En buenas manos

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EN BUENAS MANOS


Nadaba. Poco a poco me sumergía en mi mundo, ese era el efecto que el agua causaba en mi: calma, tranquilidad, pero parecía que esta vez no funcionaba, su recuerdo me había asaltado una vez más, había pasado el tiempo pero las heridas que dejó la separación aun no cicatrizaban, había sido difícil para ambos, ¿estaría bien? ¿Es feliz? ¿Piensa en mí? ¿Tendrá a alguien? ¿Qué ha sido de su vida? Cada vez me cuestionaba más y mis enredados sentimientos se volvían más confusos, pateaba el agua con fuerza, como si ella tuviera la culpa de mis tristezas.

-¿Qué haces? ¡Vas en sentido contrario!
Salí de mi trance gracias a la rasposa voz de mi entrenador gritándome.

-No sé qué te pasa hoy, estás muy distraída. ¿Te encuentras bien?

-Sí-

Mentira, no, no lo estaba.

Mi sesión de práctica había terminado, salí del agua, enfadada conmigo misma por permitir que su recuerdo afectara mis prácticas. Me dirigía a los vestidores, dispuesta a largarme rápido ¿A dónde? No lo sabía, tan solo necesitaba meditar.

Al entrar me encontré con una chica de expresión dulce que al verme me ofreció una gran sonrisa, le correspondí la sonrisa de mala gana, y me dispuse a entrar a la regadera.

El agua de la regadera caía con fuerza sobre mis hombros tensos, el campeonato de natación se encontraba cerca, no podía permitir que mis asuntos sentimentales interfirieran en mis objetivos.

<<Él, él, él>> su recuerdo me taladraba la cabeza, y en un intento frustrado de desahogarme me desbaraté en lágrimas ¿porqué? ¿Por qué seguía permitiendo que algo que ya había pasado me afectara? Nuevamente me volvía a preguntar qué sería de él.


Salí de la regadera ya cambiada, aun escurriendo, con los ojos llenos de lágrimas. Me senté a secarme el cabello y los pies.

-¿Estás bien?- pregunto con compasión la chica que me sonrió al entrar, no me había percatado de que estaba a mi lado.

-Sí- mentí, pero pude ver en su expresión que no me creía.

-¿Te puedo ayudar?- insistió nuevamente.

-Nadie puede ayudarme, a menos de que tengas una máquina del tiempo.

-No, no la tengo pero sé escuchar.

- Bueno, pues verás...- ¿Qué estaba haciendo? Le estaba confiando mis sentimientos a una completa desconocida que me encontré en los vestidores de una alberca pública, podría ser una loca que planeaba secuestrarme, pero ella también estaba confiando en mí, porque yo también podría ser una secuestradora, sin embargo, al verla a los ojos, sabía que podía confiar en ella. Hablábamos como si fuésemos amigas del alma.

-...No tengo intenciones de regresar con él, el me amó y yo lo amé, pero separarnos fue lo mejor para ambos, sin embargo me entra la nostalgia al recordarlo, quiero saber cómo esta, si sé que estará bien yo también lo estaré.

-Entiendo, tú misma lo dices: "separarnos fue lo mejor para ambos" ¿entonces porque lamentarse?, es entendible que lo recuerdes, es entendible que sientas nostalgia, podrás superarlo pero jamás olvidarlo, eso significa que lo recordarás toda tu vida, y será inevitable, por eso tienes que aprender a vivir con eso, reír porque sucedió, no queda de otra más que aceptar, porque no se puede vivir de recuerdos toda la vida ¿cómo podrás escribir un nuevo capítulo en tu vida si no dejas de leer el anterior?

-Tienes razón- dije mientras se dibujaba una gran sonrisa en mi rostro empapado de lágrimas- Esto será historia algún día y no pasará a ser más que un recuerdo por el cual agradecer.

-Exacto, ¿puedo darte un abrazo?

-Claro.

Extendió sus brazos para mí, y me ofreció un abrazo reconfortante.

-Gracias, eres una gran persona.

-Me da gusto haber podido ayudarte, sonríe y lucha por tus sueños, por favor.

-Lo haré.- respondí entusiasmada demostrando una sonrisa de gratitud.

Tomé mis cosas y me dirigí a la salida, realmente me sentía mejor, había aclarado todo en unas cuantas palabras, desde el fondo de mi corazón estaba agradecida con esa chica desconocida.

Entonces lo vi, sí, a él, esperando pacíficamente fuera de los vestidores de mujeres, mis ojos no podían creer lo que veían, mi corazón dio un vuelco, no de nostalgia, ni de rencor, ni de amor, dio un vuelco de felicidad, me alegraba verlo, había cambiado poco, había pasado tanto tiempo.

Entonces... me vio.

Sonrío y se acerco a mí, me saludo con alegría, como a una vieja amiga, porque así lo fui.

-Ha pasado el tiempo-

-¡Vaya que sí! ¿Qué ha sido de tu vida?- acababa de pronunciar la pregunta que venía agobiándome desde hace unos días.

-Bueno pues ya sabes, subidas y bajadas como siempre, pero en general me ha ido muy bien.

Listo, lo había dicho, estaba bien, yo también lo estaría.

-¿Qué haces aquí?-agregó.

-Vengo de mis prácticas de natación, pronto iré al campeonato así que tengo que prepararme. ¿Y tú?

-Sigues practicando, ¡Te felicito! Yo vine con mi novia, la estoy esperando.

<<Novia>> esa palabra provoco un ligero pinchazo en mi corazón, pero en el fondo me alegraba de verdad.


De los vestidores salió una chica, que enseguida se unió a nosotros.



-Es ella, te presento a...


-Ya nos conocemos-interrumpió ella, ofreciéndome una sonrisa cómplice.


Era ella, esa chica que parecía ser tímida pero le ofrecía sonrisas sinceras a la gente, que escuchaba a extraños, que ayudaba sin mirar a quien.


Todas mis preguntas se habían resuelto de golpe, ¿estaría bien? Si, lo estará. ¿Es feliz? Sí, mucho ¿Tendrá a alguien? Si, tiene a una gran persona. ¿Qué ha sido de su vida? La ha sabido aprovechar, es momento de que yo también lo haga.


Sonreí y seguí caminando, con un equipaje más ligero, y con la bella certeza de que había dejado al amor de mi vida en buenas manos.

Delirios de una patética soñadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora