—Nada —miento, poniéndome de pie lentamente y sosteniendo el recipiente contra mi espalda.

—¡Vamos, Luci! —se queja—. No estoy ciego. ¿Por qué no compartes con tu hermano ese sándwich?

—Olvídalo, Bruce. Tú te comiste mi desayuno y lo justo es que yo tenga el sándwich ahora.

Obviamente, ignora mis palabras y forcejea intentando quitármelo. 

—¡No te lo daré! —grito.

Corro y bajo las escaleras tan rápido que por poco me caigo, y quisiera decir lo mismo de mi hermano. Pero él sí que cae. Sobre mí.

—¡¡Bruce!! —chillo adolorido y observo como el sándwich rueda lejos de mí. El animal salvaje que tengo sobre la espalda se levanta tras él. Yo hago lo mismo. Pero no lo suficientemente rápido.

—¡Sí! —Bruce festeja y abre el recipiente.

—¡No! —Agarro un extremo y jalo hacia mí.

—¡Luci! —protesta, jalando de nuevo hacia él.

—¡Es mío! —Parezco otro salvaje, realmente.

—¡Comparte con tu hermano!

—¡Nunca!

El vaivén que comenzamos, termina con el sándwich en el suelo.

—Ay, no... —Hago una mueca, decepcionado. Pero Bruce lo recoge y lo sacude con su mano—. ¿Qué haces?

—La regla de los diez segundos, hermano.

No puedo creer que vaya a hacerlo. Bruce abre la boca y está apunto de darle un mordisco al sándwich. La escena pasa en cámara lenta para mí. Entonces, saco todas mis fuerzas para arrebatárselo y engullirlo por completo.

—¡Luciano! —grita. Pero yo ya estoy masticando. Sabe a gloria. Sabe a cielo. Sabe a...

—Hola, muchachos. —Mamá entra en la casa, con una cara terrible.

—¿Cómo estuvo hoy el trabajo? —inquiere mi hermano, aprovechando que mamá está de espaldas para propiciarme un pisotón.

Si no estuviera masticando tan rápido, me hubiese atorado.

—Todo estuvo bien, es solo que tengo una horrible indigestión.

Trago todo, mientras escucho la explicación de mamá. Me siento mucho mejor.

—Creo que tiene que ver con el jamón que su padre compró. Debe estar vencido o algo.

—¡¿Vencido?! —Bruce y yo soltamos al unísono, perplejos.

—Pero no se preocupen, los únicos sandwiches que hice con ese jamón fueron aquellos dos extras. Sus desayunos no lo tenían.

—¡No me digas! —Mi hermano me dirige una mirada burlona, mientras yo aguanto una arcada.

—¿Estás bien, Luciano? —inquiere mamá, acercándose—. Te ves un poco pálido.

Luego de dos arcadas más, salgo corriendo para el baño.

—¡Hijo!

—Creo que no fuiste la única con indigestión hoy, mamá. —Escucho como Bruce se carcajea.

—¡Olvidé que puse jamón en el desayuno de Luciano también!

—¡¿Cómo dices?!

Y me arrastro del baño para ver la carota pasmada de mi hermano. Mientras Bruce se encierra en el otro baño, río sentado en el pasillo. Hasta que el dolor de estómago me sacude de nuevo.

Al menos, sé que tendré comida por el resto de la semana. Aunque sea sopa.

Relato de 999 palabras que ganó en el reto #67 de los Desafíos de Novela Juvenilಡ ͜ ʖ ಡ

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Relato de 999 palabras que ganó en el reto #67 de los Desafíos de Novela Juvenilಡ ͜ ʖ ಡ.

Le debo a Luciano un día en que no la pase tan mal🤣🤣🤣. Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo.

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