—Bien, lo acepto, pero me ofende muchísimo.

—Si claro — respondí burlona. — El último que se termine su trago paga la cuenta.

Corrió hacia la barra una vez terminé de decir aquello y yo fui detrás de él. Claro que la que iba a ganar no iba a ser yo, pero ya tenía suficiente dinero, así que no habría problema.

[... ]

Estaba por finalizar con los documentos que el señor Pereira me pidió y que debía terminar en casa, cuando la señorita Amelia me mandó llamar.

—Buenas tarde, señorita Amelia.

—Hola, Ana — me saludó — ¿Ya has tomado una decisión?

—Si, ya la he tomado.

—Perfecto, ¿y cómo quedamos?

Salí de su despacho después de informarle sobre mi decisión la cuál la dejo totalmente satisfecha y en parte a mi también. Fue la decisión correcta, de eso no cabía duda... Ahora faltaba saber cómo la tomaría el señor Leonardo.

—: Señorita Stone, un café.

Hablando del rey de Roma y el que se asoma.

No había podido dormir por las ansias que sentía de volver a verlo después de aquel beso, pero en cuanto eso paso esta mañana, él actuó normal e indiferente.

Yo me sentía realmente confundida.

Entré a su despacho con suma cautela para no interrumpir su labor y antes de que pudiera acercarme de lleno a su escritorio, él se alejó del mismo.

Bueno, en ese aspecto él ya no volvería a confiar en mí.

—¿Cómo va con los archivos? — preguntó una vez que volvió a tomar asiento.

—Bien, ya casi los termino — respondí, pero él estaba tan concentrado en unos documentos que ni siquiera me miró.

—¿Necesita algo más? —  pregunté y no respondió.

Así que sin decir nada más, me dispuse a salir de su oficina para dejarlo continuar con su trabajo y no distraerlo más de lo necesario.

¿Acaso no íbamos a aclarar el asunto del beso? ¿Por qué mierda se veía tan tranquilo? Como si no me hubiera tomado como mujer entre sus brazos por encima de su escritorio mientras me besaba con urgencia y deseo.

¿Me lo habré imaginado? Y, ¿si en realidad eso nunca paso? ¡Madre mía!

—No le he dicho que podía irse — dijo de repente logrando que frenara de golpe.

—Ah, perdón, pero usted parece tan ocupado.

Se levantó de su lugar y caminó directamente hasta a mi con una clara intención.

—¡Alto! — grité decidida para frenarlo. Algo que conseguí con éxito — Ya no va a volver a besarme.

—No iba a besarla — pasó junto a mi con una sonrisa cargada de burla que ni siquiera intentó disimular — Venía por estos documentos.

Agarró unos folders que se encontraban en la pequeña mesa de centro y volvió tranquilo a la parte frontal de su escritorio donde se recargó mientras los hojeaba con sumo interés.

Me sentí tan estúpida.

—Yo se los pude haber pasado.

—¿Y destruir media oficina? — respondió — No, gracias.

Gruñón.

Una pequeña sonrisa asomó por sus labios repentinamente.

«¿A este qué le pasa?»


—Dentro de quince días tengo una junta muy importante con unos socios de Alemania — comenzó a decir — Es muy importante que todo salga bien. De ellos dependerá el futuro de Innate Beauty.

—¿Algo va mal?

—No — me miró — Por ahora.

Suspiró y dejó los documentos sobre su escritorio, se cruzó de brazos y me estudió con la mirada.

—Necesito que me tengas todos los documentos en regla de la compañía, de los socios y proveedores. Por inversión y gastos. Así como los contratos que se deberán firmar.

—Si, señor.

¡Más trabajo!

—Ya puedes volver a tu puesto de trabajo — me ordenó — Faltan más cosas por ver, pero eso ya te lo haré saber cómo vaya avanzando el tiempo.

—De acuerdo.

Di media vuelta para salir de su oficina con toda la actitud de ponerme a trabajar, pero sus manos me lo impidieron. Me tomó por la cintura para rotárme en su dirección y así poder estampar sus labios contra los míos.

El beso fue intenso y apasionado, pero muy breve. Me hubiera gustado que hubiese durado un poco mucho más.

—Nunca digas que no volveré a hacerlo — murmuró contra mis labios y selló dichas palabras con un casto beso pausado. — A trabajar.

—¿No se supone que debería intentar aclarar este asunto? — pregunté encarnando las cejas.

—Yo ya tome mi decisión, Sara.

No pude evitar sonreír y cuestionarme a su vez y, sin responder, salí de su oficina tambaleando.  Un corto beso que me carcomió hasta los huesos. No era para nada correcto sentir esto por alguien que jamás me vería como una prioridad, pero joder, que me había enamorado.

¡Vayamos directo al infierno, Sara!

LA CHICA DESASTRE ©° जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें