9. Desayuno con el suegro

108K 8.8K 17.4K
                                    

JESSICA

Había pecado.

No, no porque besé a una chica. Tampoco porque la dejé dormir en mi cama, ni porque me hubiera gustado lo que hizo después.

Sino porque rechacé dinero.

—No hacía falta que se lo devolvieras ¿Sabes?

Levanté la cabeza de la mesa y vi a papá. Él estaba regresando de la barra de la cafetería con dos tazas de té humeante, una en cada mano. Le había prometido que desayunaríamos juntos el siguiente domingo, porque sabía que si lo seguía evitando sólo empeoraría las cosas.

Pero no esperaba que tuviera que ser tan temprano.

Y tampoco había previsto tener una semana tan pesada.

El beso de Alexis, en lugar de aclarar, oscureció. Sí, me había gustado. De hecho, mucho más que cualquier otro beso que pude haber tenido con un hombre. Pero ¿Eso significaba que me gustaban las mujeres, o que me gustaba ella? ¿O ambas?

Sé que sonaba tonto, pero yo de verdad creía que era normal que a las chicas nos gustaran otras chicas a veces.

Pensar en todo eso me estresaba tanto que opté por dedicarme cada segundo que tenía libre a trabajar, estudiar y evitarla.

—No quiero su dinero —le respondí a mi padre con la mejilla pegada a la mesa.

Esa mañana había despertado con una notificación del teléfono: Mi madre me depositó dinero en mi cuenta. Y no era una suma pequeñita, que digamos. Presionar el botón de "emitir reembolso" fue la decisión más difícil que tuve que tomar en toda mi vida.

Papá chasqueó la lengua y dejó mi taza junto a mi rostro.

Él se veía mucho más despierto que yo, por supuesto. Seguro estuvo en el gimnasio más temprano, como el psicópata que era. Y luego de eso se tomó el tiempo de vestirse "formal" para el desayuno, como si fuera la gran cosa.

—Tu madre habrá visto lo que te pasó en las noticias y quedó preocupada —intentó razonar conmigo.

—¿Y en lugar de llamar para ver cómo estaba, me envió dinero?

—¿Le hubieras atendido, Jessica? —Entrecerré los ojos. Sentí que me estaba regañando—. Tu madre no está tan loca como quieres creer ¿Sabes? No puede hablar contigo, pero sí puede pagarte la renta para quitarte un problema de encima. —Le dio un sorbo a su té e hizo una mueca de asco—. Olvidé el azúcar.

Se levantó para ir a buscar unos sobres y yo aproveché para despegar mi rostro de la tabla de la mesa. Apoyé mi hombro contra la pared y miré por la ventana que daba al estacionamiento del centro comercial.

Los domingos por la mañana sólo habían familias, como nosotros, que tuvieron la idea de desayunar. Y algún que otro grupo de adolescentes con resaca del sábado.

Yo no había bebido nada la noche anterior, pero aún así sentía que encajaba mejor en la segunda categoría por cómo me debía de ver, con el cabello mal peinado, sin maquillaje, ropa de entrecasa y las crocs en "modo pelea".

—Ay, un cadáver —bromeó alguien a mi lado.

Miré con desconfianza y me encontré a Alex parada junto a nuestra mesa. Llevaba el mismo conjunto deportivo de la semana pasada, el cabello recogido en una cola de caballo y en su mano sostenía una vaso con café. En la otra cargaba con bolsas de compra.

Estaba bien que estuviera buena ¿Pero hacía falta que me lo presumiera así?

—¿Qué quieres? —respondí de mal humor.

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora