Capitulo Veinticuatro

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24. 


Actuar a ciegas es difícil, y  casi inútil. Pues la cuestión está en saber cómo encaja todo. De qué forma, y en qué momento.

—Hola, yo soy Jungkook y hoy es la final de béisbol.

Un pelinegro, bien peinado y con uniforme impecable se dedicaba a grabar su día; quizá porque tenía la vaga ilusión de volverse famoso en el internet como todos
los chicos de su edad, o quizá sólo porque en realidad no tenía muchos amigos, y le gustaba sentir que no estaba solo.

Jeon Jungkook tenía esa particularidad en casi todas las líneas de tiempo; poco sociable, y bastante reservando sobre lo que él consideraba personal.

Estuvo a punto de seguir hablando hasta que la pantalla de su teléfono parpadeó y se volvió negra.

Se encontraba en el baño de su habitación, su teléfono reposaba en el marco del espejo frente a él, por lo que lo tomó y resopló frustrado.

Era la tercera vez que sucedía, así que salió molesto del baño para caminar por su dormitorio dejando su teléfono junto a la cama. Se arrodilló para buscar debajo de esta, y no notó cuando la puerta se abrió lentamente, ni al mayor de la casa que le observó atento.

—¿Todo en orden? —le preguntó él cuando se asomó por la puerta.

Jungkook negó con la cabeza.
—No, creo que perdí la factura... recibo o cómo se llame.

Jungkook se puso de pie, acondicionando el borde de su sudadera hacia abajo. Señaló la caja sobre su mesa de noche, que estaba junto a su teléfono.

Era curioso pensar que la tercera línea era exactamente eso, la factura de la fractura, es decir, el precio a pagar por lo que rompió.

—¿Qué recibo? —Seokjin entró por completo a la habitación cruzado de brazos.

—De mi celular, no funciona.

—¿Otra vez? —Con curiosidad, avanzó hasta tomar el aparato negro sobre la mesa y lo observó detenidamente.

—Sí, desde hace un par de días que quiero cambiarlo en la tienda. Pero no encuentro la factura.

—¿Qué es lo que tiene? Yo lo veo bastante bien —dijo mientras lo revisaba. No tenía ninguna muestra de estar dañado.

—No enciende —repuso molesto.

Ese teléfono era nuevo, tanto que ni siquiera había guardado a sus contactos o recordaba su número, apenas se lo habían comprado hacía un par de días atrás.

La pantalla parpadeaba, luego se volvía completamente negra. Después de un rato volvía a funcionar normal pero esta vez no daba señales de ser así, y Jungkook ya estaba harto de eso.

Seokjin le tocó dos veces la parte inferior de la pantalla, pero para sorpresa de Jungkook, esta se encendió sin ningún problema.

—Parece que todo está bien —dijo entregándole el aparato.

—No puede ser, ¿Cómo es posible eso?

—El celular no te quiere, hijo —se burló restándole importancia—. Déjalo, tenemos partido y ya vamos tarde.

Jungkook bufó inconforme pero guardó el celular en el bolsillo de su chaqueta y tomó su bolso deportivo de la cama para seguir al mayor hasta la entrada de la casa.

Era necesario decir que en la tercera línea ellos finalmente eran como padre e hijo.

La canción de moda de ese momento se repitió unas cinco veces en las bocinas del auto porque Jungkook estaba a cargo de la música mientras Seokjin, su madre y él se dirigieron hacia el campo de béisbol en San Francisco.

LA TEORÍA DE KIM.《version one》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora