|Capítulo 48: En los brazos de la muerte|

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—Caminá hacia adelante, muñeco. —La respiración pesada de Jocken denotaba que a él tampoco le había sentado del todo bien el viaje, el cazador sonrió complacido a pesar de que le estaba tironeando el pelo con fuerza y resentimiento excesivo—. ¿Ves esa puerta? Andá entrá, no me hagas repetirlo.

Mikaela se reprendió mentalmente por eso, en medio del cielo nocturno y de las nubes de la tormenta que se había detenido el trayecto, se extendía como una pequeña grieta el hueco que parecía estar a punto de tragarse todas las estrellas del firmamento.

No tendría que estar riéndome en un momento como este, todos vamos a morir.

Pero si todos vamos a morir ¿por qué no reír entonces?

—¿Estás sordo, viejo de mierda? —gritó el muchacho contra su oreja, una vez que su hermano se recompuso, aunque no del todo pues su tez se había vuelto más grisácea y el tono de sus ojeras escalaba a un verde lechoso, Jocken lo empujó para que cruzara la puerta de uno de los tantos edificios de arquitectura vieja que poblaba esa parte de la ciudad.

¿Qué haría Lulú en una situación como esta?

«Tendrías que poder encontrar qué es lo que los vuelve débiles»

Preguntarse eso fue un error, y aquella respuesta que formuló su cabeza con la voz elocuente de su Luís fue peor, lo recordó acostado con las vendas en su cuerpo y los ojos cerrados, sin la certeza de que alguna vez pudiera volver a escucharlo. Al menos debería tener algo interesante que contarle cuando finalmente despertara, frunció el ceño y aprisionó la muñeca que tiraba de su cabello, doblándola en el acto hasta que escuchó un crujido y el sonido del gatillo del arma activarse contra su columna.

—¿Eh? —Jocken observó la pistola y después a su hermano, que estaba demasiado ocupado tratando de mantener el hotel en condiciones a costa del color pálido que poco a poco comenzaba aparecer en las raíces de su cabello—. ¿Dónde están las balas?

Harlem escaneaba el estado deplorable del hotel con una mueca de pánico. Mikaela conocía cómo se veían los edificios ostentosos de la clase alta de antaño, por haber compartido con ella varías de sus alcobas, y ese lugar no se veía así en lo absoluto, pero tampoco concordaba con la fachada que mostraba del lado de afuera. Parecía más una acumulación extraña de varias tendencias arquitectónicas que perduraron en algún momento a lo largo de la historia. Desde arañas enormes que se movían sin cesar, hasta techos abovedados, piedra labrada, empapelado floral, arcadas orientales y piezas de estatuas que emergían de huecos en las paredes. Era una amalgama caótica que correspondía a la perfección con la imagen de esos hermanos que acababa de conocer.

No, se recordó a sí mismo. Falta esa mujer.

Las luces parpadeaban y un viento helado corría a través del recibidor principal que agitaba el cabello de Harlem, hacía temblar los cuadros y lanzaba los jarrones al suelo con ruidos estrepitosos que ensanchaba la vena de fastidio que ya tenía marcada en el cuello.

—Se las quité, obvio —dijo sin mirarlo, tosió sobre un pequeño pañuelo y Mikaela fingió no ver como el blanco se manchaba de carmesí por la sangre—. No nos podemos arriesgar a que hagas otra tremenda estupidez, no es que esta cosa me importe —agregó observando por el rabillo del ojo.

—Ah, qué amable de tu parte —soltó Mikaela había estado a punto de hacer una reverencia para burlarse, pero el gruñido de Jocken lo alertó, por quedarse mirándolo había olvidado que lo estaba amenazando de muerte, otra vez.

Jocken trató de golpearlo con la culata del arma, pero de pronto hizo una mueca y tosió sangre también, el cazador aprovechó aquel momento para soltar su muñeca dislocada e hizo el ademán de encajarle un golpe directo en la nariz, pero una mano intrusa detuvo su brazo al vuelo. Era tan alta como él, no supo cómo, ni siquiera en qué momento se había movido. La figura de esa mujer de trenzas blancas se interpuso en su rango de visión como si siempre hubiera estado ahí, las dos esferas oscuras que tenía por ojos entre las pestañas pálidas se encontraron tan cerca que Mikaela dio un ligero traspié hacia atrás, de repente recordando que también estaba herido y lejos de su guadaña.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Kde žijí příběhy. Začni objevovat