CAPITULO 7 : EL GRECO

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«LA PREPARACIÓN DEBE SER TU MEJOR VESTIDO AL MOMENTO DE ENFRENTAR AL ENEMIGO» EL DON.


Sabas Kammerer, como era su costumbre, asistía a la misa de los domingos con su despliegue de seguridad exagerado. Escuchaba con atención y profunda devoción la eucaristía y recibía la comunión, porque a pesar de sus actividades delictivas, no se sentía impedido de recibir el cuerpo y la sangre de Cristo. El sacerdote de la iglesia en la que se congregaba era su amigo y sabía de sus actividades ilícitas e inmorales. Al vicario no le importaba que fuera un criminal, que manejara burdeles y traficara drogas, lo veía como un creyente de Dios y muy fiel. La única explicación a esta bipolaridad era que el mercenario siempre estaba a la expectativa de su muerte, por lo que, si en algún momento llegase a ocurrir este evento; él solo quería asegurarse que su alma estuviera con la paz suficiente y las cuentas saldadas al cien por ciento con el creador para poder asegurar que su podrida alma pasara al cielo y no al infierno, como debe ser, a purgar cien vidas más.

El padre impartía la bendición y daba por terminada la eucaristía, el Alemán se acercaba al clérigo para saludarlo y así mismo le pasaba el habitual y cuantioso aporte económico semanal, en un sobre que muy complacido recibía y contaba billete por billete, sin rubor ni reparo alguno delante de los pocos fieles que quedaban en la iglesia. Más bien aprovechaba para alabar en voz alta la labor altruista y bondadosa del mercenario, mientras se acercó un joven alto, de piel bastante blanca, cabello lacio, castaño y ojos color miel. De unos veintitrés años, delgado para, de la misma forma, entregarle un sobre bastante abultado con dinero al sacerdote. El clérigo aprovechó el momento y presentó a ambos contribuyentes generosos de la iglesia y con un saludo efusivo, se conocieron.

El chico de nombre «Aarón Prats Barón» pertenecía a una pudiente familia de Ciudad Santana, era ferviente asiduo a la palabra de Dios por lo que asistía cuatro o cinco veces a la semana a misa, platicaba constantemente con el sacerdote acerca de los versículos y demás mensajes que leía cada día en la Biblia, y, de forma extraña, llevaba ocho meses entregando cuantiosas sumas de dinero al templo; situación que mantenía bastante entusiasmado al párroco, por lo que se había ofrecido a darle tutorías diarias de dos a tres horas enfocadas en el contenido de la Biblia para el joven y aficionado religioso. Kammerer se despidió ante el comienzo de las tutorías del joven Prats. Antes de salir anunció su visita a una de las zonas paupérrimas de la ciudad para llevar comida, agua y juguetes para los niños, mercancía que aguardaba en varios camiones que estaban movilizándose hacia dicha zona.

A Aarón le llamó la atención dicha labor altruista del mercenario a quien reconocía a la perfección por su fama de empresario delincuencial en Ciudad Santana, expresándole que en una segunda ocasión le gustaría acompañarlo a tan loable causa y si era necesario también colaboraría de manera económica. Kammerer miró al joven tan entusiasmado que simplemente sonrió y asintió con la cabeza a la proposición. Sin más que lo retuviera, se despidió y partió con sus escoltas a su compromiso social.

Las semanas pasaron en perfecta calma y sin mayor contratiempo que cumplir mi propio objetivo de cuidar de mi salud para ponerme a disposición del Don y de sus instrucciones; así que una mañana me acerqué a su despacho, pero antes de tocar la puerta escuché una acalorada discusión entre el mercenario y Erick Aguilar, quien le reclamaba las diversas consideraciones que tenía con mis compañeros y conmigo y, a su parecer, seríamos una pérdida de tiempo, dinero y esfuerzos por educarnos.

—Siempre te he considerado mi hombre de confianza y por eso eres el encargado de mi seguridad Erick, pero no siento en ningún momento que esos críos cocineros signifiquen peligro para mí y mi organización.

—Precisamente, Don, usted lo ha dicho. Son unos niños cocineros que no saben nada del negocio y pueden representar un peligro para usted y la organización. Esto no es una escuela o un kindergarten para estar cuidando de niños caprichosos que se les ocurrió la idea de un día para otro, de ser delincuentes.

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