—Jugamos bien, Leonardo — dijo en su lugar —. No creas que fuiste él único que ganó en este juego. Yo también supe sacarle provecho.

—Sara, se que estas enojada, pero eso no justifica lo que está saliendo de tu boca.

—Tu y yo, ¿juntos? — se cuestionó divertida — Vaya broma, ¿no crees?

—Tu y yo juntos es todo lo que debió ser.

Iba a responder, sin duda esa era su intensión, pero en su lugar se quedó muda mirando un punto específico.

Giré la mirada hacia aquel punto que tan absorta la tenía y solo para descubrir lo que había captado su atención, o mejor dicho, quién. Y juro por dios que estuve a punto de pedirle perdón por la canallada que acababa de presenciar, porque después de todo, seguía siendo mi mejor amigo y esta no debía ser la manera en la que debía descubrirlo.

El hecho de que dejara a Marta para venir hasta aquí a estas horas me dejó pensando, pero no era momento de cuestionarse.

—Esteban... — ella susurró su nombre y me alejó por completo para seguirlo cuando él decidió marcharse sin decir una palabra.

Grité con frustración y golpeé la pared con un inmenso coraje que ni dolor sentí. Salí a buscarlos, pero no logré encontrar la camioneta de Esteban; señal de que ya se había marchado y seguramente con Sara. Cuando regresé al edificio, me pregunté que cómo era posible que todo se pudiese poner peor. Ese era mi karma, mi jodido y puto karma.

—¿Qué está pasando, Leonardo? — me miró furiosa y no sabía que responder.

El hecho de que haya visto algo o no, ahora eso era irrelevante.

—Pensé que volvías mañana — comenté de camino a mi departamento. No me apetecía pelear, no ahora. Ya no más.

—He decidido regresar antes. — murmuró y me siguió en silencio.

Entramos y cerré los ojos con fuerza al ver el desastre que todavía estaba presente. Pero lo peor fue verla recoger unas bragas negras del suelo que estaban  frente al sofá.

—Amelia...

—No hace falta que digas nada — me interrumpió — Supongo que ella acaba de irse. No, no supongo. La vi marcharse.

Ya no había marcha atrás.

—No pienso excusarme — respondí sereno.

—¿Será la última vez que la verás? — preguntó en un hilo de voz.

—No. — y era cierto, pensaba luchar por ella.

—Bien — respondió intentando no romper en llanto —. Limpiaré todo, tu... Prepara la cena.

—Amelia... — susurré.

—¿O prefieres cenar fuera?

La estaba matando y ella como podía intentaba mantenerse en pie y aferrarse a esto que no tenía nombre.

—Escúchame, tenemos que hablar.

—Y si mejor vemos una película y nos acorrucamos en el sofá — comenzó a sacudir el sofá con cierta urgencia.

Tiré de ella con fuerza para que dejara de hacer lo que estaba haciendo y puse ambas manos alrededor de su mejilla para que me mirase directo a los ojos.

—Amelia, lo siento — pedí sinceramente — Siento romper tu corazón un poco cada vez, pero no entiendo por qué no puedes acabar con toda esta mierda por ti misma.

—Porque te amo, Leonardo. ¡Por eso! — respondió en un alarido — Yo sin ti no podría vivir.

La estreché entre mis brazos mientras ella sollozaba herida. Me odié tanto por hacer llorar a dos mujeres a las cuales yo no merecía en absoluto y seguro estaba que mi infierno me estaría esperando en algún lugar para acabar conmigo.

LA CHICA DESASTRE ©° Where stories live. Discover now