Prólogo

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LO QUE DEPARA EL FUTURO▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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LO QUE DEPARA EL FUTURO
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—¡Muévanse! ¡Abran paso! —Sus pies se movían a toda velocidad, manejándose por cuenta propia en la llanura rocosa que cubría el valle.

El agua del lago, que brillaba con la fuerza del sol que filtraba entre la arboleda del bosque del olimpo, se ondeaba ante la fuerza del impacto. Elias lo vio todo desde la torre. Primero el portal en el cielo, siguió la mancha oscura cayendo libre entre las nubes y finalmente el impacto. Sea lo que sea, no existía posibilidad de que estuviera con vida, no luego del golpe.

Aunque no quería asumir.

—¡En el agua, cayó en el agua! —gritó una mujer acoplando su cuerpo al de los pueblerinos que se acercaban igual de curiosos.

El pueblo estaba eufórico, desde luego, para muchos era lo único emocionante que sucedía en la tierra sagrada que habitaban desde el gran incendio del dos mil siete y de eso hacía ya dieciocho años. Sin embargo, para Elias, aquel recuerdo no resultaba tan lejano, no cuando seguía pensando en los «qué sí...».

Siguió corriendo, ahora por entre el corredor de personas que se agolpaban junto al lugar del hecho. Hundió los pies en el agua y cuando sus piernas pusieron resistencia se lanzó de cabeza, con chaqueta y zapatos incluidos. Un índice de melancolía hundió los dedos en su corazón. No podía recordar la última vez que disfrutó del agua cálida, pero sentía que era antes del incendio que lo destruyó todo. Su vida, por sobre todas las cosas.

Vislumbró el cuerpo a un metro de tocar fondo, por supuesto, como lo esperaba la persona estaba inconsciente. Era un hombre de cabello rubio, caucásico, sin embargo, lo que más resonó en su cabeza fueron las runas representativas de los Cazadores de Sombras. Sin rencor, lo cogió por la camiseta, partículas de tierra y sangre se desprendieron de la tela, y nadó con él a la superficie donde el comandante de su ejército lo esperaba para ayudar. Intercambiaron una mirada, sabiendo que un cazador de sombras en Olimpia no podía significar algo bueno. Y no fue hasta que lo arrastraron hacia la orilla, que no lo dieron vuelta para apreciar un rostro herido, jovial y hermoso. Sobre todo hermoso.

Elias tragó saliva.

Oh no, sopesó al reconocer esas facciones.

Era William Carstairs.

Royalty | Alec LightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora