes de torcida que él conocía  solamente por las películas. Nada de fiestas con barriletes  de cerveza para él, nada de tristes momentos de adiós o pésimos enganches alimentados por nostalgia y cerveza barata. Dos años atrás si él se preocupase en pensar sobre eso, Simon probablemente llegaría a la conclusión de que el pasaría la noche como pasaba la mayoría de las noches en Brooklyn, con Eric y los chicos en  el  Java  Jones,  consumiendo  gran cuantidades  de  café  y  trocando  ideas  de  nombres  para  la banda. Ratas Muertas Furtivas, Simon pensó por hábito. O quizás Funerales de Ratas.

Ahora somos padres - Malec [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora