Ella miró sus muñecas, llenas de inyecciones de heroína y cortes, también miro sus piernas, desnudas, llenas de moretones, que con su piel pálida se veían muy bien.
Se desvistió rápidamente, y se metió la la tina. La agua tibia relajó todo su cuerpo.
Y vió la cuchilla, era tan tentadora.
Pero lo pensó, y al final sí la agarró.
Sus piernas no tenían cortes, así que decidió cortarse sus piernas.
Dolía, pero no tanto.
Sangraba, pero no tanto.
Lloraba, y no sabía por que.
