Capítulo 1

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Lucía

El calor no colabora con mi mal humor. Estoy en el auto de mis padres, camino a una iglesia donde seguramente alguno hablará sobre mi aspecto. Ir de negro a una iglesia parece pecado, jajaja. Creo que si lo es...

Mi hermano, al contrario que yo, sonríe como un bobo. No entiendo por qué, pero siempre ha sido el "chico correcto". A los ojos de los demás, yo soy la mancha que estropea el cuadro perfecto. Y así se siente, porque el maldito es un buen artista. Supongo que ir a la iglesia para él es como cuando yo salgo en mi motocicleta: satisfactorio. Escucho a mis padres hablar sobre qué llevar para la salida del próximo domingo, pues la iglesia organiza un campamento al que estoy obligada a ir... ¡Dios mío, necesito independizarme! Lo bueno es que mañana comienzo mis clases, así que ya no estaré tanto tiempo en casa.

-Lucía, baja -no me había dado cuenta de que ya hemos llegado. La iglesia no es horrible, de hecho, es muy moderna, con salas para jóvenes, adultos y niños.

-No olvides tu Biblia, hermanita -sarcasmo de mi adorado hermano.

Por mirarme, el bobo no se da cuenta de que sus agujetas están desatadas y termina en el suelo. Mi risa es incontenible; mis padres ya han entrado, así que nadie me para. Se levanta y yo sigo muriéndome de risa.

-¡Cállate! Vamos, nos están esperando -me calmo, aunque sigo recordando su caída. Subimos a la sala de jóvenes y, antes de entrar, reprimo las ganas intensas de volver a reírme, aunque no funciona del todo. Mi hermano me pellizca las costillas y recupero mi compostura, pues el pastor nos espera. Uh oh, jajaja... Me quiero morir.

-Buenos días, hermano Miguel, bienvenida, hermana Lucía, pasen, por favor. Vamos a comenzar.

Miguel saluda a los demás con un gesto; yo, en cambio, me siento en la primera silla vacía. Mi hermano normalmente se sienta lejos de mí, porque siempre lo molesto, pero hoy es la excepción: se ha sentado al lado de la chica que está junto a mí. Uh, creo que la recuerdo de alguna visita a casa de mis padres... ¿Nola? Algo así, no lo recuerdo con certeza.

-Buenos días, Noah -¡Ah! Ese es su nombre. Le sonríe a mi hermano y lo sé.

No hay razón justificable para que ese cretino se siente junto a mí, pero ahora lo sé: Noah, la linda chica a mi lado, es la razón. Su sonrisa de imbécil lo delata. Sonrío con malicia; ahora sé cómo molestarlo. ¡Muajajajajajaj! Hermanito, cometiste un error.

Así que ella es la chica que lo tiene idiotizado. Solo hay un problema: a la chica parece importarle poco que mi hermano la mire como un chihuahua desesperado por atención. Jajaja... chihuahua desesperado...

Ella parece un poco incómoda; tiene la mirada perdida en los ventanales. ¿Será que tampoco le gusta? No lo creo; sus padres son los pastores. Crecer en ese ambiente debe influir en lo que debes y no debes hacer.

Escucho la prédica del pastor sobre cómo obtener la vida eterna. No me molesta la religión; lo que odio es que me juzguen de buenas a primeras. Yo no soy mala... solo un poquito rebelde.

Me estiro; los bancos de madera son muy incómodos. Ahí me doy cuenta de que Noah toca sus dedos de forma aburrida, como si fueran lo más interesante del universo. Mi idea es ignorarla hasta que el pastor termine... pero al parecer yo no soy dueña de mí misma...

-¿Aburrida? -mi voz, al hablar en voz baja, suena muy ronca, hasta yo me sorprendo. Eso me da risa, así que una sonrisa maliciosa se asoma por mis labios.

Ella solo me mira atentamente y asiente. Supongo que no quiere hablar para no interrumpir a su padre. Miguel está demasiado entretenido escribiendo los versículos que el pastor dicta.

Al ver mis apuntes y no tener más que rayones al azar, se me ocurre algo para alegrar a la niña a mi lado. Digo niña porque no parece tener más de la edad de mi hermano. Tengo muchos trucos bajo la manga, y uno de ellos es el origami. Siempre he sido hábil en muchas cosas, pero no tengo la pasión suficiente para ninguna. Arranco la hoja tratando de no hacer mucho ruido y comienzo a hacer un ave, sin saber exactamente cuál hacer, así que dejo que mis manos me guíen.

No tardo demasiado en hacerlo y sonrío por mi obra. Obviamente, soy la mejor.

Ella mira atentamente al frente, como si recién se hubiera propuesto escuchar lo que hace unos momentos estaba ignorando. Yo, con mis instintos de molestar, le pico la mejilla con el ave. No puedo contener una risilla cuando ella me mira asustada. Tomo su mano y pongo ahí el ave. Obviamente, el ave tiene mi firma, por si algún día me vuelvo famosa, así esa cosa valdrá millones, jajaja. Ok, no.

Sin decir nada, ella mira el ave atentamente y la veo sonreír de verdad, no esas sonrisas que solemos fingir al estar aquí.

La voz del pastor interrumpe mis pensamientos.

-Para terminar, por favor, pongámonos de rodillas. Hermano Miguel, le agradecería que nos guiara en la oración.

El pastor tiene a Miguel en un pedestal, así que no me sorprende este tipo de cosas. Después de orar, comenzamos a salir al patio gigante de la iglesia, donde los adultos y los niños también han terminado.

Busco a mis padres con la mirada y los veo hablando con quien parece la madre de Noah. No voy a ir ahí. Esa señora cree que cortarse el pelo es pecado, y cuando tenía 18 años me dijo que si lo hacía otra vez, Dios no me perdonaría, así que le tengo cierto recelo. Me voy en dirección contraria; unos hermanos me rodean para hablarme sobre el campamento, pues necesitan a algunos para organizar y cuidar a los niños.

Por presión, termino aceptando. ¡No quería! Eso fue presión social... bueno, además sería descortés de mi parte, aunque realmente no me molestaría, pues los niños son más interesantes.

-Entonces, hermana, usted, Miguel, Sara y Noah estarán a cargo de los niños -olvídenlo.

¡Si mi hermano está ahí, será una tortura! Bien, Lucía, tú nunca das un paso atrás.

-Claro, hermano... será un gusto ser parte de ese equipo... -nótese mi emoción.

Instintivamente, mi mirada busca a mi hermano y lo encuentro hablando con Noah y su padre. Se nota que está flechado. Aunque más flechado está el padre de Noah por Miguel, jajaja, mi bl favorito.

Me despido de ellos y voy al auto de mi padre. El calor me está matando y ellos siguen despidiéndose de los demás. Olvido eso y comienzo a poner una alarma para mañana; no quiero llegar tarde a mi primer día de trabajo.

Mi Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora