Capítulo 11 parte 2

280 11 8
                                    

Nos reímos los dos a carcajadas. Por este motivo me encanta estar con Luca. Siempre ve el lado positivo de las cosas y tenía toda la razón en una cosa: ¡Diego estaba muy bueno! Dejamos de preocuparnos por lo sucedido y Laura, Sandra, Luca y yo, decidimos disfrutar de la buena música que ponía el DJ y de la fiesta. Cuando sonaba ya la última canción, Diego y Urko aparecieron entre la gente, riendo juntos. Aquella actitud me sacó de mis casillas. ¿De qué narices se reía mi hermano? Lo que me faltaba, ahora eran amigos... Estaba pensando como matarlo mientras dormía, cuando vino hacia mí y trató de calmarme.
—¡Antes de que te pongas como una fiera, escucha dos segundo a Diego!
—¿Qué pasa, ahora se ha vuelto tu mejor amigo?
—¡No, Luna, escucha y calla!
Diego, con la cabeza agachada, se puso delante de mí. Cuando fue capaz de mirarme, sus ojos me parecieron tan profundos que tuve ganas de abrazarlo y volver a besarlo allí mismo.
—Luna, no te voy a molestar más que dos segundos. Sólo quiero pedirte perdón por el ataque de celos que he sufrido —parecía que la borrachera y la furia se habían esfumado juntas.
—No es a mí a quien me tienes que pedir perdón, sino a Luca.
—En eso tienes razón —se acercó a Luca y le tendió la mano—. Perdón por el puñetazo. El verte con Luna me ha hecho explotar. Tendría que haberme controlado porque ese comportamiento la aleja más de mí. ¡Te pido mil perdones Luca!
—Acepto tus disculpas. ¿Quién no ha tenido un mal día? —la educación de Luca era, a veces, sobrecogedora.
—¡Gracias! —se dieron un abrazo en señal de paz. Para mi gusto, Luca lo alargó más de la cuenta. Aquello era demasiado...
—Bien, todos perdonados —dije, secamente—. ¡Luca, nos vamos!
—¿Eso significa que me perdonas, Luna?
—No. Vosotros os habéis perdonado, lo que teníamos que hablar tú y yo ya está zanjado. ¡Vamos!
Agarré el brazo a Luca y me lo llevé. No quería darle a Diego opción a réplica. Estaba furiosa. ¿Cómo Urko me podía haber hecho esto? ¿Cómo se le ocurría decirle a Diego que usase la baza de Luca para ablandarme? ¡Iba a matarlo!
Luca y yo fuimos hasta casa en silencio. Él sabe que, cuando estoy muy enfadada, el silencio es lo que me tranquiliza. Llegamos a casa y subimos directamente al cuarto. Entre puñetazos y disculpas nos habían dado las seis de la mañana. Nos cambiamos y nos sentamos en la cama. No iba a poder evitar el interrogatorio.
—Ahora sí. Empieza desde el “hola” hasta el “te odio”, sin saltarte nada.
—Todo de todo.
—Comas y puntos incluidos.
La conversación iba para largo, así que antes de empezar bajé a la cocina para coger un par de vasos, zumo y galletas. Volvía a la habitación cuando escuché llegar a Urko y a Sandra, que aprovechaban la ausencia de mis padres. Yo podría haber... Daba igual, para qué lamentarse. Dejé la bandeja sobre la cama y me senté, apoyando la espalda en el cabecero.
—No alargues más todo lo que me tienes que contar y empieza.
—Voy. ¿No quieres zumo?
—No, quiero que me digas quién es Diego, qué ha ocurrido y, sobre todo, lo que sientes por él.
—Diego es el chico que nunca pensé que se fijaría en mí. Es el chico que me ha enseñado lo que es el amor. Pero también lo que es el dolor. Nunca pensé que se podía sentir un vacío tan grande por la ausencia de una persona. Sus besos están tatuados en mis labios para siempre y...
—Me ha quedado claro, pero para entender por qué me he llevado un puñetazo, necesito más información.
Le conté todo lo que había ocurrido aquel verano. Le conté todo sobre Diego, pero creí que Christian también tendría que tener un lugar en la historia. Según le explicaba todo, la expresión de la cara de Luca iba cambiando. Las galletas y el zumo se acabaron para cuando terminé de hablar. Eran las nueve de la mañana.
—Ya es tarde, mejor que nos vayamos a dormir.
—Después de todo lo que me has contado. ¿Tú crees que me puedo dormir?
—No digas tonterías. Mañana es un día largo.
—No sé si será largo o no, pero creo que interesante...
Nos metimos a la cama y nos abrazamos para dormir. La presencia de Luca me tranquilizaba tanto que no tardé en coger el sueño. Dormí sin interrupciones hasta que los rayos del sol me alcanzaron de pleno en la cara, deslumbrándome. Sentía los párpados tan pesados que apenas podía abrir los ojos. Me removí en la cama y me estiré como una gata. Quise abrazar a Luca, pero no estaba a mi lado. Eran las tres de la tarde y nadie se había molestado en despertarme. Salí del cuarto y escuché voces, aunque no pude distinguirlas.
—¡Luca! —No sé por qué motivo se hizo el silencio. Oí como se cerraba la puerta de la entrada—. ¡Luca, Urko!
—¡Estoy aquí abajo, dormilona! —Luca gritó para que le escuchara.
—¡Espero que, por lo menos, me hayas hecho el desayuno! —Bajé saltando las escaleras, me sentía muy feliz, el haber hablado con Luca fue como una terapia para mí—. ¿Con quién hablabas?
—Con nadie, ¿por qué?
—Porque estabas hablando con alguien.
—Me estaba despidiendo de Sandra.
—¿Ves cómo estabas hablando?
Llegué a la cocina y Luca estaba preparando una ensalada, me acerqué hasta él y le di un beso en la mejilla. Cualquiera que nos viera en ese momento, pensaría que éramos pareja y que habíamos pasado una noche de ensueño. Pero nada que ver, por suerte Luca me da todo lo que otras personas no me pueden dar. Con el simple hecho de dormir abrazados, llena todo ese vacío que hay en mi corazón. Le ayudé a terminar de preparar la ensalada y nos sentamos a comer. Seguimos hablando del mismo tema. Mi primera historia de amor, llena de situaciones extrañas.
—Luna, ¿cuándo te has comprado esa pulsera tan bonita?
—¡Es verdad, se me olvidó contártelo!
—¿Todavía hay más?
—No, bueno, es un regalo de Christian.
—¿De Christian? ¿Diego qué opina de eso?
—Diego no tiene nada que opinar y, en su momento, entendió que era un regalo de un amigo.
—¡Un amigo que quiere algo más!
—¿Se puede saber de qué parte estás tú?
—De la tuya, pero no esperarás que sólo te diga lo que quieres oír... —los dos nos reímos.
Urko apareció más tarde, en pantalón corto y sin camiseta, para disfrute de Luca. Se sentó con nosotros y se sumó a la comida, pero no a la conversación, lo cual me pareció bastante raro.
Luna de vainilla
235
—¿Qué te pasa, traidor? —le guiñé un ojo, para que se lo tomara en broma, porque parecía que estaba de mal humor.
—Me puedes llamar como quieras, pero si te pararas dos minutos y hablaras con él, te darías cuenta de que estás haciendo el ridículo.
—Prefiero hacer el ridículo a sufrir más de lo que ya he sufrido por alguien que no merece que le escuche.
—Te estás equivocando y tarde o temprano te darás cuenta —Urko fue tajante.
—Pero tú no estás así por esto. ¿Qué pasa?
—Lo de siempre. Sandra. No quiero hablar del tema —no tuve que pensar mucho para saber lo que pasaba. Sandra le había vuelto a decir que no. Al final, la falta de paciencia de Urko iba a terminar con su relación.
Habíamos quedado a las ocho de la tarde en casa de Laura. Queríamos cenar allí, para luego salir a tomar algo, en plan tranquilo. Así, también aprovecharíamos el sol al día siguiente, cuando tenía pensado enseñarle Nupara a Luca. Llegamos a casa de Laura y fue Sandra quien nos abrió la puerta. Entramos en la cocina, donde Laura preparaba la mesa.
—¡Hola!
—¡Hola, chicos!
—¿Podemos ayudarte? —Laura iba de un lado a otro, cogiendo y dejando, sin mirarnos siquiera —¿Qué pasa, Laura?
—¡No empieces, Luna!— contestó, molesta.
—No te ha bajado, ¿verdad?
—¡No, Luna! ¿Contenta? —fui corriendo hasta ella y la abracé bien fuerte para darle todo mi apoyo. Sandra no tardó en unirse al abrazo.
—¿Cómo piensas que me voy a alegrar por algo así?
—¡Lo sé, perdona! —dijo, mirando a Luca, avergonzada por compartir con él aquella situación.
—Luca lo sabe todo —la tranquilicé—, le he contado lo que nos ha pasado este verano.
—Debes de pensar... —bajó la cabeza, roja como un tomate.
—Yo no pienso nada. ¿Quién no ha hecho alguna tontería alguna vez?
—Gracias, Luca.
—Tienes que hacerte un test de embarazo —dije, tratando de ser práctica—. Mañana hay que ir a la farmacia.
—Sabes que en cuanto entre y pida un test de embarazo se va a enterar todo el pueblo, Luna.
—Pero no vas a ser tú quien lo pida, sino Luca. Y en el pueblo de al lado. Nadie lo conoce.
—¿Lo harías por mí, Luca?
—Por ti y por cualquier persona. Ya sabemos cómo son los pueblos. Si es una falsa alarma, es mejor que el cotilleo no se extienda.
—Pues mañana vamos, lo compras y te lo haces —sonreí a Laura para que estuviera más tranquila.
—¡Gracias, chicas, sois las mejores!
—No, somos amigas—Sandra tenía razón, teníamos que ayudarnos.
Después de aquello, Luca nos contó cómo había pasado las vacaciones en Milán, con sus padres. Le había encantado volver a recorrer la ciudad donde nació, ver a su familia y conocer a gente nueva. También nos habló de la relación con su novio, Roberto, el cual aún me odiaba. Empezó a contar los problemas de celos que tenía con él y que eso estaba acabando con su relación. No podía pararse a hablar con ningún compañero de clase, porque terminaban discutiendo. Se había decidido a venir al pueblo para poder pensar cómo terminar con esa relación. Mientras cenábamos, decidí preguntarle a Sandra qué le había pasado con Urko.
—Nada, está todo bien —dijo, incómoda.
—Por lo que he visto esta mañana, eso no es verdad.
—El tema del sexo con Urko me está cansando un poco —reconoció, al fin— Yo tengo ganas de estar con él, pero sólo con tocarme se me ponen los pelos de punta.
—Tranquila, Sandra— quise transmitirle mi comprensión—Urko tiene que entender que las cosas deben ir poco a poco.
—Eso espero, Luna.
—¿Te puedo dar un consejo? —intervino Luca, que nunca puede resistirse a participar en una conversación que esté presenciando.
—Dime, Luca.
—Cuando estés con Urko, no pienses en nada. Sólo en sentir su piel, sus caricias. Concéntrate únicamente en él y verás cómo todo saldrá bien.
—Nunca pensé que una explicación tan sencilla pudiera ayudarme— dijo Sandra, sonriendo— Me alegra que estés aquí, Luca. Luna tenía razón, eres genial— Que Sandra mencionase comentarios que yo había hecho sobre él me hizo ruborizar. Luca se dio cuenta y me abrazó, agradecido.
La conversación fue saltando de un tema a otro sin ninguna coherencia, la cena se terminó y nos pusimos a beber kalimotxo. Es la bebida que más nos gusta a todas. Además, estábamos solas porque los padres de Laura solían marcharse del pueblo en fiestas. Decían que ellos iban al pueblo a relajarse, no a escuchar el sonido de las verbenas. Laura pensaba que lo hacían por tener unos días para ellos solos, y a ella le venía genial, igual que a nosotras. Cuando el sonido de la verbena, efectivamente, empezó a entrar por la ventana, decidimos recogerlo todo y bajar al parque para bailar y disfrutar.
