—Y tu muy rebelde para su gusto. —bromeó.

—¡Bajen y entren a la casa! —llamó a lo lejos, interrumpiéndolos.

Ambos supieron que no tenían más opción, así que se bajaron del vehículo.

Caminaron detrás de ella y cuando entraron a la casa, Jenna volteó a mirar a Nico.

—Ve a darte una ducha, pequeño.

El asintió y se fue casi corriendo de ahí. Sabía muy bien lo que estaba apunto de pasar.

Julieta suspiró con pesadez y ante el simple silencio, caminó hasta la cocina, ignorando a su madre.

Ella la siguió, para luego quedarse parada con los brazos cruzados, observando como su hija sacaba una botella de agua de la nevera.

La tranquilidad con la que se manejaba Julieta en ese momento hacía hervir la sangre de su madre. Siempre supo que su hija era la peor obedeciendo órdenes pero sentía que esta vez se había pasado de la raya.

—¿Ni siquiera un "lamento haberme ido sin avisar"? —preguntó finalmente, desesperada.

Julieta apretó los labios y dejó la botella encima de la isla de granito en el medio de la cocina. Sabía que tenía que disculparse pero se negaba a hacerlo... a su parecer, su madre era quien se equivocaba.

—Tu no me dejaste opción, ¿lo olvidas?

—Si te prohibí regresar a La Corte es por tu bien y lo sabes, Julieta. —insistió y la pelinegra se sintió algo mal al pensar la verdadera razón por la que lo hacía.

Después de todo, ella fue siempre la que la acompañó en su "duelo" con respecto a los pogues y la mudanza.

—Se que extrañas a tu padre. —continuó.— Pero hay tantas formas de verlo... ¿justamente tenias que escoger mudarte con el, sin siquiera pensarlo bien?

Julie se quedó en silencio y agachó su mirada, algo avergonzada. La verdad, no sabía que decir en ese momento, estaba empezando a sentirse culpable.

Por otro lado, Jenna tenía una respuesta a todas sus preguntas... pero estaba segura que Julieta las negaría, así que prefirió guardarse sus palabras. Después de todo, sabía ya la estaba pasando muy mal.

—Escuché que le hicieron una fiesta a Ray. —rompió nuevamente el silencio.— De seguro te está esperando así que puedes irte.

—Mamá... —la interrumpió. Levantó su vista y miró a los ojos a la adulta, ella enseguida notó su tristeza.— lo siento, ¿sí? Estuvo mal, pero yo - ...

—Está bien. —dijo.— Eres una pogue de por vida, ¿o no? —preguntó con algo de incredulidad e ironía.—

Julieta sintió una punzada en el pecho al escucharla. Desde pequeña supo que la mujer odiaba el ambiente y estilo de vida que los pogues llevaban, y que de alguna forma le dolía que ella siempre los escogiera antes que a su propia madre, pero la verdad, ya no estaba tan segura de que fuera así.

—Ve. Tu gente te espera. —insistió.

Julieta se mordió el labio, algo incómoda y sin más, salió de la cocina para empezar a dirigirse a la salida.

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