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Capítulo Uno / Mimbulus Mimbletonia En donde abordan el tren
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Ese año, al igual que los dos anteriores, fue considerado completamente innecesario que Bella y Ana viajaran a King Cross con la compañía de su madre. Antes, era simplemente porque Bella quería ejercer algún tipo de independencia y responsabilidad y Luisa quería ver eso, o tal vez porque ya estaban cerca de la estación —ya sea quedándose en el callejón Diagon por las compras o en casa de algunas amigas para hacerlo más fácil—: la magia todavía le era incómoda a su madre. Ahora, sin embargo, era imposible, porque ella estaba cuidando a los hijos de Samuel durante el día y las dos tenían la edad suficiente para viajar solas a Londres desde Leeds.
Después de todo, era un viaje directo hasta allí, sin cambios, lo único que tenía que hacer Luisa era comprar los boletos, mirarlas mientras hacían las maletas, dejarlas en la estación y darles un beso en la mejilla, con el abrazo más fuerte que pudieran recibir de ella en todo el año, prometiendo escribirles tan pronto como un búho pareciera en la ventana del jardín.
Al año siguiente, Ana haría el viaje sola. No le molestaría: podía sentarse, leer y escuchar música. Sin embargo, extrañaría la compañía porque su hermana tenía una manera de hacer todo divertido.
Cuando su tren llegó a Londres y, teniendo en cuenta que habían salido tan temprano que pasaron la mitad del viaje durmiendo, tenían prisa por llegar al andén 9 y 3/4, debido a la avalancha de gente que subía y bajaba de los trenes. Finalmente arrastraron sus baúles a través de la barrera y fueron recibidas por un gran espectáculo.
—¡Bella! —dos voces simétricas de dos caras simétricas parecieron surgir de la nada, rodeando los hombros de su hermana con los brazos.
—Mucho tiempo sin verte. —Fred continuó—. Vamos, tenemos bastante gente aquí, e incluso si no consigues esos EXTASIS para los que estudias, será bueno conocer a algunos de esos aurores con los que quieres trabajar.
—¿Qué? —Bella parpadeó—. ¿Ese es Ojoloco Moody? ¿Qué? Yo... Ana, te veré en el tren.
—Ana, hola, que bueno verte, niña. —George gritó detrás de ellos, mientras Ana ponía los ojos en blanco y comenzaba a arrastrar su baúl hasta el vagón de equipajes cerca de la entrada. Allí, desapareció con un chasquido de un hombre vestido con uniforme que hacía juego con el tren, y ella comenzó a caminar por este, justo cuando sonó el silbato.