A medida que nos acercábamos allí, la música se oía cada vez más alta. Bailando al ritmo, fuimos llegando, sorprendidos por la cantidad de gente que se había acercado al lugar. Era la primera vez que veíamos la plaza tan llena. Todos bailaban, incluso los mayores. No importaba que sonara pasodoble o reggaeton, todo valía aquella noche. Alrededor de las casetas había muchos jóvenes que no conocíamos. En realidad, yo buscaba a Diego con la mirada, pero no conseguí encontrarle. El que si estaba era Urko, apoyado en la barra, apurando una jarra de cerveza. Entre el bajón que tenía y el alcohol, aquella noche podía terminar en desastre. Un poco más allá, Raúl charlaba animadamente con sus amigos, con la misma pinta de arrogante que tenía siempre. Me quedé de piedra cuando vi que, entre ellos, estaba Christian, como uno más. Nunca me había dicho que se conocían. En ese momento, me vio mirarles y, nervioso, se despidió de ellos y vino hacia mí.
—¡Hola, Luna!
—¿Desde cuándo conoces a Raúl?— le hice la pregunta directamente—. ¿Por qué no me has dicho nunca que le conoces?
—Nunca te he dicho que lo conocía porque lo he conocido esta tarde —dijo, y me pareció que trataba de esconder cierto enfado en su voz.
—¿Hoy? Pues parecéis muy amigos para hacer solo unas horas que os conocéis.
—Puede ser. Puede que congeniemos porque tenemos algo en común.
—¿Algo en común con Raúl? —estaba perpleja.
—Ambos odiamos al mismo grupo de amigos, porque las chicas a las que queremos los prefieren a ellos. ¿Te vale eso? —Christian no solía ser sarcástico.
—No me puedo creer que te hayas hecho amigo suyo... —dije, pensando en la pobre Laura. Parece que él adivinó mis pensamientos.
—No tengo nada que decir a eso, pero, si quieres, dile a Laura que Raúl ha dicho que piensa conseguirla como sea.
—¿Y tú? —pregunté, con cierto temor.
—Yo pretendo conquistarte poco a poco, intentado que me quieras como le quieres a él.
Noté que me sonrojaba, pero fue por incomodidad. Aunque me dijera todas esas cosas tan bonitas, Christian no conseguía que sintiera el mismo cosquilleo que sentía en el estómago simplemente mirando a Diego. Lo único que sentía por él era ternura. Pero de la ternura al amor hay un camino demasiado largo como para llenarlo con palabras bonitas. No supe que contestarle y usé a Luca para cambiar de tema.
—Quiero presentarte a alguien. ¡Ven, Luca! —Luca se acercó enseguida, mirando a Christian de arriba abajo—. Este es Christian.
—¿Él es Christian? Encantado— se dieron la mano y Luca esbozó una sonrisa— Es más guapo de lo que me habías dicho— lo miré, con los labios apretados, intentando transmitirle lo fuera de lugar que había estado su comentario.
—Así que piensas que soy guapo— aprovechó Christian.
—No te hagas el interesante. En nuestra primera conversación, si no recuerdo mal, tú mismo dijiste que a las mujeres les resultas guapo.
—Eso es una cosa y, que tú se lo digas a tu mejor amigo, otra muy distinta. ¿Qué más te ha dicho de mí?
—¡Nada más! —respondí todo lo rápido que pude.
—Tranquila, que no lo voy a interrogar... —Christian se estaba divirtiendo— Me gusta que hables de mí, es un comienzo— me acarició la mejilla y me ruboricé hasta el tuétano, iba a matar a Luca— Como te he dicho, no tengo prisa.
Retiré la mirada, avergonzada porque Christian supiera que yo había hablado de él. Entonces, vi llegar a Diego y a Mario. Diego, en lugar de enfurecerse como cada vez que me había visto con Christian, sonrío y gesticuló con los labios para decirme hola. Yo le respondí de la misma manera. Aquel día quería estar en paz con todo el mundo. Luego Christian se despidió, tenía turno en la caseta durante toda la noche. Aproveché para decirle de todo a Luca, pero sólo conseguí que se carcajeara de mí. De modo que seguimos bailando y bebiendo toda la noche. Sobre las tres de la madrugada, el DJ hizo un descanso y nos fuimos a sentar en uno de los bancos de madera. Laura se puso a contarle a Luca todas las anécdotas que nos habían pasado durante los veranos anteriores. Luca no podía aguantar la risa, pero llegó un momento en que él era el único que reía. Las demás, congeladas, mirábamos a Raúl acercarse hacia nosotras.
—¡Hola, chicas!— su voz sonaba tan sarcástica como siempre—. ¡Ya veo que lo estáis pasando bien!
—¡Hasta ahora, sí! — le respondió Laura, de malos modos.
—No quiero ser yo el motivo de vuestra tristeza, sólo quiero hablar con Laura un segundo.
—¡No tengo nada que hablar contigo! —respondió ella, cada vez más nerviosa—. ¡Lo que me tengas que decir, lo puedes decir delante de mis amigas!
—¿No te importa que ellas lo oigan?
—No tengo nada que ocultar— levantó la barbilla, desafiante.
—¡Está bien!— se acercó hasta quedar incómodamente cerca de su cara— ¿De cuánto estás?
Laura le empujó con todas sus fuerzas y cayó al suelo. Se levantó muy rápido, intentando que nadie tuviera tiempo de darse cuenta. Pero no tuvo suerte. Diego y Mario lo habían visto todo y se aproximaban sin perder tiempo.
—¿Cuántas veces te tengo que decir que dejes a Laura en paz? — Mario entró en defensa de Laura.
—¡Todas las veces que a mí me dé la gana!
—Pues a mí no me da la gana que la molestes más, así que, si quieres, arreglamos esto de una vez. Tú y yo solos, detrás del frontón. El que pierda, se retira.
—¡Mario, no te metas! — Laura intentó frenarle.
—¿Ves? No quiere que te metas entre ella y yo. Las terceras personas sobran en una relación.
—Tú y yo no tenemos relación — intervino Laura— así que no intentes calentar más la cabeza a Mario.
—¿Es que tienes miedo de encontrarnos detrás del frontón? —Insistió Mario, que había entrado en modo defensor.
—No, pero no pienso dar el espectáculo delante de todo el pueblo. No te preocupes, ya ajustaremos cuentas...
Se dio la vuelta y se marchó con sus amigos. No entendía por qué se nos tenían que torcer todas las noches. El enfrentamiento con Raúl me había bajado todo el alcohol de golpe y de lo único que tenía ganas era de irme a la cama.
—Bueno, chicas, nosotros nos vamos —cogí a Luca del brazo.
—¿Tan pronto?
—Sí, mañana tenemos cosas muy importantes que hacer.
—Espero que la decisión de marcharte no sea por mí —dijo Diego, en voz baja—. Yo ya me marcho...
—No, Diego —respondí con tristeza, pues yo no quería hacerle daño—. Mañana es un día importante, de verdad...
Laura y Mario se fueron juntos, para hablar de sus cosas. Sandra fue en busca de Urko, no sin antes recordarme que, al día siguiente, habíamos quedado en Nupara. Diego se fue con ella y Luca y yo nos marchamos dando un rodeo por el pueblo para explicarle todo lo sucedido. Se nos hizo bastante tarde y Luca insistió varias veces en volver a casa, pero yo no le hacía caso. Al final, vi que estaba bostezando y cedí. Cuando Luca bosteza es que ha dejado de escucharte y sólo está pensando en dormir.
Al llegar, pensé en cenar algo, pero como Luca subió directamente al dormitorio, tomé un vaso de agua y fui detrás de él, aunque no lo encontré en mi cuarto. Sobre la cama, sin embargo, había una caja envuelta en papel de regalo. Luca salió de detrás de la puerta, la cerró y apagó la luz. Involuntariamente, desvié la mirada hacia el techo de la habitación, de donde ya no pude apartarla. Con la caja aún entre las manos y la cabeza inclinada hacia atrás, empecé a girar sobre mí misma, dando vueltas y vueltas. Todo el techo de la habitación estaba lleno de estrellas. Unas, más grandes; otras, más pequeñas. En el centro había una luna enorme, justo sobre mi cama. Me tumbé para verlo mejor y, al poner la cabeza sobre la almohada, me llevé la sorpresa final. Con letras fluorescentes, sobre mi cabeza, ponía: “Te amaré siempre”. Estaba tan emocionada que no era capaz de articular palabra. Luca se tumbó a mi lado y los dos estuvimos un rato en silencio, mirando lo que estaba escrito. Cuando las articulaciones de mi boca volvieron a su sitio, alargué la mano para encender la luz y poder preguntar a Luca qué era todo eso.
—¿Quién...? ¿Por qué...? ¿Cuándo...?
—Creo que lo sabes perfectamente. ¡Abre la caja!
—No quiero abrir la caja, sólo quiero volver a apagar la luz y quedarme eternamente en este momento —no me importaba lo que había dentro pero, como Luca insistía, empecé a abrirla—. ¿Tú sabes lo que es?
—¿Cómo lo voy a saber? —no sonaba nada convincente.
Bajo el envoltorio había una caja blanca, alargada. Al abrirla, me encontré unos bombones artesanos con letras grabadas en chocolate blanco. “Perdona, Luna”, decían. No pude aguantar más y me eché a llorar. Le di la caja a Luca, para que los viera.
—¡No se puede ser más romántico!
—¡Es un amor! ¿Cómo ha podido preparar esto? —de pronto, se me aclararon las ideas— ¿Tú sabías algo? —retiró la mirada y comenzó a reírse— ¿Cómo, después de todo lo que te he contado?
—Lo que pasa es que él también me ha contado ciertas cosas y...
—¿Cuándo ha pasado eso? —en cuanto formulé la pregunta, recordé un detalle de aquella mañana— No despedías a Sandra, ¡hablabas con Diego!
—¡Es evidente! —dijo, entre risas.
—¿Cómo me has podido? ¡Yo confié en ti!
—No entiendo qué tiene que ver eso —dijo, dejando claro que no creía que fuera un asunto de confianza— yo no le he contado nada que tú me hayas dicho. Tranquila, sólo escuché.
—Pero, ¿por qué?
—Esta mañana, cuando me he despertado, tú estabas tan profundamente dormida que no he querido molestarte. He bajado a desayunar, serían las doce y, como hacía un día tan bueno, he salido al porche con el café.
—¿Y qué? ¿Diego pasaba por allí y habéis empezado a hablar?— pregunté, sarcástica.
—No, te equivocas. Diego estaba dormido en el balancín.
—¿Cómo? —no podía creerlo.
—Al abrir la puerta de casa, me lo encontré allí, dormido. Le empujé para que despertara. Abrió los ojos y se levantó de un salto, pensando que eras tú. Al verme a mí, se relajó y volvió a sentarse. Después de todo lo que me habías contado la noche anterior, decidí preguntarle su versión de la historia.
—No me digas que le creíste…
—Perdona pero, si te creí a ti, ¿por qué no iba a creerle a él?
—¡Porque yo soy tu mejor amiga!
—Pero tú no sabes de qué manera cuenta él lo que ha vivido contigo, lo que siente por ti… Urko tiene razón, te estás equivocando.
—Aunque me confunda con mi decisión, prefiero olvidar y seguir con mi vida.
—¿Aún después de esto? —dijo, incrédulo.
—¡Aún después de esto!
—Estás perdiendo al amor de tu vida, sólo por no escuchar. No voy a insistir más, Luna. Tienes que darte cuenta tú sola.
Cerré la caja de bombones, nos cambiamos y nos metimos en la cama. Apagué la luz y miré hacia el techo. No podía dejar de leer su mensaje: “Te amaré siempre”. Eso era exactamente lo que yo sentía… Y todo lo que Luca me había dicho me había hecho pensar. ¿Tan evidente era que me equivocaba al no dar otra oportunidad a Diego? Tenía que poner mis ideas en orden para no sufrir más. Él estaba haciendo todo lo que podía para que yo lo perdonara, pero el recuerdo del día que descubrí que me había engañado con Míriam… aún dolía. Y el dolor era más poderoso que mi amor por él, de momento. Luca me abrazó, le agarré fuerte y, mirando al techo, me dormí tan deprisa que ni siquiera recuerdo cuál fue mi último pensamiento.

-----------------------------------------------------0--------------------------------------------------------------------------

Hola holaaa!!!

Ya estoy aquí de nuevo. Qué os ha parecido el capítulo?

Os habéis quedado con ganas de más? Ha cada capítulo que he escrito me he ido enamorando más y más de DIego, vosotras?

Espero que os haya gustado y no olvedési votar, comentar y compartir.

Besos!!

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora